veintisiete

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Los ruidosos zapatos de tacón hacían eco en los silenciosos pasillos de Hogwarts. La portadora de éstos iba y venía delante de la puerta de la oficina del director Dumbledore, esperando impaciente que el hombre la atienda.

Apenas eran las diez de la mañana, y como era sábado, la mayoría de los alumnos decidieron saltarse el desayuno y continuar durmiedo hasta el mediodía.

- Adelante, señora- comenzó a decir la profesora McGonagall antes de ser interrumpida.

- Señorita - le corrigió la mujer.

- Señorita - repitió la profesora - El director la está esperando -

La mujer apresuró su paso para adentrarse en la oficina, encontrándose frente a frente con el barbudo hombre. Éste la observó con una dulce sonrisa.

- Ah, Amelia. Qué bueno que pudiste tomarte un tiempo y venir hasta aquí. Me alegra mucho verte - soltó el hombre, quien tenía una taza de té en sus manos - ¿Gustas? Aún es hora del desayuno -

- No, gracias - respondió cortante.

- ¿Segura? Es muy delicioso -

- Muy segura - dijo seria.

- Toma asiento, por favor. Me imagino que el viaje te ha cansado ¿dónde está tu pequeño bebé? ¿y tu esposo? -

Amelia entrecerró sus ojos.

- Vine sola. Y no es mi esposo -

- Bueno, tuvieron un hijo. Creí que la relación de ustedes-

- ¿Podemos ir a lo importante, Albus? Tengo muchas cosas que hacer y esto es algo que me preocupa bastante. No creo que mi relación amorosa actual deba tomar protagonismo en este momento -

El director sonrió al escucharla. Los años podrían haber pasado, pero la actitud rebelde que Amelia tuvo durante su adolescencia en Hogwarts seguía presente en ella.

- Por supuesto, Amelia - respondió él y ambos tomaron asiento frente a frente, con el escritorio que los separaba - Creo que ya estás al tanto de la situación de Emma - la mujer asintió - Bueno, esta semana tuvo dos episodios muy fuertes. Uno en la clase de Adivinación, y otro ayer en la noche, mientras dormía -

- Le prohibí que use la bola de cristal en casa. Es peligroso que lo haga cuando sus poderes están en pleno desarrollo -

- Y eso es algo que tú, más que nadie, lo sabe - le dijo Dumbledore antes de beber un sorbo de té mientras la miraba a sus ojos - Pero también, no debemos dejar de lado el alto nivel de curiosidad que tiene tu hija -

Amelia sonrió levemente al escuchar eso.

- Eso es algo que tienen en común las dos - agregó él mientras le devolvía la sonrisa - Sus visiones parecen ser mucho más trágicas, o al menos eso es lo que imaginamos debido a sus gritos. Lamentablemente, no tiene la valentía de decirnos qué es lo que vio y le generó tanto terror ¿Se te viene a la mente algo que pueda estar atormentandola, Amelia? -

Amelia pensaba en la cantidad infinitas de situaciones que podrían estar logrando que su hija tuviera esas visiones.

Albus observo fijamente a la mujer, tratando de encontrar una respuesta en su mente, algo casi imposible.

- Oclumancia - volvió a hablar Dumbledore antes de que ella logrará responder - Siempre has sido una persona que mostrará interés en ello. Me alegra mucho que por fin hayas logrado dominarla -

- ¿Intento saber lo que estaba pensando? - de nuevo, Dumbledore le sonrió levemente. Amelia giró sus ojos.

- Emma es una de las alumnas con más potencial que he visto, y te aseguro, que a lo largo de mis años, he visto a muchos niños por aquí. Se esmera en cada lección, en cada hechizo, pero hay algo en su cabeza que no la está dejando terminar de desarrollar la Legeremancia ¿te suena familiar? -

𝒕𝒉𝒆 𝒘𝒂𝒚 𝒊 𝒍𝒐𝒗𝒆𝒅 𝒚𝒐𝒖 {𝒐𝒍𝒊𝒗𝒆𝒓 𝒘𝒐𝒐𝒅}Where stories live. Discover now