24. Quédate conmigo

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Las sombras van aclarándose con lentitud, mostrando un techo diáfano en tonos claros que no consigo ubicar. Tomo aire despacio, dando tiempo a los sentidos para reorganizarse y traer mi mente, que todavía sigue embotada, de vuelta al presente. Me descubro tumbado en una habitación de decoración simple y una única ventana con un cristal que parece demasiado fino para frenar el impetuoso traqueteo de la lluvia.

Las características de la estancia, sumadas al camisón blanco que luzco, son evidencias más que suficientes para saber que estoy en el hospital. Lo que soy incapaz de responder es: cómo llegué a este lugar y, aún más importante, por qué la única persona que me acompaña es Kasem. Está de pie, junto a la cama. Tiene el pelo y la ropa mojados, haciendo que la camiseta se le pegue a la piel y marque el cuerpo musculado con sutileza. La sudadera que vestía en el evento gotea sobre una silla cercana, al lado de mi ropa.

―Por fin despiertas ―dice, relajando la frente―. ¿Cómo te encuentras? Tenías fiebre muy alta cuando te traje.

―¿Qué haces aquí? ―me limito a decir, girando la cabeza para no verle.

―Kim me llamó ―explica―. Ha salido de la ciudad por trabajo y me pidió que fuera a buscarte. Acabo de escribirle para decirle que estás bien; no ha parado de preguntar. También he avisado a tus padres. No tenía su número así que contacté con Wattata para que me pusiera con ellos.

Me encojo de hombros, sin decir nada. Estoy demasiado cansado para enfadarme y tampoco quiero mirarle porque temo romper a llorar si lo hago.

―Chai, yo... ―le escucho decir, con voz suave―. Lo siento.

Cruzo los brazos, negándole, de nuevo, una respuesta.

―Todo ha sido culpa mía ―suspira―. Siempre lo estropeo todo y hago daño a las personas que me quieren. Soy un completo idiota que no merece tu cariño, ni el de nadie.

Esas palabras hacen que clave los ojos en él, en busca de una explicación. Tiene los hombros caídos y no hay rastro de esa chispa revoltosa que siempre le ilumina. Se muerde el labio antes de continuar.

―Conocí a Sorawit hace algo más de un año, en una colaboración publicitaria entre nuestras compañías. Al principio fue bien: conectamos rápido y nos gustaba estar juntos. Algo después, la serie que Sora protagonizaba batió récords y él saltó a la fama. Yo no le di importancia, pensé que eso no cambiaría nada e insistí en continuar igual; pero entonces comenzaron a publicar fotos clandestinas de nuestros encuentros. Los artículos se dispararon, provocando una maraña imparable de odio entre el fandom que no supimos gestionar.

Levanto una ceja, intrigado por lo que acabo de escuchar.

―¿Odio? ―me intereso.

―Decían que él debería estar con su ''auténtico amor'', es decir, su pareja ficticia del rodaje; y afirmaban que mi única intención era conseguir popularidad. El acoso de los medios y la presión de las críticas se hicieron inaguantables. La situación llegó a tales extremos, que la empresa de Sora le hizo dar una rueda de prensa declarando que no existía nada entre nosotros y, además, duplicaron los eventos públicos en los que aparecía con su compañero. Sé que aquello no era real, pero no podía evitar sentirme herido.

Arrugo la nariz, intentando imaginarme en una situación similar. Kasem continúa relatando lo sucedido, con evidente tristeza.

―El hate hacia Sora se calmó pero el aluvión de reproches se concentró en mí, calificándome de oportunista e interesado; incluso estuve a punto de perder el papel de Goya. Por suerte, el señor Ayu, y Sunan, intercedieron a mi favor y calmaron las aguas. Tras toda la polémica estaba abrumado. Intenté hablar con Sora pero no quería dejarlo: insistía en que todo se olvidaría y en continuar quedando a escondidas y... me convenció.

Luces, cámara y... ¡amor! (LGBT+)Where stories live. Discover now