Mi pasado y familia.

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Moscú, Rusia.

Trece años atrás

—Eres marica y yo odio los maricas —brama mi compañero al lanzarse contra mí por segunda vez.

—Lo dudo —sonrío —Me crees uno y no haces más que perseguirme.

Ese ¡Uh! De mis compañeros de clases y risas presiden a mis palabras, vitorean y lanzan arengas a favor o en contra Mía. Retrocedo al asestar un buen golpe en su boca y de ella sale el espeso líquido carmesí.

—La escuela no es para escorias como tú —insiste—tu lugar es en un basurero, en donde muy seguro has salido ... ¡Marica!

—No soy yo el que sangra como una virgen Joshua.

Estanislav, mi hermano siempre me decía que mi poca capacidad para guardar silencio me metería en problemas. En realidad, no tengo la culpa de tropezar con imbéciles y faltos de cerebro.

—¡A él! —ordena a la turba de amigos, mi sonrisa no se va, ni siquiera cuando me rodean y veo que me superan en número.

—Un verdadero hombre se basta así mismo para solucionar sus conflictos y no necesita de terceros —observo a sus compañeros antes de seguir —no es mi hombría la que está en juego aquí.

Los demás se mofan de Joshua y a los miembros de su pandilla no les gusta que dañara la reputación de su líder. ¿A qué cojones vine al mundo? Seis palabras formando una pregunta que rondaban mi cabeza desde hace mucho tiempo. Hoy, lo repito al ser inmovilizado por tres y recibir los primeros golpes de Joshua y su pandilla.

Fui abandonado en la Iglesia de Santa Úrsula (Kouvola) un 26 de marzo, en una madrugada de invierno. Me encontró el sacerdote que oficiaría la eucaristía de cinco de la mañana. Pasé a manos de un hospicio estatal, en donde me escapé por malos tratos y pésima alimentación a la edad de cinco años.

Ocurrió luego de ser azotado, no recuerdo muy bien los motivos, la gran mayoría eran estupideces de mujeres frustradas por la falta de sexo. Por lo menos, eso era lo que solía decir Nikolái y el recuerdo del día en que lo dijo me hace sonreír.

—Le gusta.

El chico que lo dice asesta un golpe en mi rostro, un segundo lo hace en mi abdomen. En nada me encuentro recibiendo patadas y puños de todos lados. Un grupo de compañeros intentan impedir que sigan, pero le es difícil controlar el odio que los posee.

¿Mi pecado? Ser extranjero, manejar mejor su idioma que ellos y mis buenas notas. Todo se deriva a mis rasgos orientales y no tener familia. La escuela suele tener actividades con padres y los míos nunca van, ni yo acudo a esas tonterías. Mis ratos libres los dedico a entrenar, para ser digno de ser un cincuenta.

—Son unos imbéciles —les reto ahogando un quejido de dolor —los desafío a un duelo de varones, esto que hacen es de cobardes, maricas y lameculos.

—¿Qué es esto?

Alguien se abre paso dentro de la multitud y la reacción es soltarme mezclándose con los demás. Cuando el profesor llega a mitad del círculo solo estamos Joshua y yo, ambos golpeados.

—Borch empezó, yo solo me defendí.

De rodillas y sin poder moverme lo veo directo a los ojos, es una vil mentira, todos lo saben hasta el profesor, pero nadie está dispuesto a decir la verdad. Ser el nuevo, extranjero y no tener padres, pesa, ser diferente también, pero pobre en ambiente de ricos, es el peor pecado a cometer aquí.

—Señor Borch, queda usted suspendido por una semana —mira a Joshua —usted también y al volver lo harán con sus padres, de lo contrario no se tomen la molestia de regresar.

Akim (Saga Angeles  y Demonios #4)Where stories live. Discover now