Perdóname

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Si tuviera que contar los momentos en los que me he quedado en shock o sin palabras que decir, sería suficiente una sola mano y me sobrarían dedos. Solo han sido tres y en cada uno de ellos el nombre de Max siempre está involucrado de una u otra manera. Este es uno de esos momentos, mientras me lleva sobre su hombro, con las manos esposadas. Miro al suelo, sus piernas moverse, los zapatos de la gente, pero no es hasta que escucho su nombre ser pronunciado por otra persona, que reacciono al fin, moviéndome incontroladamente.

    —Si te sigues moviendo vas a caer, pero no creas que escaparás.

   —Bájame Maximiliano —ordeno entre dientes.

    —Cuando lleguemos al auto —expresa, atravesando la puerta, hacia la calle.

    El sonido de las cámaras fotográficas me alarman. Normalmente, no hay reporteros en el estudio, pero justamente hoy en la mañana se levantó un escándalo que involucraba a uno de los nuevos artistas fichados por la discográfica. Ahora la atención se volverá hacia mí, por culpa del idiota de Max. Ya veo las noticias de hoy en la tarde o de mañana: La famosa cantante de pop, Nyx, fue vista saliendo de su estudio de grabación en hombros de un energúmeno mastodonte. Ok lo de energúmeno mastodonte no creo que lo digan, pero ahí está la idea.
Golpeo la espalda de Max y le pido que me baje, pero es inútil. Siento que se detiene, por lo que levanto un poco la cabeza, pero solo me encuentro rodeada de personas con cámaras, micrófonos y grabadoras apuntando hacia nosotros.

    —¿Nos puede decir quien es usted? —pregunta una mujer a la que no puedo ver. —¿Qué relación tiene con Nyx?

   —Su futuro esposo —contesta con burla el muy idiota.

   —No es cierto, ¡Me está secuestrando! ¡Llamen a la policía! —grito, pero no sé los gestos que Max les está haciendo a los paparazzi, que solo los oigo reír —No se rían, es cierto.

Las preguntas continúan, pero Max las ignora mientras sigue caminando hasta donde tiene aparcado el coche, me imagino.

   —Cuida a mi niña Max —exclama Harold

   —Con mi vida —responde el energúmeno abriéndose paso a través de la maraña de personas.

    —Esto es el colmo ¡Me estás traicionando Harold! —bramo, pero él ya no me oye.

    —Mañana se lo agradecerás —expresa, Max, yo solo me dedico a ignorarlo.

    Por fin me baja, pero sin dejarme escapar me mete en el coche y cierra la puerta con seguro. A veces puede ser inteligente el neandertal. Rodea el auto y se monta ante el volante, poniendo en marcha el vehículo.

     Diez minutos después entramos a una urbanización cerca de Beverly Hills. Las casas modestas con jardín nos dan la bienvenida. Es un barrio bonito, los niños se ven jugando en los jardines con sus mascotas y las madres conversando mientras los observan y toman te, o lo que sea que haya en esos vasos. Llegamos al final de la calle y nos encontramos con un gran muro de concreto. Lo único que me indica que hay una casa detrás de tal muralla es la puerta de un garage que sobresale. Max acciona el control y la puerta se desliza hacia arriba. Entra el coche y la vuelve a bajar, quedándonos en la oscuridad. No pasa mucho tiempo para que él se baje del auto y me ayude a salir a mí. En la penumbra me guía hacia una puerta que da a un hermoso jardín, lleno de flores y pequeños árboles, presidiendo la entrada a una sencilla casa de dos plantas, de estilo victoriano.

Max no me deja admirar mucho la estructura de la casa, ya que me toma de las esposas, cuidando, no lastimarme y me lleva hacia el interior y si ya era hermosa por fuera, por dentro lo es mucho más. Con suelo de madera de noble, paredes grises y beige, una pequeña chimenea en el salón lleno de muebles, sillones y un inmenso sofá; todos de color negro. Si tuviera que describir el hogar de Max, con solo una palabra, esa fuera: hombre. Se nota claramente que es la vivienda de un hombre soltero. Lo que es algo raro en realidad, ya que él no está precisamente soltero.

Indeleble/ Melodías del Alma Libro I  #pgp2023Where stories live. Discover now