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Tan pronto, se empezaron a escuchar unos disparos y las chicas en la habitación se pusieron nerviosas, al mismo tiempo la puerta era tocada insistentemente. ¿Qué es lo que estaba pasando? Era como si después de un rato alegre, se convirtiese en alguna pesadilla. Las tres chicas se miraban entre sí, con nervios a la expectativa de lo que pudiera pasar los siguientes minutos.

—Chicas, sea quien sea, debemos luchar hasta el final—dijo Laura mientras sostenía el fijador en su mano.

—Espera no podemos hacer algo brusco, que tal si nos hacen daño—dijo Elisa quien empezaba a soltar sus lágrimas.

—Rubén, contesta por favor...—dijo Rérica con algo de nerviosismo, mientras miraba su móvil y era inútil le mandaba directo al buzón.

Empezaron a derribar la puerta, hasta finalmente lo lograron y eran tres hombres vestidos de negro, y una especie de capucha con lentes, se encontraban armados y apuntaban a las chicas, las rodearon y examinaban a cada una de ellas.

—¿Quién de ustedes es Elisa?—dijo uno de ellos, mientras se miraban ellas entre sí y Elisa no podía más con su llanto, ambas chicas trataban de controlar a su amiga y está se desvaneció.

—Yo soy Elisa—dijo Rérica con algo de nerviosismo, pero pensó en sus amigas primero y en el estado de Elisa.

—La tenemos, vamos para allá—dijo uno de ellos y tan pronto era escoltada, miro por última vez a sus amigas y le hizo una seña a Laura de que todo estaría bien.

La iban escoltando por toda la cabaña y no veía por ningún lado, algún rastro de los demás invitados o todo estaba muy silencioso. Mientras en el jardín se llevaba una batalla entre los delicuentes y los hermanos Rocaluz, con Javier y César a un lado, ayudando en lo máximo posible.

—¿Quiénes carajo son ustedes?—dijo Erick mientras golpeaba a uno y lo noqueaba finalmente.

—No sé, pero debemos terminar pronto e ir a ver a las chicas—dijo Rubén mientras realizaba una técnica de defensa y su contrincante caía al piso.

— Iré a buscarlas, deben estar asustadas—dijo el menor de los Kovitoba, mientras era seguido por César Díaz.

—Creo que alguien, quiere arruinar mi campaña o arruinarme a mí, es la segunda vez que intentan hacerme daño de alguna manera—dijo mientras ambos corrían por los grandes pasillos de la cabaña.

—No pasa nada hombre, pero si deberías tener más seguridad al menos, para este tipo de situaciones—dijo el chico mientras se encontraba en blanco, al mirar que la puerta de la habitación de su hermana estaba destruida.

—¿Qué mierda pasó?—dijo mientras se acercaba y veía a las demás chicas en el suelo.

—¡Elisa!—dijo César asustado y tan pronto la cargo en sus brazos.

—Javi, vinieron unos hombres muy extraños y se llevaron a Rérica, buscaban a Elisa, Rérica les mintió, se hizo pasar por ella y se la llevaron, de seguro lo hizo por el estado de Elisa, posiblemente este embarazada, lo sabes tu César...—dijo algo molesta la rubia.

—No, no sabía eso...—dijo mientras  miraba a la castaña y tocaba su rostro.

En eso se escuchó un ruido y estaban en el marco Rubén y Erick quienes escucharon lo que la rubia dijo hace unos instantes y  el mayor se quedo inmóvil.

—¡Mierda! Llegamos tarde—dijo Erick mientras limpiaba algo de sangre de su frente.

—Mi hermanita...—dijo Javier mientras echaba una patada a una mesita de estar.

—Tengo que irme a resolver esto—dijo  Rubén mientras avanzaba César le intento llamar pero este no hizo caso, Erick también corrió a un lado con él seguido de Javier.

—Hermanito, ¿No crees que es hora de llamar al abuelo?—dijo el menor Rocaluz.

—Esta bien Erick, quiero resolver esto sin la ayuda del abuelo.

—No seas arrogante, que obtuvieras el puesto no quiere decir que tengas suficiente experiencia, no te cuesta nada pedir algo de ayuda Rubén, seguro la encontraremos.

