dieciocho

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La primera navidad de Gus Collins había sido maravillosa.

Pasar las fiestas en un hotel no era algo muy común, mucho menos algo fácil. Pero no decir que todos los que lo rodeaban se encargaron de que sea especial sería una mentira. Mucho más su hermana mayor, quien no podía pasar un segundo sin estar encima de él.

La noticia de un hermano menor para Emma había sido algo chocante. Significaba que oficialmente Adam sería parte de la familia, lo cual no era algo malo, pero si algo que no creía posible. Que un muggle se una a una familia mágica no es algo tan fácil como parece, y muchos magos lo toman como algo anormal. Las costumbres son diferentes, las formas de vida también, pero, si ellas habían logrado acoplarse a ambos mundos ¿por qué él no podría hacerlo?

Aunque lo polvos flú, al igual que muchas cosas más, no eran los favoritos de Adam, no podía negar que amaba las mágicas visitas de la familia Collins, y esa helada mañana del 26 de diciembre no era la excepción.

Una tormenta de nieve había cubrido la ciudad de Nueva York la noche anterior, y era casi imposible visualizar algo en las calles. Los noticieros habían declarado alerta amarilla y no recomendaban seguro salir a menos que sea realmente una emergencia.

Emma había escuchado sobre ello, por eso iba a aprovechar cada minuto del día para dormir todo lo que no pudo en Hogwarts.

- ¡GUERRA DE NIEVE! - escuchó que gritaron luego de que abrieron la puerta de su dormitorio.

Sintió como algo frío golpeó en su frente y un líquido helado comenzaba a recorrer su rostro. Era una bola de nieve.

- Vas perdiendo - volvió a hablar Tommy antes de cerrar la puerta y salir corriendo por el pasillo del hotel.

- ¿Tengo que aguantar a éste molesto aquí también? - se preguntó ella - ¡TOMÁS! - le gritó.

Al igual que Tommy, Emma salió a correr los pasillos del hotel con el fin de encontrarlo y hacerlo pagar por lo que había hecho. Lamentaba no ser mayor de edad aún y poder usar magia en él. Tenía el hechizo perfecto para vengarse.

Cuando llegó al lobby, aún con su pijama rosa puesto, se encontró con unas caras que no le eran para nada familiares.

- Disculpe señorita ¿sabe donde está la recepcionista? Necesito mis llaves ya mismo - preguntó un hombre con un muy notable acento inglés.

Si, por supuesto que sabía quién era la recepcionista, pero no dudaba de que seguramente estaba dándole de comer a Gus y había olvidado por completo que debía dejar un reemplazo.

- Y-yo... Puedo registrarlos si gustan - fue lo primero que se le ocurrió.

Emma se apresuró al mueble y abrió el enorme libro de firmas que solían utilizar para administrar el hotel.

- ¿Le molestó con sus documentos? - preguntó Emma.

- ¿Es un chiste? Pagué la suite aquí hace días ¿Cómo es posible que no reconozcan a sus propios clientes? -

- Llegue hace unos días de Europa. Lamento no reconocerlo ¿señor? - dijo Emma tratando de parecer simpática.

El hombre la observó con desaprobación y le entregó su identificación.

- Le agradezco, señor Watson. Señor Watson - dijo buscando el nombre en el enorme libro - Aquí esta. Suite August - tomó las llaves y se las entregó - Disfrute su estadía, señor Watson -

- La disfrutaría más si no tuviera que cruzarme con personas en pijama a estas horas del día - susurró él.

Emma lo había escuchado. Si bien tenía razón, no tenía muchas ganas de pelear, al menos con él. Se descargaria tirándole bolas de nieve a su primo.

𝒕𝒉𝒆 𝒘𝒂𝒚 𝒊 𝒍𝒐𝒗𝒆𝒅 𝒚𝒐𝒖 {𝒐𝒍𝒊𝒗𝒆𝒓 𝒘𝒐𝒐𝒅}Where stories live. Discover now