Capítulo 16-IV

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Caminaron, en medio de las avenidas y las intersecciones, de las esquinas sepultadas bajo desperdicios e impregnadas con un fuerte olor a amoniaco, donde los vagabundos se protegen del frío con cartones, bolsas y cualquier otra cosa que encuentren entre las montañas de inmundicia. Este era el entorno en el que transitaban los fugitivos de la fiesta, con ojos alertas y desconfiados. Unas cuantas manzanas después, pararon frente a un camino apenas notable desde afuera, que daba la sensación de ser un callejón sin salida, y en el fondo, un tenue destello amarillo indicaba que había algo ahí adentro.

-Bueno, entren -Señaló Gabriel.

-¡¿Estás loco?! -Replicó Lupe con susto- ¡Entramos ahí y de seguro, salimos con un riñón menos!

-No seas tan prejuiciosa. El lugar no tiene el aspecto más...amigable, pero no es un escondite de criminales. Y doy por sentado que ahí adentro es mucho más segura que aquí afuera -Ambas muchachas se miraron dubitativamente, pero al final, decidieron confiar en él, avanzando con cautela. Unos cuantos metros más adentro, vapores y fragancias suculentas abordaron a los visitantes, emitidos por los varios restaurantes acomodados de manera compacta en el reducido espacio del pasillo y, como era de esperar, ver a Loretta y a Lupe pasearse un lugar tan popular en vestido de gala, y con las caras pintadas era un contraste impactante. Siguieron moviéndose para ver algo aún más impresionante, que era que, cuando salieron de ese pasillo, el lugar se abrió en un enorme pabellón ornamentado en todas sus caras con comercios.

-N-no parecía que fuera un lugar muy grande desde afuera -Opinó la quinceañera.

-No estás sola en esa opinión, Robinson -Habló Gabriel por experiencia propia- Pasa tan a menudo con la gente nueva que le pusieron un nombre de cariño: "La madriguera".

-La madriguera...wow -Contempló Lupe la agazapada inmensidad de ese espacio.

La madriguera era uno más de los mercados cerrados de la capital, pero tenía la particularidad de que sus entradas eran largos pasillos que solían confundir a la gente con su verdadero tamaño. Por su ubicación y presentación, no era un lugar llamativo, así que los negocios que estaban desperdigados ahí no eran precisamente "ortodoxos": Tiendas de recuerdos exóticos, boutiques de ropa gótica, consultorios de médiums, lecturas del Tarot y demás esoterismos, establecimientos de empeños, y por último, y donde yacía el verdadero interés de Gabriel, que eran las tiendas de cultura geek: Videojuegos, animes, comics y demás dispositivos anticonceptivos. Las dos muchachas andaban como turistas, viendo exorbitadas los variopintos comercios. Lore quedó en shock al ver algo que sobresalía de una de las vitrinas; Por más que quisiera, no podía desenclavar sus iris del color del cielo de una llamativa figura.

-E-esta...son tan...

-¡Mira, Lore! -Apareció Lupe a sus espaldas- Esa señora de allá estaba dando estos muñequitos bien vacilones con alfileres por todos lados y se parece un toque al tal Tony-¡AH! ¡Dios mío, qué tetas más grandes!

-¡Nada que ver aquí! -Corrió el guía al auxilio y se las llevó a otro lado, tapándoles los ojos.

-Y-yo conozco a ese personaje -Indicó Loretta- Y me parece muy improbable que una mujer de catorce años pueda desarrollar...eso de forma tan rápida.

-Tal vez los anatomistas japoneses sepan algo que nosotros no...

-¿Y te gustan así o más de bote grande, Gabo? -Bromeó Lupe, jocosa.

-Un comentario más así y te empujo por las escaleras -Respondió irritado.

Finalmente, llegaron al lugar a donde las quería traer. Era casi el último establecimiento del lugar, con un prominente título de neón encima de la entrada: "Soda Stereo". Abrieron la puerta, y esta a su vez, movió una campanilla para avisar de su presencia. Un escaparate se extendía a un costado de la entrada, atrás de este, la cocina y varios extractores de vapor encima. La caja registradora, pero ningún cajero, y al extremo opuesto, mesas pequeñas con banquillos metálicos, y colgando de la pared había fotos de muchos sujetos sonriendo, daba la impresión que era gente importante para el dueño. De la cocina, salió un tipo bonachón, con un delantal negro, unos brazos tonificados y cubiertos en tatuajes, y una muy bien cuidada y densa barba. El sujeto se introdujo:

Amor entre perdedoresWhere stories live. Discover now