TREINTA Y OCHO

12 1 0
                                    


¿Cuántas cosas pueden suceder en un solo día?

Había pasado casi un mes desde que comenzaron las clases, desde ese problema con Matt y mi primera pelea con Conrad. ¡Ah! También desde que Jessica y yo comenzamos a ser amigas.

Por la tarde, después que Jessica y Conrad se pelearan por quien iba a pasar conmigo el fin de semana y que yo les obligara a que hicieran las paces, me encuentro sola en mi casa viendo las noticias porque eso hago cuando no tengo nada que hacer y solo quiero llenar el vacío con algo de ruido.

Mi teléfono suena y naturalmente mi ceño se frunce.

"Matthew"

Debí bloquear su número pero... nunca pensé que me llamaría. No contesté la primera vez, aunque él insistió y me llamó tres veces más. A la quinta vez, me desesperé y contesté con un tono enojado: — ¿Qué quieres?

Le toma un par de segundos contestar: —Abre la puerta, por favor.

Aprieto el teléfono entre mis manos y mis ojos se mueven hacia la puerta. ¿Está afuera? ¿Es esto un tipo de broma?

Dejo el teléfono a un lado y me muevo hasta la puerta sin quietarle los ojos de encima, mi mano se detiene antes de tomar el seguro para quitarlo. ¿Y si es una broma? Pero si realmente Matt está ahí, ¿Por qué le abriría la puerta?

¿Qué está haciendo aquí Matthew Brown?

Quito el seguro y abro la puerta de un golpe.

Matthew está parado con un rostro serio, un atuendo muy desarreglado que consiste en una camiseta larga y ancha, unos jeans desteñidos y unas zapatillas negras, ah y también unas ojeras en el rostro. Nada que ver a como él siempre se presenta ante el público.

—Necesito hablar contigo. —Es lo primero que dice.

Lo examino con la mirada, mis ojos se pasan por su cicatriz de hace años y por su cabello que parece estar despeinado. De verdad que no asemeja nada al "perfecto" Matthew que siempre muestra en la escuela.

— ¿Qué quieres? —mi tono de voz es seco, demasiado descortés.

Matt suspira y pasa sus dedos por el cabello despeinándolo aún más. —Por favor, déjame entrar.

Niego con los labios apretados. —No.

Matt baja la mirada. —Amalia, solo necesito hablar contigo. Entiendo que no quieras verme pero escúchame, dame solo esta oportunidad y después decidirás si volverás a hablarme o jamás lo harás.

Bajo los hombros rindiéndome y suelto el aire que he contenido desde que recibí su llamada —Pasa.

Matthew asiente y camina dentro de la casa, toma asiento en un sofá y hace una seña para que me siente a su lado.

No sé a qué vino pero mentalmente afirmo que solo le daré 10 minutos. Nada que diga puede durar más que 10 minutos.

— ¿Qué quieres decirme? —Cruzo mis brazos—. Apresúrate, tengo cosas que hacer.

Matt suspira. —No sé por dónde empezar, así que comenzaré por algo que he querido decir desde hace mucho tiempo —aclara su garganta y sube sus ojos hacia los míos—, te pido perdón por todo, Amalia. Sé que te he dañado y sé que mentirás diciendo que ya no te duele nada de eso pero te guste o no, nos conocemos y sé que tú puedes ocultar tus verdaderos sentimientos.

Iba a responderle pero él me detiene con su mano, lídienme que le deje seguir ¿Ahora me pide perdón?

—Entonces, lamento mucho haberme alejado de ti sin ninguna explicación y de verdad, lo siento por no hacer nada aquel día en el lago —aprieto mis dientes con fuerza. En este momento siento una tormenta de sentimientos que se acumulan y no tengo idea qué responderle. Él sigue hablando—. Yo era más que tu amigo, era como tu hermano y te dejé ahí en peligro... eso no es justo. Tenía un motivo, uno que pensaba que era suficiente para comportarme de esa manera pero hace un par de semanas descubrí la verdad.

UN CASO PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora