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El día era demasiado tranquilo a ojos de las personas que iban y venían en las pocas calles del pueblo comprando lo necesario para empezar con el pie correcto su jornada diaria mientras otros, los más ancianos, se encargaban algunos de sus puestos en pequeñas tiendas o charlaban con los que pudiesen para compartir los rumores de la semana. Cualquier noticia volaba rápido gracias a esas personas.

Por lo mismo es que la amable Inko se encontraba angustiada. Podía escuchar leves murmullos de la llegada de un lobo al pueblo, otros hablaban sobre un incidente en el santuario en la madrugada. Su corazón latía con fuerza cada que escuchaba esas cosas pues sabía que su hijo solía ir a ese sitio a esas horas, en momentos así detestaba la idea de que el peliverde siempre dejara su teléfono en casa.

Le había comprado uno hace un tiempo cuando había decidido ir por primera vez a la ciudad. No quería quedarse esperando por varios días a que llegasen cartas con noticias de él así que, aún sabiendo la baja señal telefónica del pueblo, le compró un teléfono móvil que rara vez utilizaba.

¿Cómo saber en ese momento si él se encontraba bien?

Una vez terminó de hacer sus compras caminó con prisas con dirección a su hogar, aunque realmente no iba a quedarse ahí sino que seguiría más adelante hasta llegar al santuario. Su instinto maternal le indicaba que algo no iba bien, ella deseaba de igual forma haber nacido con un segundo género. No era muy común, aquello en realidad era parte del 5% de la población mundial, pero aún así tenía entendido que las madres con un sub género podían sentir si sus crías estaban bien o no.

Ni siquiera entraba en la categoría de "Beta", era una humana sin más.

No había caminado demasiado en cuanto una desgastada camioneta disminuyó su paso a su lado, Inko observó al conductor a través de la ventanilla dándose cuenta de que se trataba de uno de los guarda bosques del santuario, Yamada Hizashi.

— ¿Yendo a casa, señorita? — preguntó con su característica forma burlesca de comunicarse, ya todos estaban acostumbrados a eso. Inko soltó una suave risilla que encantó al rubio, pero que lo desconcertó una vez la vio desaparecer tan rápido como pudo admirarla.

— Voy al santuario, estoy demasiado preocupada por Izuku. ¿Ha ocurrido algo con un lobo? — hablaba mientras Hizashi se bajaba con prisa para abrirle la puerta de la camioneta del lado del copiloto a la mujer con claras intenciones de ayudarla a ir más rápido. Ella sonrió agradecida aceptando el gesto. — He escuchado muchas cosas en el pueblo, no estoy segura aún si deba preocuparme o no, pero tengo un mal presentimiento

Don't worry, my lady. Me encargaré de comunicarme con la estación del santuario para ver cómo va todo, pero permítame llevarla, después de todo yo también me dirijo hacia allá — una vez ambos estaban arriba en la camioneta, arrancó con una velocidad un poco más alta que al inicio. Tomó su radio, no deseaba que la mujer siguiera sintiéndose tan mal durante el trayecto.

Intentó durante un rato, le hablaba principalmente al guarda bosques Aizawa que sabía no bromearía sobre la situación que estuviese ocurriendo en el trabajo, pero nadie parecía tomar la "llamada" por radio. Así por unos minutos que se volvían eternos para ambos hasta que al fin recibió noticias.

— El lobo está fuera de control — sintió que debía tomar la mano de la mujer para calmarla, pero aquello sería soltar el volante o detener el auto, así que dándole una rápida mirada de consuelo siguió adelante con más prisa mientras escuchaban — El chico Midoriya... — un pequeño corte de la radio, Inko ya estaba al borde del llanto pensando en lo peor — se ha desmayado, probablemente ataque de pánico, apúrate en llegar imb... — otro corte justo para omitir el insulto de todos los días.

Una vida en el campo [KatsuDeku]Where stories live. Discover now