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Uno de mis momentos favoritos de la semana es cuando vengo a convivir con Jack: alimentarlo, bañarlo, comer con él o ir a pasear

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Uno de mis momentos favoritos de la semana es cuando vengo a convivir con Jack: alimentarlo, bañarlo, comer con él o ir a pasear. Ya que no solo convivo con un animal tan tierno y peludo como él, sino porque también puedo estar cerca de Julieta.

Cada vez que la miro se me acelera el corazón, pero a la vez me da una sensación de alegría y calor. Jamás pensé que podría sentir eso de nuevo por alguien y que me quedaría de luto para siempre, pero cuando vi por primera vez a Julieta hace un año, sentí como si el piso se estuviera rompiendo y en mi mundo gris volviera un poco la tonalidad.

Sin embargo, todavía no tengo los huevos suficientes como atrever a hacer algo más que simplemente esto y está bien.

No... quiero hacer algo más. Me conformo con ni siquiera podía hablar del clima, pero al menos podía estar cerca de ella y ayudarla cuando lo necesite.

No quiero contarle nada ni presionarla.

Simplemente, estar al margen, porque, y sinceramente, tampoco quisiera que entrar a mi mundo y vea el desastre de persona que soy.

Tal vez... podría llegarme a odiarme como... Rubí.

Lo siento mucho, tenía razón. Merecías a alguien mejor que yo.

Alguien que sí podía estar esa noche en el restaurante y... evitar lo que pasó.

—¡Viejo! —La voz de esa mujer me trae a la realidad—. ¿Listo para lavar a estos perritos?

Ambos estamos en la tienda, frente a la puerta y a punto de entrar al patio con los perritos. Solo han pasado diez minutos desde que esa mujer se ofreció como voluntaria. Ahora ella tiene en sus brazos al pequeño perro del que habló. Pobrecito, está realmente mal, pero estoy seguro de que Julieta podrá hacer algo. Confío en ella.

—Por eso estoy aquí —contesto indiferentemente.

—¡Genial! Ya quiero verlos, estoy segura de que son muy adorables.

... De acuerdo, voy a admitir una cosa. Cada vez que veo la irritante alegría que irradia esta mujer me recuerda tanto a una niña pequeña, energética, alegre e... inocente. Como un polluelo recién salido del huevo a mundo que se lo va a comer. Que lastima siento por ella.

Hablando de algo más... tanto ella como yo parecemos un maldito chiste, yo con mi cara amargada y ropa gris, mientras que ella con un overol que se acaba de poner y una playera amarilla. Somos tan diferentes uno del otro que hasta puedo ver cómo estamos divididos por una luz y una sombra. Solo me falta una nueve en la cabeza y ella un sol, como en las caricaturas.

—¿Por qué insistes tanto en ayudar? —pregunto sin voltear a verla.

—¡Me encantan los animalitos y me gusta ayudar! —Baja un poco la cabeza y acaricia suavemente con la palma de su mano al pequeño—. Aunque no tengo mucho dinero y tampoco empleo, no puedo ser indiferente con algo tan pequeño e inocente que ha abandonado tan cruelmente.

No sé el por qué, pero no veo nada de maldad o mentira en su rostro con esas palabras. Lo está diciendo sinceramente. Creo que... ya me desagrada menos.

Por otro lado, parece que recién se acaba de independizar. Que tonta, debió irse de casa una vez teniendo una seguridad económica. Lo digo más que nada por experiencia propia, yo también fui estúpido que se fue sin nada. No. Más bien, me corrieron.

Al menos yo tuve a alguien esos días, Rubí.

Como sea, no es asunto mío.

—Bien, aquí tienen todo. —Cuando me doy cuenta, Julieta está detrás de todo con cubetas y jabón ya listos. —Los perritos están el patio, les sugiero empezar con las razas pequeñas. Ahora, ¿Me permites al pequeño, Aurora? —Ambas cambian lo que tienen en las manos—. Cualquier cosa, estaré en el consultorio. También no olviden darles un premio al terminar de bañarlos.

—Entendido. —Voltea a verme esa mujer—. ¿Vamos? Se nos hará tarde, viejo. —Abre la puerta y se va corriendo hacia el patio.

¡Qué irrespetuosa y molesta, por Dios! Me muerdo la lengua por dentro para tratar controlarme. ¡Me cae mal! Sin embargo, a Julieta parece hacerle gracia su actitud.

—Es una chica muy alegre —dice con una pequeña risa—. Me recuerda a una amiga que vive en otra ciudad. —Puedo notar algo de nostalgia en su hablar.

—Debes extrañarla mucho.

—Más de lo que te imaginas. —Deja escapar un leve suspiro, pero inmediatamente vuelve a estar contenta—. Fue difícil adaptarme al ritmo más acelerado de esta ciudad, sin embargo creo que tiene un encanto único.

—Yo también pasé por lo mismo, fue difícil acostumbrarme a cambiar de nuevo todo lo que ya una vez tenía construido y lo que pensé que sería para siempre, aunque al final todo resultó bien y es algo que no quiero cambiar, estoy muy bien así.

Todo eso lo dije sinceramente, creo.

—Vaya, en verdad opinamos lo mismo. —Se la media vuelta—. Suerte y espero te diviertas un rato con Jack, te extraña mucho.

—Supongo que sí.

—Por cierto, Renato. —Me mira desde su hombro—. Gracias por decirme algo de tu pasado al fin.

Mientras ella se aleja por fin, yo me doy cuenta de que mi cara está ardiendo. ¡Es la primera vez que hablamos de cosas así! ¡Qué bien! ¡Qué bien! ¡Qué bien! Estoy levantando mis brazos. No estoy acostumbrado, pero comienzo a mover mis brazos como si estuviera bailando. ¿Hace cuanto tiempo que no lo hago? Tal vez por eso me siento bastante tieso y torpe de hacer esto, pero no me importa.

Esto se celebra.

Aunque también me siento un imbécil cuando pienso que tuvo que pasar un año para poder hablar tan tranquilamente.

Olvida eso. Mejor tarde que nunca, ¿No?

Al girar y dirigirme a la puerta, pronto mi buen (y raro) buen humor desaparece por completo cuando me encuentro cara a cara con una la burla y descarada sonrisa de mi vecina molesta.

Estupendo.

(Sí, eso fue sarcasmo.)

)

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El vecino del K-9Where stories live. Discover now