19. Me encanta

74 16 77
                                    

Un ruido inesperado nos sobresalta, rompiendo la magia del momento con la misma brusquedad que un mazo impactando sobre porcelana: alguien acaba de arrojar una gran bolsa a un contenedor cercano, provocando un sonido estridente que resuena entre los estrechos muros como si una manada de elefantes estuviera desfilando por el callejón. El autor del estruendo no se percata de nuestra presencia, desapareciendo por una diminuta puerta que ni siquiera habíamos visto.

Kasem y yo nos miramos, respirando agitados. Por primera vez desde que le conozco distingo un rubor en sus mejillas.

―Deberíamos volver ―dice, liberándome―. O vamos a pillar una pulmonía.

Muevo la cabeza afirmativamente en modo automático. El corazón me va a mil revoluciones y mi mente acaba de montar un desfile de luz y color mientras procesa lo que acaba de pasar:

«¡Me ha besado! ―exclamo eufórico en mi fuero interno―. ¡Me ha besado de verdad!».

Kasem indica que le siga y emprendemos el camino de vuelta al coche, donde conseguimos llegar sin incidentes. Tomo asiento como copiloto, todavía sin habla por lo sucedido: ¿fue real? ¿Por qué ahora actúa cómo si nada?

―¿Quieres que vayamos a mi casa? ―pregunta Kasem tras unos minutos―. Estamos empapados. He pensado que podemos cambiarnos allí y luego te acerco.

La propuesta intenta abrirse hueco entre el torbellino de emociones que me desborda lo que hace que me demore en contestar. Mi acompañante interpreta la espera como una negativa.

―Si no te apetece está...

―¡Sí! ―interrumpo, sorprendiéndome con mi propio énfasis.

Él ríe con suavidad, inclinándose para poder mirarme con afecto un instante antes de volver a concentrarse en la carretera.

Un silencio apacible se instala entre nosotros: la lluvia cae con fuerza y la visibilidad es bastante reducida por lo que evito distraer a Kasem mientras conduce. Además, ya tengo bastante con intentar aclarar el sinfín de voces que se pelean dentro de mi cabeza.

Una parte opina que lo sucedido no significó nada porque tan solo fue fruto de la adrenalina y la creciente confianza entre nosotros. Sin embargo, la otra tiene claro que mi acompañante no actuó así por casualidad: es la primera vez que me besa sin que haya cámaras delante; eso tiene que significar algo.

Estoy tan indeciso que me gustaría gritar hasta perder la voz: ¿¡por qué tiene que ser tan complicado!? Debería hablar con él pero ahora no es el mejor momento para ese tipo de conversación. Me muerdo el labio y decido esperar hasta que lleguemos.

Tras un trayecto que se me antoja interminable, aparcamos y subimos al apartamento. Dejo las bolsas en la entrada y me descalzo para seguir a mi anfitrión hasta el aseo.

―Ten ―Kasem me acerca una toalla, tomando otra para si mismo. Se queda quieto un segundo, como si estuviera valorando algo―. Voy a buscar ropa seca ―dice finalmente, echándose el pelo mojado hacia atrás y saliendo del baño.

Apoyo ambas manos en el lavabo y observo mi reflejo en el espejo: tengo que reunir coraje y hablar con él o perderé la ocasión de hacerlo y me arrepentiré por siempre. Tomo aire un par de veces y me dirijo a la habitación.

«Ahora o nunca».

Entro al cuarto con tanta decisión que estoy a punto de chocar con Kasem que se acercaba a la puerta con varias prendas para dejarme. El sobresalto hace que me desconcentre.

―Per... perdona ―empiezo a decir moviendo las manos sin darme cuenta―. Verás yo... quería decirte que yo, bueno, que tú... ―las palabras parecen esconderse, haciendo que sea imposible formar la frase―. Lo que quería decir es que...

Luces, cámara y... ¡amor! (LGBT+)Where stories live. Discover now