Intruso en mi Invernadero.

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Mi paciencia llego a su limite, trate de ser generosa por su condición, trate de evitarla para no molestarme ni provocar un gran problema con mi hermano y la chica, solo Dios y mis chicos saben cuanto trate de evitar que esto pasara pero era como si Rashta lo estuviera buscando a pulso. 

- NO. -la albina la miro sorprendida, como si de verdad no esperaba esa respuesta de parte de la chica- Si eso es todo retírate.

- Disculpe -Rashta quería entablar una relación con ella aunque por ahora parecía difícil- ¿Es por mi estatus? ¿Por eso le desagrado alteza?

- No tiene nada que ver con tu estatus o no -Leonor movió su taza para que Sebastián sirviera mas- Escucha Rashta, el hecho de que seas su amante no nos convierte en cuñada como tanto dices, ese titulo solo lo porta la esposa -la albina tenia los ojos llorosos, giro su cabeza para buscar compasión en el resto de chicas en la habitación pero todas la miraban de manera firme, juzgándola- Ahora retírate, debo continuar con mi trabajo. 

Luego de que la chica saliera de su habitación sus damas fueron a ella para tratar de levantarle el animo algo que parecía imposible pues ella en vez de verse decaída se veía furiosa, la visita le había dejado un mal sabor de boca.

- Su alteza, que le parece si da una vuelta por su invernadero -Sebastián que era el que mas tiempo había pasado con Leonor, sabia como relajarla- Las rosas mantienen su gran belleza y los lirios están empezando a florecer.

- Tienes razón,  hace tiempo no lo visito -con un suspiro la pelinegra se levanto dejando a sus damas un sonrisa aliviada de verla salir- Al regresar quiero contactarme con Latil, así que encárgate de traerme el pergamino, pluma y los polvos que sean necesario -el mayor asintió y una vez la princesa salió el se movió para acatar la orden dada-

- Su alteza, ¿Gusta que le lleve algo para acompañarla? -Leonor negó y solo pidió que se quedara ayudando a Sebastián con la limpieza de la habitación- Como ordene, tenga un lindo paseo.

- Princesa Leo -la nombrada volteo a ver a su dama joven con una sonrisa- ¿No le gustaría al menos su libro para que pudiera seguir con la lectura? 

- No, estoy bien con solo con dar una pequeña caminata -luego de eso empezó su camino hacia u invernadero- Además, un libro me distraería de las flores que quiero apreciar.

Luego de eso,  las tres chicas siguieron el camino hasta el lugar tan amado para la princesa, era un invernadero de tamaño grande aunque eso para ella no era importante, pues ese lugar había sido construido por su propio padre cuando cumplió sus 10 años, cada flor que se encontraba dentro las escogió con su madre y ella se encargo de cuidarlos luego de su muerte.

Al llegar pudo sentir como una pequeña paz invadía su cuerpo, amada estar sola y sus damas lo sabían así que dejaron una pequeña brecha entre ellas para no molestar a la pelinegra y que esta pudiera disfrutar aunque sea por un corto tiempo.

- Esto... ¿Por qué tenemos plumas en mi espacio? -Tomo dos de estas que estaban entre las rosas sin quejarse cuando las espinas de estas lastimaron su piel- Son preciosas, una es dorada y la otra blanca pero sin duda ambas resaltan por su belleza.

- Su alteza -Diana llamo a la chica y una vez tuvo su atención señalo algo sobre su cabeza- Creo que debería ver eso

- Eso es... ¿Un búho? -Leo no sabia como tomar eso, pero extendió su mano para tratar de alcanzar al bello animal tratando de no asustarlo- ¿Me darías permiso de admirar tu belleza de cerca amigo?

La hermana de SovieshuWhere stories live. Discover now