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Ellery Guzmán y Marco Castro


Marco Castro —Culiacán, Sinaloa.

Kevin y Marco se encontraban en la oficina del Ranch Roll conversando un poco de la jóven Guzmán.

—No mames loco ¿Neta que le hablaste? —cuestiona el mayor con incredulidad.

—Sí güey, la invité a salir y me dijo que no me conocía, que no tenía mucho de haber regresado a México.

—¿Y qué más te dijo?.

—Pues le propuse conocernos y la muchacha aceptó.

—Andas con todo verga. Creo que ya voy a tener cuñada.

—No, tampoco hay que apresurarnos, apenas nos vamos a conocer.

—Bueno, el día que la conozca le voy a hablar maravillas de ti —comentó con una sonrisa.

Marco negó levemente mientras sonreía y revisaba su teléfono. Hace una hora que le había enviado un mensaje a Ellery y aún no obtenía una respuesta de su parte.

Ellery Guzmán —Badiraguato, Sinaloa.

—¡Ya te dije que no! —alzó la voz la joven.

—¡No te lo estoy preguntando, te lo estoy ordenando!.

—¡Yo tampoco te lo pregunté Iván!.

—Yo quisiera...

—¡Cállate Alfredo! —ordenaron con irritación Iván y Ovidio.

Desde ya hace un rato los cuatro Guzmán se encontraban en el despacho de la casa del último nombrado. Tres de ellos discutían y el restante sólo los observaba mientras se comía unas galletas con chispas de chocolate.

El tema de discusión de los Guzmán era que querían aislar a Ellery de todo, y mantenerla resguardada en el rancho de Iván ya que era el que más frecuentaban los tres, pero ella se oponía a esa desición, ni siquiera se le había preguntado si quería o estaba de acuerdo, sólo le estaban ordenando y eso era algo que le molestaba.

—¡No lo estén callando!. ¡Ya tomé mi decisión!.

—Eres bien pinche testaruda niña —bufó Ovidio con enojo.

—Sólo mirá de quién soy hermana —murmuró, los tres hombres fruncieron el ceño y la miraron.

—No te vas a ir de aquí —amenazó el mayor.

—¿Lo dice quién?.

—¡Porque lo digo yo y por mis pinches huevos te vas a quedar! —Iván alzó la voz sobre el ringtone de un teléfono.— Ni contestes Jasmine.

—No pienso, ni quiero y mucho menos puedo quedarme encerrada en tu rancho. Les recuerdo que tengo un trabajo.

—¡Haber ya estuvo bueno! —chilló Alfredo levantándose del sofá.— No la pueden tener encerrada a la verga.

—No mames Alfredo, en vez de que estés de nuestro lado te pones a defender a Ellery —reprochó Ovidio.

—Sí güey, sí, la defiendo porque ella tiene que estar al pendiente de sus negocios ¿O acaso tú los vas a cuidar?.

—Amén —respondió Ellery alzando los brazos y mirando hacía el techo.— Hasta que alguien lo entiende.

—¿Por qué mejor no le ponemos más seguridad?, Es más fácil y viene siendo lo mismo que tenerla encerrada.

Qᴜɪᴇʀᴏ ᴜɴ ғᴜᴛᴜʀᴏ ᴊᴜɴᴛᴏs... 𝑀𝑇Where stories live. Discover now