¿Qué pasaría si una joven de barrio chungo decidiera entrar a policía?.
Becka buscaba trabajo y un amigo de familia le enchufó en los parquímetros de la 99. Gracias a su astucia acabó subiendo el puesto hasta llegar al piso de arriba, con los agente...
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Primer día en la comisaría. Día soleado, alegre y muy difícil de arruinar para una persona normal, pero soy una Gallagher, todo es posible.
—Gracias por acompañarme, Vero. Verónica, mi mejor amiga, la novia de Kev. Se levantó esa mañana diciendo que estaba orgullosa de mi y a queriendo acompañarme.
—No es nada. Bee. Vero enfatizó el apodo. Durante el camino habíamos estado hablando de la conversación que tuve con Jake la noche anterior. Ella estaba muy emocionada, quería conocerlo. —Que ridiculez. Soltó una carcajada.
—Pues a mi me pareció mono.
—Normal, teniendo en cuenta las monstruosidades con las que has salido... Es difícil que encuentres algo peor que Jack.
Levanté una ceja. El cerdo de Jack resultó estar casado y con hijos. Habíamos llegado ya a la puerta de la comisaría así que ya era hora de despedirse.
—Nos vemos guapa. Fui a darle un abrazo pero ella me apartó.
—Una mierda. Yo quiero ver si el tío está bueno. Verónica me adelantó y entró en la comisaría.
—Vero, Vero. Tuve que pararla. No es un buen plan aparecer mi primer día con ella. —Hazme el favor, nos vemos en casa. Ya lo verás por el Alibi, al parecer les gustó y quieren volver.
Se cruzó de brazos y me miró mal.
—Vamos, seguro que a mi hermana le apetece chismosear contigo. Yo voy a trabajar. La cogí de los hombros y le di un beso en la mejilla.
Fui hacia el ascensor y cuando me giré para mirar a Verónica, ella me estaba sacando el dedo.
—¡También te quiero!. Subí al ascensor. Un suspiro de ansiedad no era suficiente, estaba tan nerviosa por empezar que ni sabía que tenía que hacer al bajar del ascensor.
Las puertas se abrieron y tras de ellas vi la oficina. No había absolutamente nadie, todo era un silencio sepulcral.
Caminé por la oficina y seguí sin ver a nadie.
—¡SORPRESA!. Muchos de los agentes de la planta surgieron desde bajo los escritorios. El susto que me llevé no fue ni normal, vaya salto.
—¡Joder!. Me llevé una mano al pecho y otra a la boca, tapando mi risa.
Todos rieron ante mi cara de ansiedad, miedo y sorpresa. Jake se acercó a mi con una cámara Polaroid en las manos.
—He sacado dos fotos: una mía gritando y otra tuya asustada. Sonreía como un niño mientras agitaba las fotos. —Todavía no se han revelado y no sé cual es cual. Así que yo me quedaré esta y tu te quedarás esta. Me extendió una de las fotos y me la guardé en el bolsillo.
—Gracias, supongo. Sonreí de vuelta. Siempre lo había visto en películas, pero nunca me habían regalado una Polaroid.
—¡Becka!. Sígueme. Ginna apareció por detrás de Jake. —Holt quiere hablar contigo.
