32

17.6K 1.3K 799
                                    

ALEXANDER

Había una presión asfixiante comprimiendo mi tórax. Impidiéndome poder respirar libremente.

Sentía mis manos apretarse y abrirse repetidas veces. Escuchaba mi respiración agitada y distorsionada en mis oídos y, en la profunda oscuridad en la que me encontraba sumergido, podía sentir mi cuerpo moverse con brusquedad.

Intentaba abrir mis ojos, pero éstos parecían haberse sellado para mantenerme en esa penumbra llena de recuerdos.

Ahora convertidos en pesadillas.

Pesadillas que habían estado jodiendo con mi cabeza por muchos años. No me sentía orgulloso de vivir siendo consumido por acciones de mi pasado. Pero mi mente era una hija de puta que se había convertido en un enemigo formidable capaz de vencerme cada vez que se le antojara. Toturándome a través de vivientes recuerdos que se proyectaban en mi cabeza como una cruel burla destinada a martirizar.

Tenía que luchar conmigo mismo para no perder la cordura, y así también, para evitar hundirme más a ese pozo infinito lleno de demonios que amenazaban con seguir arrastrándome más hacia el fondo. Sin darme ninguna oportunidad de luchar para poder liberarme.

Alex.

La baja voz susurrada se escuchaba lejana. Era tranquilizador escucharla. Calmaba un poco la tormenta que se estaba gestando en mi interior.
Apaciguándola.

Era una voz que había escuchado por mucho tiempo, pero que con el tiempo comenzaba a volverse difusa. Creí haberla olvidado, o al menos creí que estaba comenzando a hacerlo. Pero al parecer no era así.

Esa oscuridad que me rodeaba ahora comenzaba a desvanecerse frente a mí. Pero no era suficiente. La oscuridad aún persistía, pero en medio de ella comenzó a aparecer un punto claro y brillante que resaltaba con intensidad en medio de esa negrura sin final en la que ahora me encontraba.

Una silueta comenzó a tomar la forma de una persona de mediano tamaño y prosiguió a abrirse paso a través de ese punto deslumbrante.

Con pasos lentos, avanzó hasta acercarse a mí y sentí el asombro estrellarse en mi cuerpo cuando finalmente la vi con claridad.

Il mio piccolo Alex.

Dijo ella con voz cálida.

—Mam...ma.

Llevé mis manos a mi garganta cuando escuché mi propia voz. La cuál ya no parecía mía. Se oía infantil y temblorosa. No había ronquera ni seguridad en ella. Todo lo contrario. Se escuchaba débil y asustadiza.

Luego miré dichas manos, ya no habían callos en ellas, tampoco se sentían ásperas. Se veían demasiado pequeñas y suaves. Mis dedos eran como diminutas ramas frágiles los cuales serían muy fáciles de romper.

Miré a mi madre.

Ven aquí mi pequeño. Mamá te ha extrañado.

Comencé a caminar hacia ella, mis pasos eran cortos y el camino parecía volverse interminable con cada paso que daba.

Desde que ella se fue no había tenido a nadie durante mucho tiempo. Estaba solo la mayor parte del tiempo. Viviendo en la calle, durmiendo en cualquier esquina. Comiendo lo que cualquiera me regalara.

Tenía que apresurarme para alcanzarla.

Quería llegar pronto a ella.

Yo también la había extrañado.

Tenía miedo de que desapareciera.

De que me dejara solo otra vez.

Cuando pude llegar hasta donde ella se encontraba, me tiré a sus brazos. Ella no dudó en envolverme en sus delgadas extremidades y levantarme. Me apretó en su cuerpo y yo enterré mi cabeza en su cuello.

SWEET CAMELIA ©Where stories live. Discover now