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¿Hace cuanto que no subía al tejado del edificio a fumar? Sé que lo había dejado, pero estos días he estado tan estresado que no pude encontrar la forma de calmarme, aunque sea un momento

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¿Hace cuanto que no subía al tejado del edificio a fumar? Sé que lo había dejado, pero estos días he estado tan estresado que no pude encontrar la forma de calmarme, aunque sea un momento. La tarde de hoy es gris, no tiene los mismos colores anaranjados y morados de siempre. Vaya mierda.

Atrás de mí están Víctor y Julieta, los tres, junto con Aaron (el cual se fue a su departamento por unos vasos), decidimos venir a comer algo de pizza aquí, pero yo no te he podido comer y ellos muy poco. Están igual que yo, tristes.

—Cariño —escucho a Julieta acercarse a mí con una rebanada de pizza—, deberías comer un poco.

—No puedo, no dejo pensar en lo repentino que fue todo.

Luego de llamar a Samuel, me quedé esperando noticias de Aurora. Cuando él llegó, el médico se acercó y nos contó que la situación ya estaba más estable. Una vez se alejó, Samuel me miró fijamente.

—Gracias por la ayuda, Renato. Ahora yo me ocupo.

—Me gustaría seguir aquí, por si acaso.

Entonces me miró con frialdad y seriamente.

—No hay necesidad de eso, Aurora ya no te necesita. —Me dio la espalda—. Le pediré a seguridad que no te deje verla, en caso de que te quiera convencer de huir. —Se alejó de mí.

—¡No olvides tu promesa! —grité—. ¡No la dejes encerrada de nuevo en ese hospital! ¡Haz que sea feliz!

Sabía que esto pasaría si lo llamaba, pero al menos deseaba despedirme de ella. Qué injusto siempre es el mundo.

De pronto, siento la mano de Julieta sobre mi hombro y luego recarga su cabeza en mí.

—Yo también quisiera verla una vez más. —Confiesa Julieta—. Todavía no me perdono haber sido una tonta celosa con ella y me alegraba tenerla en la tienda.

—Yo también la extraño —interviene Víctor, por poco y me olvido de que está aquí—. Jenna ha tratado de contactarse con ella, pero parece que le tiene prohibido el acceso por ayudarla a escaparse la primera vez.

—Ella solo quería libertad, ¿Qué hice yo? La entregué al hermano que tanto odia.

—No fue tu culpa, Renato. —habla Julieta—. Ella tiene esa condición que la hace débil, necesita atención especializada.

—Entiendo tu punto, pero ella no es débil. Jamás lo ha sido. —Aparto la mirada—. Es la mujer más terca, alegre y... fuerte que he conocido.

—Lo sé.

—¡CHICOS! —grita Aaron cuando llega con nosotros, está muy alterado y tiene un papel en la mano—. ¡ESTO ES UNA GRAVE EMERGENCIA!

—¿Qué pasó? —preguntó Víctor.

—¡Mi abuelo me dijo que ya ha vendido el edificio! —Se acerca a nosotros—. Pero vean la firma del contrato.

Me entrega el papel y Julieta, Víctor y yo vemos atentamente el nombre, lo cual nos deja helados.

—No es posible... ¿Él fue...?

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El vecino del K-9Where stories live. Discover now