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—¡Ya! ¡Park jihyo!— gritó la pequeña Nayeon luego de quedar completamente empapada por un globo de agua que había impactado sobre ella. ¡Le voy a decir a mi mamá! Vámonos, kookeu.—

La pequeña coreana se alejó con su perrito, encaminándose ambos a su casa. Mientras tanto, una traviesa niña de siete años se reía sin control en su casita en el árbol. Le parecía tan divertido molestar a sus vecinas, las cuales le parecían muy fastidiosas. Siempre jugaban fuera de sus casas y nunca la invitaban.

—Genial, ya le di por tercera vez en semana. Mi puntería ha mejorado ¿verdad, Godzilla?— Le comentó Jihyo a la rana que pasaba tiempo de vez en cuando en aquella casa en el árbol junto a ella, haciéndole compañía.

Lo cierto era que la niña de cabellos cortos y algo revueltos no tenía amigos, así que pasaba las tardes en su pequeña guarida, donde nadie la podía molestar pero ella sí podía jugarles pequeñas bromas a los demás. Desde su punto de vista, era justo, ya que las niñas del vecindario no la dejaban jugar con ellas porque, según ellas, Jihyo es muy tonta y pequeña para jugar con ellas ¡Ella no es pequeña, para nada! Ya casi cumple ocho años.

—Hyo!— la llamó su prima Chaeyoung desde abajo. Ya sabía que a la menor no le agradaba que entren a su casita sin permiso. Aún tiene la cicatriz en su codo de la vez en la que entró sin permiso y Jihyo la empujó al suelo. -La tía dice que bajes, es hora de merendar.

—Argh, ¡dile que ya voy!— Soltó con molestia, dejando sus pistolas de agua y globos en el suelo de su casa en el árbol para luego proceder a bajar por las escaleras de madera que ella misma había pintado de amarillo.

Cuando sus piececitos tocaron el suelo, corrió hasta el interior de su casa y se dirigió a la cocina, emocionada por la merienda.

—Hyo, mi niña, hice pastel de fresa, tu favorito.— Los ojos de la pequeña se iluminaron al escuchar las palabras provenientes de los labios de su madre y
no pudo evitar dar saltitos de felicidad.

—!Yay, fresas! — Tomó una rebanada del pastel y se dirigió escaleras arriba, decidida a ir a su habitación, pero desaceleró el paso al notar que provenían risas de esta. Se acercó con cuidado y asomó su cabeza por la puerta, encontrándose a su prima sujetando su peluche favorito, un unicornio con enterito verde, y una niña desconocida riéndose también.

Sus mejillas se volvieron rojas por el enojo, lagrimas amenazaban con salir de sus ojitos y el pastel se cayó de sus manitas ¿Quién podía ser tan cruel al burlarse de su unicornio? Él era su único amigo y no permitiría ese tipo de trato hacia él. Entró muy enojada y les arrebató a su compañero de felpa.

—¡Váyanse! ¡No toquen mis cosas!— Empujó a su prima y a aquella niña fuera de la habitación, para luego cerrar la puerta de un portazo. Se sentó a los pies de la misma y lloró abrazando sus rodillas.

—Eres una llorona, Jihyo. Sólo es un muñeco... Vámonos, Sana.— Escuchó decir a su prima desde el pasillo, quien soltó una risita y se fue junto a su amiga.

La pequeña Jihyo estaba muy molesta, sin duda alguna. Tan molesta que no se dio cuenta de que aquella niña, Sana, olvidó su abrigo allí.

𝗧𝗿𝗲𝗲𝗵𝗼𝘂𝘀𝗲 𖦹 SAHYODonde viven las historias. Descúbrelo ahora