TREINTA Y SEIS

10 1 0
                                    

CONRAD

Tomo la mano de Amalia antes de bajar por las escaleras. —Será mejor que no te caigas esta vez —la molesto—, aunque seguramente solo querías que te rescatara.

Ella ríe. —Cállate.

Hoy quería presentarme a su amigo Charlie. No mentiré, cuando me dijo un nombre de alguien que no conocía, sentí celos pero no le dije nada. Eventualmente me explico que Charlie es el nombre del guardia de seguridad de la escuela que se encarga de la azotea y de las oficinas administrativas que están en el tercer nivel.

Ella mostró un rostro confundido cuando no encontramos a Charlie, quien no recuerdo haberlo visto antes pero quizás solo no estaba poniendo atención. Me pidió que fuéramos con "Mirna" para averiguar qué había sucedido con Charlie ya que no lo había visto en varios días.

— ¿Quién es Mirna? —Aún tengo la mano de Amalia entrelazada con la mía. Se siente bien caminar de esta forma en la escuela, me encanta la idea de gritarle al mundo entero que estoy enamorado de ella.

Amalia me da una mirada molesta, como si se supone que debo saber quién es Mirna. —La enfermera de la escuela —suspira—, no puedo creer que nadie de aquí se tome el tiempo de conocer a las personas que hacen que todo funcione.

Es cierto. Normalmente no me preocupaba saber el nombre de las personas encargadas de la limpieza o de las mujeres que sirven en la cafetería. Es algo egoísta de mi parte.

Llegamos y Amalia se suelta de mi antes de llamar a la puerta cuatro veces. Mirna, la enfermera, le sonríe de manera cariñosa y luego dirige sus ojos hacia mí. —Ah, ¿Te sientes mal muchacho?

Ella entra sin mayor formalidad, toma una paleta de caramelo y se sienta cómodamente sobre la cama. —Estoy bien... solo, vine con Amalia —contesto yo, quedándome cerca de la puerta. Amalia está como si fuera su casa, se ve en total confianza con Mirna.

Levanta las cejas y me pide que entre. Cierra la puerta y se dirige con Amalia. — ¿Me hiciste caso?

Amalia sonríe con la paleta dentro de su boca. —Algo así, te cuento después.

Cada día que pasa me doy cuenta que aún me queda mucho por conocer de Amalia. Pensaba que ella no tenía amigos, rara vez la vi hablar con alguien pero resulta que ella siempre tuvo gente a su alrededor, gente como Mirna o Charlie. También supuse que se la pasaba encerrada en su habitación leyendo pero me doy cuenta que en realidad, tiene amigos por todas partes. No solo la enfermera o el guardia, cuando salíamos en el verano ella saludaban a los encargados de los locales, a los cajeros y hasta un par de policías.

Amalia se tomó el tiempo de conocer a las personas que para el mundo son invisibles. Esas personas que muchos ignoran, ella les daba su lugar y les recordaba que son importantes.

—Entonces, Mirna... —Amalia mece sus piernas y me parece tierna—. ¿Qué pasó con Charlie?

Mirna la enfermera abre los ojos y suspira. —Oh, Amalia —hace una pausa y su sonrisa desaparece—. Charlie... su esposa falleció en vacaciones y él murió hace un par de semanas.

Amalia se congela, por varios segundos no se mueve, pareciera que ha dejado de respirar. Ella parpadea varias veces y baja la mirada. Su boca se abre y la paleta está a punto de caer.

Mirna se acerca al dispensario de agua, toma un vaso de papel y sirve un poco dentro de él. Se acerca a Amalia y se le da, ella lo sostiene pero no bebe del agua, solo lo sostiene.

—Lo siento tanto, Amalia —Mirna baja la mirada—, sé que lo querías mucho.

Ella se saca la paleta de la boca y toma una bocanada de aire como si hubiera estado sumergida por varios minutos dentro del agua. —No puedo creerlo.

Me acerco a pasos lentos. —Lo lamento —es lo único que puedo decir. No tengo idea que tan cercana era con Charlie pero a decir por su mirada perdida, se nota que le tenía afecto.

Ella toma un sorbo de agua. —No pude despedirme... —sus palabras se deshacen en el aire terminando en un susurro.

