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Despertó, brincando de su asiento al mismo tiempo.

Había sido un sueño extraño, aunque más bien consideraba esos recuerdos como una pesadilla, no soñaba con el pasado desde hace tiempo.
Casi por instinto volteo a ver a su esposa más adelante en su asiento, le señalaba un artículo de revista a su hija con gran euforia.

Suspiro tallando su frente.

– ¿Está bien...? – le pregunto el chico de cabello teñido.

– Si... ¿Que me despertó? – aunque claro que eso lo había salvado.

– Una turbulencia, aterrizamos en 15 minutos – le contesto con calma, y el asintió viendo cómo efectivamente se acercaban a tierra firme.
Observo la ciudad de New York, era enorme y tan habitada como su país natal, frunció ligeramente su ceño al recordar el motivo de estar ahí.

– ¿Listo? – pregunto sin verlo.

– Espero estarlo señor.

Eso le basto para seguir viendo por la ventanilla, hasta que el aeropuerto se hizo visible y la velocidad del avión disminuía, ahí supo que casi era tiempo de bajar.

5 minutos después el movimiento se detuvo completamente, y les pidieron bajar sus maletas con cuidado al mismo tiempo que bajar por una escalera que llegaba hasta el piso de concreto.

Esperaron en la sala para recoger las maletas restantes.

Mientras los Uchiha hacían los trámites correspondientes, los jóvenes estaban apartados con sus mochilas colgando en espalda y hombros.

Incómodo, un ambiente incómodo.

Y no mejoro cuando un chico más alto que ella y de cabello rojo aprecio tocando su hombro.

– Disculpa – llamo con voz gruesa, aunque amable.
Al voltear se encontró no con un chico, con un hombre mayor a ella, más o menos de la edad de sus padres, cabello rojo y ojos color miel.

– ¿Si? – lo miro de frente, el la vio de pies a cabeza, su expresión había soltado un deje de decepción, la azabache lo miro confundida.

– Lo siento, creí que eras otra persona... – giro su vista a las vitrinas del aeropuerto, pronto su cara cambio a una complacida, era ella después de todo.

Su corazonada no había fallado.

– ¿Se te ofrece algo? – intervino Kawaki, que nada más conectaron miradas, lo escaneo.
El hombre sonrió, al parecer era de familia escoger chicos que no les convenían.

– Conozco a tus padres – le hablo directamente a Sarada, ignorando al chico más alto.

– ¿Mis padres? – se sorprendió subiendo sus lentes – Nunca me hablaron de ti – lo miro desconfiada, dando un paso para atrás.

– No creo que a tu padre le emocioné la idea – soltó una risa que no hizo más que incomodar al chico, no le daba buena espina. Era un engreído.

Kawaki tomo a Sarada de la cintura al ver cómo el hombre no le daba espacio personal, pero al parecer no se acercaba a ella, si no a la mujer de pelo rosa que se acercaba a sus espaldas.

– Cerezo... – la apachurro en un cálido abrazo, que la Haruno correspondió algo incómoda por la mirada efusiva de su marido.
Sasuke sin poder evitarlo la separó sin mucho esfuerzo de Sasori, este solo lo miro mal, de manera tan disimulada que era molesto.

Mientras que Sasuke nunca fue bueno ocultando su disgusto.

– Sasori, que... Que sorpresa, no te veía hace que... ¿17 años?

La vida no es tan mierda cuando estás aquí   (SasuSaku) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora