Acorralado

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Alivia saber que los celos de su hermana le divertían a Lissa. No obstante, era imprescindible limar asperezas, aunque ella lo tomara relajada. En medio de risas y bastante divertida por la situación, narró la molestia de su hermana.

No pasar tiempo con ella, llevaba cuatro domingos sin ir a la casa del lago, ocultar su enfermedad y preferir a un extraño antes que a ella.

—Será peor si le decimos lo que arrojó la escuela —confieso.

Ella tuerce los labios en una mueca divertida y se encoge de hombros. Su sonrisa le delata. La escuela sugerida para mi hijo, le fueron encontradas fallas de seguridad. Nikolái y yo logramos ingresar sin problemas, en horarios distintos y sin generar sospechas. Y era solo un grano de arena, comparado con lo demás.

Rejas averiadas, paredes agrietadas, personal de vigilancia no capacitado y una salida de emergencia obsoleta. Por si fuera poco, hallamos varios niños por fuera del aula y en sitios no autorizados. Le envié a Lissa las fotos de adolescentes en la azotea fumando hierva sin control.

—Le reenvié todos. —se excusa.

—¿También los motivos? —afirma.

—No importa cuantos motivos les des, Cassy lo verá como personal. —habla segura —mis sobrinos, sus hijos estudian allí y no han tenido problemas... Es lo que dirá —se apresura a decir cuando estoy por protestar.

—No me gustó lo que vi —concluyo.

—Es imposible tenerlo encerrado hasta los veinte —razona y suelto el aire —es tu hijo —con eso pareced decirlo todo.

—Shhh—nos reprenden dos mujeres de la parte de adelante.

El pedido de silencio viene acompañado de miradas de reproche y movimientos de sus manos. Ambas mujeres nos muestran el sitio en el que estamos, aunque el servicio no haya empezado, todos guardan silencio arrodillado, en pie o sentados.

Es la segunda vez que piso un lugar de estos. Siendo la primera recién nacido y eso me daba un nulo recuerdo de una iglesia. Fui dejado por alguien en una de ellas y encontrado por el sacerdote que oficiaría el servicio.

De estudiante evadí todas las veces que debía entrar a una de ellas de diversas maneras. Ya mayor y dentro de los cincuenta, pedía suerte lanzando una moneda al aire o cruzando los dedos. Eso no quería decir de ninguna manera que fuera ateo, era que desconocía a ese Dios del que todos hablaban.

Guardo silencio ante el desconocimiento de no saber qué hacer en cada situación. Siendo mi hijo y la mano que con fervor me sostenía el que me ayudaba o imitando a todos los presentes.

Sobre cómo acabé al final del día en una iglesia, viendo a Wells ser presentado como el párroco de la misma, no lo tengo claro. Lissa me dijo que había recibido una invitación de su amigo, nos quería a los tres en su servicio.

Mika no se distraía con la presencia de su amigo frente al altar, todo lo contrario. Lo que para mí era una coreografía molesta y sin sentido, para madre e hijo, suponía su fe y por ello la respeté. Mi hijo conocía cada acto, levantarse, sentarse, arrodillarse, etc.

Esto último le generaba dificultad, pero lo solucionaba arrodillándose de espaldas al púlpito y con la cabeza en el asiento. Una vieja costumbre, ya que su madre no se sorprendió como yo al verlo, ella seguía con la mirada al frente, manos abiertas como si esperara que algo le cayera del cielo.

¿Fe? Pienso viendo a mi alrededor intentando entender ese comportamiento. Que me dejaran en una iglesia, me dice que quienes lo hicieron eran creyentes. Es posible que buscaban lo mismo que a quienes tengo a mi alrededor, una fuerza desconocida me ayudara.

Akim (Saga Angeles  y Demonios #4)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora