23

20.6K 1.2K 716
                                    


ALEXANDER

No tengo la más mínima idea de lo que estoy haciendo.

En lo absoluto.

Pero hay una emoción que se siente caliente y pesada en el centro de mi pecho.

Calentandose a una temperatura baja y expandiéndose a partes iguales por el resto de mi cuerpo.

Volviéndolo cálido y expectante.

Aunque, eso no me molestaba ni me hacia sentir incómodo. Todo lo contrario.

Me estaba divirtiendo.

Siempre soy el que da las ordenes, y cuando digo siempre. Es siempre.

Pero, ahora estoy aquí, acostado en una cama esperando a que una mujer la mitad de mi tamaño me diga qué es lo que debo hacer.

Estoy completamente perdido.

Si alguno de mis hermanos me viera en esta posición, nunca volverían a dejarme en paz. Sería el objeto de sus burlas hasta el día de mi muerte.

Aun así, si ese fuera el precio a pagar para volver a tener a Brooke con nada más que una escasa ropa interior que apenas la cubría y que se ajustaba a la perfección a sus redondeadas tetas y pequeño coño, trepada en unos zapatos de tacón alto mientras está parada al pie de la cama mirándome con una sonrisita tímida. Después de haberse enfrentado a su hermanastra como una amazona vengativa.

Lo haría.

Sin pensarlo.

Ella estaba ahí. Enfrente de mí. Seduciéndome y tentando mi hambre de ella solo con su presencia.

Mi chica era una mujer curiosa. Sabía que ahora estaba intentando conocerse un poco más a la hora de su intimidad.

Saber lo que le gustaba y lo que no.

Esa curiosidad había sido despertada la primera vez que estuvimos juntos. Pude darme cuenta de ello.

Ahora ella vio una oportunidad para satisfacer ese lado y la tomó.

Quería exprimentar por si misma y yo había sido el bastardo afortunado que fue elegido.

¿Quién era yo para negarme?

Con mi mirada, recorrí su cuerpo lentamente. Desde la punta de sus pies, hasta la cima de su cabeza cubierta por ese cabello rojo que realzaba toda su belleza.

A medida que mi mirada se deslizaba por toda ella, su piel clara se fue enrojeciendo. Ese tono lujurioso el cual conocí y memoricé esa mañana en que la hice mía.

Era diferente al rojo que manchaba sus mejillas cuando estaba avergonzada.

No.

Este era más intenso.

Cubría su piel como una capa brillante que la hacía ver aún más cautivadora.

Pasé mi lengua por mis labios, la punta recorriendo alrededor de ellos mientras mi mente se vía inundada por los recuerdos de su sabor.

Mi boca comenzó a salivar necesitando nuevamente una pequeña probada de esa carne tierna situada entre esos muslos.

Mi polla palpitó y se engroso mientras prácticamente me la comía solo con observarla.

Ese rojo provocativo se intensificó.

Tal vez ella podría saber lo que estaba pensando en estos momentos.

Puedo sonar como un maldito loco, pero teníamos esa conexión.

La habíamos tenido desde hace mucho tiempo.

SWEET CAMELIA ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant