El verdadero rostro del mal

418 101 21
                                    

Despierto sobresaltada, sin saber dónde estoy. Odiando el maldito bucle en el que siento haber quedado atrapada. Siento un fuerte dolor en la cabeza, intento mover mis manos, pero estas están fuertemente atadas a mi espalda. El pánico se apodera de mí y un escalofrío recorre mi columna vertebral. Trato de soltarme; sin embargo, mientras más me muevo solo aumento el dolor en mis muñecas. Miro a mi alrededor, buscando algo que me pueda ayudar. No encuentro nada, solo empiezo a sentir terror al descubrir mi entorno.

  Todo el lugar está en penumbra. No obstante, algunas cándidas velas situadas en el altar a mi izquierda alumbran la cruz en la que yace clavado Jesús de Nazareth dejando un poco de claridad, aunque le dan un aspecto más lúgubre al lugar. Frente a mí se alza un majestuoso vitral, de la virgen María, con algunos de sus cristales rotos, por donde se cuela un poco la luz de la luna. Hileras de bancos situados a mi derecha, algunos amontonados, otros faltándole algún que otro pedazo, me terminan de convencer de que sin lugar a dudas me encuentro en una iglesia completamente abandonada, o más bien casi.

   Un ruido proveniente de atrás de mí, me pone en alerta. Pasos acercándose, una mano acariciando mi espalda desnuda me hace casi saltar del banco en el que me encuentro sentada, casi cayendo al suelo.

  Siento su risa antes de verlo. Una risa que podría identificar en cualquier sitio. Una risa que solo es sinónimo de mal presagio y sé que a partir de este momento todo irá cuesta abajo.

    —¿Qué? ¿Ahora si tienes miedo, pequeña zorra? —se burla. —Te dije que me las pagarías, te creíste muy inteligente, pero ¿Quién ríe ahora? ¿Eh?

    —Suéltame —digo entre dientes.

   —Si ya, porque yo soy estúpido.

   —Lo dijiste tú, no yo. Por lo tanto, está claro que muy inteligente no eres. La prueba está en que me has secuestrado en un concierto.

   —¡Puta! —grita antes de que su puño impacte con mi abdomen. Dejándome sin aire por un par de segundos.

    —¿Cuánto piensas que tardarán en darse cuenta de que no estoy? Si no quieres terminar encerrado de por vida en la cárcel, déjame ir —Vuelvo a hablar, luego de toser un poco, intentando convencerlo.

   —Yo no voy a ir a la cárcel —se burla

   —Permíteme discrepar. Sabes que a la primera persona que buscarán será a ti.

   —Nadie te va a buscar. Ya nos encargamos de eso —Se jacta con orgullo.

  —Mi mejor amiga me espera en la casa, si no llego ¿Qué crees que pasará? Déjame explicarte…

   —Nada, hace una hora le mandaste un mensaje diciéndome que no volverías hoy. Aunque tampoco es que vayas a hacerlo mañana, ni nunca —explica, cortándome.

El pánico se empieza a adueñar de mi cuerpo. Sin nadie que me busque, estoy a merced de ellos por quién sabe cuánto tiempo, porque si, no pasé por alto que dijo nos encargamos y no me encargué, está claro que él no está solo en esto. No es lo suficientemente inteligente como para encargarse de que todo salga bien. Estoy segura de que si lo intentará él solo terminaría en la cárcel antes de que llegara a la hora. Pero no, no está solo y sé que si no hago algo podría terminar muerta, o incluso peor. Y sí, hay cosas peores que la muerte.

   Necesito pensar. Si nadie me busca, entonces tengo que salvarme yo sola. No voy a dejar que me maten, yo soy lo suficientemente fuerte para salir de aquí, lo sé, solo debo confiar en mí misma y no dejarme vencer por el miedo. Todo estará bien, además estoy preparada. Sé lo que debo hacer.

   —Tu plan no funcionará.

   —Ya claro como no… —Pone los ojos en blanco, como si hubiera escuchado algo demasiado estúpido —Esto me está empezando a aburrir. —comenta rascándose la nariz, algo que no había notado que hacía antes, aunque puede que sí y yo no le había prestado atención.

Indeleble/ Melodías del Alma Libro I  #pgp2023Where stories live. Discover now