27. Sin salida

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Desconozco cuanto tiempo transcurre hasta que el sonido del móvil quiebra el silencio de la calleja: Kasem está llamando. Inspiro varias veces, secándome las lágrimas con el brazo e intentando controlar la voz antes de responder.

―¿Si?

―Chai, ¿dónde te metes? Te he buscado por todas partes.

―Perdona yo... tuve que irme pronto.

―¿Ya te has marchado? ―el tono muestra sorpresa―. Iba a proponerte cenar juntos y luego te acercaba a casa.

―Mejor otro día ―noto un nudo formarse en el estómago.

―¿Todo bien? ―la pregunta transmite preocupación―. Ni siquiera has pasado a despedirte.

―Creí que te vería al salir. Luego llamó Kim y me distraje hablando.

Kasem tarda unos segundos en responder.

―¿De verdad te encuentras bien?

―Sí ―miento―. Tan solo estoy cansado, eso es todo.

―Ok ―la afirmación suena más apagada que de costumbre―. Nos vemos mañana.

―Claro.

Comienzo a alejar el dispositivo de la oreja cuando vuelvo a escuchar la voz de Kasem, llamándome apresurado; como si hubiera presentido que le iba a colgar y que tenía poco tiempo.

―Te quiero ―dice, con dulzura.

El corazón me da un brinco y la visión se me nubla debido al llanto. Desearía abrazarle, refugiarme entre sus brazos y confesarle mi encuentro reciente. Sin embargo, la determinación y el odio que acompañaban la amenaza de Sorawit consiguen atenazar mi corazón, trayendo consigo el miedo: ¿y si se enterara de que se lo he contado? Jamás podría perdonarme que la foto saliera a la luz y Kasem quedara expuesto por mi culpa. Debo evitar que algo tan terrible suceda, aunque me cause dolor. Tomo aire con lentitud antes de reponder.

―Y yo ―artículo débilmente, haciendo un esfuerzo para esconder la desesperanza que me atrapa―. Te veo mañana.

Finalizo la llamada, desasosegado. Me siento como un auténtico cobarde: ¿por qué no he sido capaz de decírselo? Debería confiar en él, en que será capaz de encontrar una solución para este acertijo envenenado. Pero, conociendo a Kasem, sé que se enfrentará a Sorawit, dispuesto a todo para defenderme e ignorando los riesgos. ¿Qué derecho tengo de hacerle cargar con esa responsabilidad? Si la cosa se tuerce, su reputación sería la más perjudicada y, encima, la culpa también recaería sobre él porque yo le hice partícipe. ¿Acaso no estaría siendo un egoísta?

Suspiro, aprisionado en un remolino de dudas que me acompaña hasta casa y mantiene mi mente ausente. Apenas pruebo bocado durante la cena, respondiendo con monosílabos al plan de mis padres de pasar los próximos días fuera. Después, me retiro a mi cuarto donde, a pesar del cansancio, tardo una eternidad en lograr conciliar un sueño agitado y nada reparador.

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Luces, cámara y... ¡amor! (LGBT+)Where stories live. Discover now