Se presume culpable

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El día que Stan decidió ser sincero con Mia Dekker e informarle quien era. Lo dijo, se largó sin esperar una respuesta de su parte. El actuar de ella, no necesitó palabras y fue entendida a plenitud. Mía, abandonó la casa, por las cámaras y desde el móvil tuvo que presenciar el momento en que la mujer, se embarcaba en un taxi con una maleta y su perra Bruna. En adelante, no hemos sabido de ella y el móvil obsequiado está apagado.

Un golpe duro para un hombre que había hecho lo que consideró de todo para demostrarle amor, pero le faltó una cosa, decirlo. El desarrollo de las cosas sería distinto de haberse atrevido a confesarle su amor antes de cualquier cosa. A partir de ese instante, no regresó más casa y en los siguientes días se dedicó a finiquitar su trabajo con Emma Frederick.

Le entregó las llaves de la casa a Nikolái (el propietario), dando carta libre para venderla o hacer lo que mejor le pareciera con ella. Después de lo cual se fue de viaje, se asegura sepamos donde está, pero no da muestras de querer volver.

La casa se pondría en venta, por el momento era imposible, aún había cosas de Stan en su interior y se negó a sacarlas.

La venta de la propiedad, la ausencia de Stan o la desaparición de Mía, no era tan importantes para mí como Lissa, Mika y Ava. Han sido treinta y cinco días calmados, en ese tiempo me he apersonado de la enfermedad de Lissa y le he acompañado a todos los controles.

Mi acercamiento con Mika es cada vez más fuerte y hasta Ava se está portando como nunca. Hoy teníamos la primera quimio, el domingo habíamos apartado el tiempo para que Mika y su hermana se volvieran a ver.

—¿Me estás escuchando? —Nikolái exige atención y regreso a mi realidad.

—Retíralas y quémalas—hablo distraído al imaginar que habla sobre las cosas de Stan —no hay nada allí que no pueda volver a comprarse.

Nuestra plática es en la recepción del segundo piso, a pocos pasos de la oficina. Solo estamos él y yo, James había llegado, pero se encerró en su oficina. Es un tipo listo, eficiente, pero de pocas palabras y roces sociales. Perfecto para nuestra poca o nula vida social.

—No lo haré —murmura cruzando sus brazos —que el maldito anómalo y cobarde lo haga. Ustedes son una vergüenza. Uno peor que el otro.

—¿Podría saber el motivo por el cual me ofendes esta vez? —mi pregunta lo hace resoplar y a mí sonreír.

—¿Te atreves a preguntar?

—¿No veo por qué no pueda? —reclamo cruzándome de brazos —en estos días resulta que eres un erudito en las emociones y comportamientos.

—Cualquiera puede hacerlo mejor que ustedes —se mofa —los años me enseñaron algo muy importante. Si quería algo, iba por ello, si me gustaba una chica la conquistaba con detalles antes de confesar mis intenciones...

—¡Cogértela! —afirma divertido. —¿Te decían que no?

—Un noventa por ciento de las veces —se alza de hombros indiferentes— Existen muchas formas de hacer que alguien haga lo deseas y que parezca idea de ellos, no nuestra. Encerrarla no es una de ellas, no llamarla en años y aparecer en su vida fingiendo que nada pasó, tampoco.

—Me gustaría verte en acción con una mujer —mi voz sale más amarga de lo que quería y a él le divierte — ver si aplicas tus consejos o solo estás siendo un grano en el culo.

Ante mi comentario solo sonríe y se dirige a la cafetera de donde se sirve la acostumbrada tasa de café. Como suele ser todo, la de él es tres veces más grande de la normal, lo peor de todo es que la llena.

Akim (Saga Angeles  y Demonios #4)Where stories live. Discover now