Exhibición inefable de algo sempiterno.

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Ella representó para él, la pureza divina hecha mujer. Tan paciente y amable, intenciones claras como las aguas del río más limpio del mundo. Esos ojos oscuros tal cual dos profundos pozos, densos y ahogados en bruma igual a niebla de abril.. dejaban ver todo. Cada sentimiento. Sensación. Emoción.

Sin embargo, era una humana. Y eso implicaba esconder lo más frágil que su existencia podría ser.

William lo descubrió de casualidad, cuando escapó al bosque para liberar sus profundas penas causadas por los carceleros más crueles que un esclavo podría recibir. La belleza del mundo se vio  reflejada en aquel baile fantasmal, blanco nuboso ahogado por la lluvia, caminaba como cierva en su ambiente natural. Distraída y sin consciencia del cruel alrededor.

Los bucles rubios estaban deshechos por el agua que corría como un torrente a través de ellos. Había cabellos pegados a su rostro dificultándole la visión, sin embargo, eso jamás fue importante.. para expresarse no necesitaba la vista.

Ni los oídos

Ni esos labios de coral

Solo sus pies y manos, expresión tranquila y amor por el arte de danzar. Llovía a cántaros, los árboles crujían con sus ramas intrincadas inclinándose ante la ferocidad del viento mientras ella daba vueltas y vueltas tal cual trompo descolocado al compás de locura más bello de la historia.

No le veía los ojos, pero era capaz de sentir el fuego que estos emitían a través de sus párpados. Con cada salto y pirueta solo hacía parecer que la ligereza de sus pies se había convertido en dos pequeñas alas manchadas de sangre y barro, pegadas a sus talones mientras cumplían el capricho imposible de su dueña, ese sueño inalcanzable, ilusión divina de humanos perdidos en ilusiones. Querer volar.

Y la vi hacerlo, saltar tan alto como ningún humano había podido jamás mientras sus sueños dulces e ilusiones más fantásticas la llevaban a las estrellas. El vestido blanco empapado no encontraba la manera de pegarse a su forma en constante movimiento, con cada elegante patada al aire y movimiento tan grácil cómo dramático tanto el aire como todo a su alrededor daba maromas y piruetas.

No necesitaba nada más que la tormenta rugiente y el silbido ocasionado por los vientos feroces pasando a través de las hojas para crear música, yo podía oírlo con solo verla. Ella tocaba piano, violín, chelo, y lo hacía con la misma pasión que profesaba al bailar.

Las puntas de sus pies tocando la tierra como queriendo quedar eternamente clavada a ella eran las teclas del piano , cada vez que plantaba firmemente sus zapatillas destrozadas en el terreno mugriento era capaz de oír la nota prolongarse durante horas.

Cada salto dado convertía al violín en protagonista, la veía flotar, moverse de un lado a otro para volver al suelo como una cometa atada a la tierra por un cordel miserable que le impedía la libertad, igual a las cuerdas solitarias de un violín que sin un arco son incapaces de mostrar la belleza de su sonido al mundo.

Y cuando ya no tocaba el cielo, rozando la suavidad pálida de sus manos en la tierra sucia e inmerecedora de su tacto divino, podía oír el chelo rezar por silencio. El canto grave guardando luto a la dulce dama cuyas alas han sido cruelmente arrancadas, sueños destrozados, ilusiones antes inocentes hechas pedazos por la realidad a la que nadie ama ni amó jamás.

Esos pies que ahora únicamente están ungidos en barro y sangre, ha perdido sus alas y no hay otra salida más que bailar a la tormenta. Desear un viento fuerte, vendaval violento y errático que la eleve y traiga nuevamente su mundo alado donde podría hacerle un tributo a los amores muertos mientras espera por aquellos que aún van a vivir.

Ahí, en ese bosque profundo y desprovisto de toda luz encontré tu corazón, Melodía. Mientras derramas lágrimas y sangre en un baile tan privado que podría denominarse como exhibicionista, medí tu profundidad. La profundidad de tu amor, tu dolor, tu agonía, toda tú fui capaz de desvelar en ese arrebato inefable tuyo.

Y tan hondo resultó ser tu amor, tu dolor, tu agonía, melodía.

Que la única descripción adecuada para el abismo de tus aljibes, fue sempiterno.

El Vertedero De SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora