El bien mayor es una gran mentira (Terminada)

Capitulo 25 parte 1

Hermione se removió en su asiento mientras Narcissa le cepillaba el cabello metódicamente. Hoy era el día en que finalmente se uniría a Severus. Las mariposas asaltaron su estómago al pensar en la ceremonia. Ella estaría desnuda, pero también Severus. Se estremeció internamente, contenta de que Pettigrew ya no estuviera en las filas. Todavía tendría que lidiar con Greyback, pero él era un irritante menor.

Sus ojos revolotearon hacia el lado donde Draco estaba sentado junto a su tocador, de espaldas a la pared. En su mano estaba jugueteando con la daga ceremonial que había encontrado en su bóveda el día anterior. Fue una experiencia extraña para ella cuando entró, había estado allí para revisar artículos que habían estado en su familia durante generaciones, curiosa por lo que encontraría.

Hermione había estado asombrada por todo lo que vio en la bóveda, se quedó atónita. Y, sin embargo, a pesar de todas las joyas brillantes y el oro, fueron los manuscritos y los libros antiguos los que más llamaron su atención. Hacia el centro de la gran bóveda había un grupo de escritorios, en su mayoría cubiertos con tomos y pequeños trozos de pergamino. Y fue allí donde sintió una agitación de magia. Se giró hacia la sensación y en un escritorio grande y bastante ostentoso vio lo que podría ser una daga.  

La vaina era negra, con el escudo de la familia Rosier en el exterior. Sus dedos lo rozaron, sintiendo el repiqueteo de la magia que emitía. Curioso. Desenvainando la hoja, la examinó, girándola de un lado a otro. Fue entonces cuando notó el símbolo celta grabado en la plata, el del diseño de Claddagh. Ella sonrió agarrando el cuchillo en su mano queriendo usar este cuchillo durante su vínculo con Severus. El Claddagh, que en la mayoría de los casos se convertía en anillos, trataba sobre el amor, la lealtad y la amistad. Muy apropiado para lo que sentía por Severus.

Cuando regresó a la finca, entró en la oficina que reclamaba como propia. Solo para escuchar una voz llamándola. Era el retrato de su abuelo, removido tres veces, Marc-Antoine Rosier. Él le contó sobre la daga, que había estado en la familia durante generaciones y que se había usado antes en ceremonias de unión. Pasó las siguientes tres horas hablando con él, conociendo a la familia Rosier. Ella se rió entre dientes al pensar en sus quejas indignadas, cuando varios de sus antepasados ​​se agolparon en su retrato, incluida su madre que intentaba hablar con ella.

Su recuerdo fue interrumpido por un fuerte tirón de su cabello por parte de Narcissa. "Lo siento amor." Narcissa se rió entre dientes, palmeando suavemente su hombro, "Tenías un nudo".

Hermione le sonrió, sabiendo lo imposible que era domar su cabello. “Está bien, tía Cissa. Mi cabello, a veces, tiene mente propia”.

Draco soltó un elegante resoplido, mirando hacia otro lado, tratando en vano de taparlo con una pequeña tos. Hermione entrecerró los ojos hacia él, haciendo todo lo posible por mantener la cabeza quieta. "¿Encuentras algo divertido, primo?" Hermione dijo con una voz dulce.

Draco se giró mirándola con una expresión inocente. "No, nada en absoluto", sonrió poniendo la daga en el tocador a su lado. Él apoyó la cabeza en la palma de su mano dándole una sonrisa descarada y un guiño.

Hermione puso los ojos en blanco mirándose en el espejo. Era el día de su boda. Un día en el que nunca pensó mucho, incluso cuando era niña. Sabía que las chicas normales por lo general tenían alguna idea de cómo querían que fueran sus bodas, incluso Ginny. Cuando aún eran amigas, tenía una especie de álbum lleno de ideas de lo que ella quería. Estaba segura de que la Sra. Weasley tuvo un papel importante en armar todo eso para Ginny, pero en realidad nunca importó para Hermione. Estaba más contenta con adquirir conocimientos que con obsesionarse con las flores y los vestidos. ¿Pero ahora? Un escalofrío de anticipación burbujeó dentro de ella. En solo unas pocas horas más, ella sería Hermione Snape.