P R Ó L O G O

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BROOKE

13 AÑOS

Hoy había durado mucho más tiempo.

Exactamente cuatro minutos más.

Cuatro minutos que parecieron años.

Mi mirada había estado pegada en el reloj colgado en la pared. Esperando.

Esperando que todo terminara.

Camine lentamente a través del pasillo sosteniendo mi cuerpo en la pared. El dolor en mi espalda era casi insoportable, era como si fuego me estuviese quemando viva. Con cada paso sentía como la sangre rodando de mis heridas manchaba mi camisa y caía al suelo. Tendría que limpiar eso más tarde.

Entre al cuarto de baño que se encontraba a unos cuantos metros lejos  de mi habitación y cerré la puerta con cuidado. Giré mi rostro hacia el espejo y observé mi reflejo.

Pómulos hundidos, piel pálida y ojeras tan negras adornaban el contorno de mis ojos.

¿Por qué eres tan débil?

Una pequeña risa salió de mis labios mientras algunas lágrimas rodaban por mi rostro.

¿Se puede odiar tanto a uno mismo?

Negue con la cabeza apartándome para ir hacia la ducha. Necesitaba ducharme y curar mis heridas.

Quite mi ropa con cuidado, pero no podía evitar rosar las heridas con la gruesa tela. Cada vez que hacia contacto con mi piel quería gritar, sollozar.

Quería sentarme en un rincón del silencioso baño y nunca salir.

Pero no podría hacer eso. No podía porque había alguien que me necesitaba.

La única razón por la que aun soportaba todo este infierno.

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Abrí la puerta de mi habitación lentamente y sonreí al ver al pequeño bulto dormido en mi cama. Me acerqué a él cerrando con cerrojo la puerta detrás de mí y con cuidado de no despertarlo me senté a un lado de la cama. Lo observé durante varios minutos y comencé a acariciar su frente.

Un pequeño quejido salió de sus labios y segundos después sus ojitos comenzaron a abrirse.

¿Brookie?

—Sigue durmiendo cariño.

Se incorpora en la cama quedando sentado y restriega sus ojos.

Se queda en silencio durante varios segundos mientras me mira detenidamente­.

Siento mi cuerpo tensarse mientras mi pequeño hermano de siete años me estudia con ojos especulativos.

A pesar de su corta edad Roland es un niño que se percata muy rápido de las cosas, y eso es algo que no suele ser de gran ayuda cuando quiero ocultarle cosas.

Cosas de las que nunca quiero que se entere.

—¿Papá te golpeó otra vez?

Su voz es solo un pequeño susurro mientras hace la pregunta, sus labios tiemblan y su rostro baja con tristeza.

El dolor que ha estado en mi pecho durante años se hace mas grande y siento como si me comenzara a faltar el aire.

—Claro que no, simplemente me llamó porque quería que habláramos sobre la escuela –mi voz suena segura mientras digo la mentira.

—No me mientas.

—Ro...

—¡No me mientas!

El grito de mi hermano me sorprende. Roland siempre ha sido un niño calmado al que no le gusta hablar con las personas. Yo soy la única con la que se abre, la única en quien confía, pero aun así seguía siendo un niño que se mantenía callado la mayoría de las veces. Así que su grito es algo que nunca espere escuchar por parte de él.

SWEET CAMELIA ©Where stories live. Discover now