Amalia cierra los ojos y pareciera que está a punto de romperse en llanto pero vuelve a tomar aire y abre los ojos. —Charlie... ahora estarán bien —voltea a ver a Mirna—, su esposa y él, ya podrán recorrer campos verdes y nadar en un lago cristalino, ¿Verdad?

Mirna le icaria el cabello. —Así es, linda. Ya no hay cáncer, ni dolor para ellos. Solo felicidad.

Lagrimas finalmente salen de los ojos de Amalia pero ella sonríe levemente. —Charlie... descansa ahora.

Mirna le retira el vaso de la mano y le da un abrazo fuerte, Amalia entierra su rostro en el hombro de Mirna y se quedan así por unos instantes. Bajo la mirada y espero en silencio, ellas se separan.

Mirna se limpia una lágrima. —Charlie siempre vivirá en nuestros corazones, Amalia.

Después de salir de la enfermería, ella insistió en regresar a la azotea. Esta vez, ella movió unas tablas y encontró una llave en el suelo, parece que es la llave de respuesta de la azotea. Abrió la puerta como si ya lo hubiera hecho antes y corrió al centro de la azotea cerrando los ojos con el rostro en dirección a las nubes.

Unas lágrimas se deslizan de sus ojos cerrados y ella sonríe mientras le grita al cielo: —Gracias por todo, Charlie —su voz se quiebra—, te quiero y te extrañaré toda mi vida.

Me acerco a ella y la tomo entre mis brazos, envolviéndola y ella dejándose envolver. Llora sobre mi pecho y se me hace un nudo en la garganta.

Sabiendo lo que sé sobre ella, seguramente Charlie era más que un simple amigo para ella, se volvió como un miembro de su familia. Seguramente Amalia disfrutaba su compañía y Charlie sentía lo mismo.

Me lamento por no haberlo conocido, por no haberme tomado el tiempo de decirle algo más que un "buenos días" que quizás lo hice, pero no recuerdo. Amalia seguramente alegró los días de Charlie durante el tiempo que se conocieron.

—Ahora tengo un ángel en el cielo —susurra sorbiendo su nariz—, ¿Verdad?

Beso su frente. —Tienes ángeles por todas partes, Amalia. Las personas como tú siempre tendrán ángeles cerca.

Ella se separa y me abraza sobre los hombros. —Charlie te hubiera caído bien, era como mi abuelo.

Acaricio su cabello y dejo que llore tanto como quiere, lo necesita.

No tengo palabras. ¿Qué dices cuando alguien pierde permanentemente a alguien que quiere? Por experiencia sé que no hay nada que las palabras puedan curar, ningún consejo o frase motivacional puede sanar inmediatamente el vacío de la ausencia. Solo el tiempo.

El tiempo y un abrazo sincero.

Un abrazo como los que mi abuela me daba cuando estaba decaído mayormente por la ausencia de mi madre y ella podía notarlo fácilmente.

Un abrazo como el que le doy ahora a Amalia, deseando que comprenda sin palabras que estoy aquí. Que no está sola. Que la tengo.

Sé que tenemos clase y sé que no hemos empezado académicamente bien este último año escolar pero a veces, tienes que ponerte a ti primero antes que cualquier "responsabilidad" las clases son importantes pero tu corazón, tus sentimientos y tu paz vale más que cualquier cosa, eso he aprendido recientemente.

—Te quiero —ella sigue abrazada a mí.

Yo te amo Amalia como nunca pensé llegar a amar. —Te amo, hermosa —le doy un beso en la frente, limpio con mi pulgar sus mejillas mojadas.

Se separa y acaricia mi mejilla. —Te amo, Conrad. Si esto que siento por ti no es amor, no sé qué pueda serlo.

La atraigo de nuevo a mí y nos quedamos así por unos minutos. Ella ha estado en medio de varias tormentas últimamente y lo mínimo que puedo hacer por ella es hacerla sentir amada. No puedo reparar ninguno de sus problemas pero sí puedo demostrarle que no la dejaré ir, que estoy aquí con ella.

Que la amo.

UN CASO PERDIDOWhere stories live. Discover now