—Rérica podrá verse débil, pero es inteligente se que mientras estará bien, por favor salva a mi hermana—dijo Javier quien le tocaba el hombro en señal de apoyo.

Mientras Los Rocaluz se dirigían a la ciudad rumbo a su hogar para hablar con el antiguo comandante. Rérica iba en una camioneta junto a aquellos hombres.

—Mira que guapa jovencita—decia uno de ellos, mientras le tocaba una de sus mejillas y está volteaba tratando de evitar que lo hiciera.

—¡Alejate!—dijo algo molesta.

—El jefe, nos mandó algo tarde la información—dijo uno que iba en el asiento del copiloto, mientras miraba unas fotografías de su móvil.

—Espera... Ella no es la chica—de pronto, el que iba manejando freno bruscamente.

—Entonces... ¿Que haremos con ella?—dijo el que iba a lado de Rérica, y él otro seguía examinando las fotos.

—Compañeros, hoy festejaremos y brindaremos por un buen trabajo—dijo sonriente él del móvil.

—Hemos atrapado al pez gordo, y sin tener que buscarlo, nos ha ahorrado mucho, ella es quien principalmente el Jefe busca, Rérica Kovitoba—les enseña la foto de ella y la chica se quedó impactada.

—¿Quién? ¿Quién me busca? Díganme, por favor...

—Niñata, no podemos decirte nada, te llevaremos con nuestro jefe, no se que harán contigo, así que suerte jajaja, así que no intentes escapar o el mismo te matará, no juegas con él.

Pasaron aproximadamente 2 horas y finalmente llegaron a una mansión que se encontraba escondida en la ciudad vecina.

—Señor, hemos traído a la chica a quien realmente buscaba—en eso le quitan la venda de los ojos a Rérica y está observaba que venía bajando unos escalones, un hombre apuesto de tez blanca y cabello al hombro.

—Señores, su recompensa será irse al cielo...—en eso se escucharon tres disparos,  Rérica cerró sus ojos rápidamente, imaginando la escena que acababa de pasar, prefirió mantenerlos así y el miedo la invadía junto a sus lágrimas. él hombre les hizo una seña a sus ayudantes, prontamente se llevaron los cuerpos de los caídos.

—Princesa, está bien puedes abrir tus ojos, ya ha pasado—le susurró a su oído y con miedo los abrió.

—Ves, los tipos malos se han ido, se lo merecían por traerte en tan pésimas condiciones, sabes Rérica he esperado tanto tiempo por ti.

—Señor... No tengo idea de quién es usted ni lo que quiera, pero no me haga daño.

—Ten lo por seguro, no te haré daño ni dejaré que nadie te toque, siempre y cuando prometas pórtate bien, sigue mis reglas y vivirás, no las sigues y morirás, seguro nos llevaremos genial.

—Sí señor...

—Vamos no seas tímida, se que te enamoras de mí pronto, ese estúpido de Rocaluz no merece semejante belleza como tú.

—¿Puedo saber cuál es la razón de que esté aquí?

—Poco a Poco princesa... creo que es hora de ir a descansar,pronto amanecerá, al menos durmamos un poco, te llevarán a una habitación donde estarás cómoda, tiene todo lo que ocupas, por favor llevenla... Por cierto soy Demián, tu futuro esposo.

—¿Ehh?—en eso la tomaron del brazo y la llevaron a su habitación.

Mientras los hermanos Rocaluz, llegaban finalmente a su hogar, en un lugar exclusivo de la ciudad, se encontraba la Mansión de estos hermanos.

—¡Abuelo! ¿dónde estás?—dijo Rubén desesperado.

—Oye viejo, no es hora de jugar a las escondidas—dijo el menor.

—El señor Rocaluz, les espera a ambos en el comedor para una reunión—dijo el mayordomo, ambos se marcharon para reunirse con él.

Las cosas habían dado un giro drástico, la vida de Rérica se encontraba en peligro, y un misterioso hombre la tenía en sus manos. Prontos secretos saldrian a la luz, pero lo importante es traer a la dueña de Bambiros Club a salvó, un desesperado Rubén busca salvar a la persona que más le importa y sabe que en estos casos, el tiempo vale oro.

Bambiro's ClubWhere stories live. Discover now