Dark Ebott City Rol#1: Luna

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La noche de aquel viernes estaba lejos de ser especial.

Luna ya llevaba mucho tiempo navegando en la misma rutina. Diez años trabajando como secretaria para el CEO de una importante empresa en la industria petrolera habían hecho de su vida un lío interminable de papeles y carreras a la tintorería más cara de la ciudad, manteniendo todas las necesidades del engorroso magnate más que cubiertas desde sus escasos dieciocho años.

Al haber comenzado con su trabajo tan joven no tuvo las mismas oportunidades de las que el resto de sus compañeras alardean actualmente, en esta reunión de exalumnos a la que sabía muy bien no debía haber asistido; escuchar a Nancy jactarse del envidiable salario de seis cifras que su marido trae a casa todos los meses es un suplicio igual a seguir prestándole atención a Adaline y el parloteo constante sobre sus hermosos trillizos rubios y ojiazules traídos al mundo hace ya dos años, junto con la más que repetida noticia de su nuevo embarazo múltiple.

Eran insoportables, todas y cada una de ellas. No sabía por qué había aceptado venir en primer lugar si era más que consciente de cómo pasaría en esa reunión, amargándose la vida con los comentarios maliciosos de víboras venenosas muy ansiosas por conseguir chismes para luego soltar entre sus vecinas mientras arreglan sus perfectos jardines y le preparan la comida a sus maridos y, si es posible, más de tres hijos adorables.

Mentiría si dijera que no quería nada de eso.

Ella era una mujer como todas las de esa ciudad, viviendo en el mismo mundo como el resto, con aspiraciones similares que la convertían en otra mujer con sueños típicos. Cuando recién comenzó a trabajar pensó que encontraría a alguien rápidamente, siendo delicada, inteligente y bastante atractiva debería haber conseguido una pareja tan rápido como el resto de sus compañeras, pero siempre hubo algo que impidió el desarrollo de sus sueños simples y hogareños.

Los años pasaron en un parpadeo, con su sueldo siempre oscilando en cinco dólares por día el dinero llegaba a su hogar en forma de 150 dólares que se iban con la renta y los altos costos alimentarios de Louisiana. Siempre estaba justa cuando de moneda se trataba, si quería darse algún lujo ocasional como salir de compras a alguna tienda fina debería olvidarse de su tiempo libre y trabajar horas extra en la oficina, arriesgando su integridad física a las peligrosas calles de una ciudad regida por las familias de la mafia.

Después de cinco años rompiéndose la espalda para tener una vida medio decente decidió parar. Hace mucho tiempo que no compra ropa nueva, con su jefe exigiendo cada vez más de su tiempo libre dejó de asistir a cafés y los conciertos de jazz suave que tanto solía disfrutar en un intento desesperado por no perder su trabajo, siendo tan eficiente como una persona que vivía como ella.

Ahora con ventiocho años sin marido ni hijos y cargando con el peso de un trabajo mediocre continúa viviendo mientras ve como otras mujeres viven el sueño.

Celosa y cansada, la belleza no te sirve de nada si no sabes cómo administrar tu vida.

Hace un año tuvo la suerte de encontrar un refugio en la escritura; viniendo de una familia medio pudiente que le dió la invaluable oportunidad de estudiar ya sabía leer y escribir con fluidez y precisión, la caligrafía perfecta ante los años de ensayo en su trabajo como secretaria de oficina. En un principio fue un hobbie para liberar tensión, sin embargo, decidió comenzar a publicar bajo un seudónimo cuándo su amiga más real y cercana la convenció de la impecable ejecución y calidad entretenida en sus escritos.

Gracias a quien sea que la haya escuchado en su momento tuvo bastante éxito, pero aunque algo mejoró, la amargura aún sigue ahí. Aún tiene ese detestable trabajo, aún no hay hijos, ni marido, ni hogar feliz.

Y con su edad, probablemente nunca los habrá.

Con una sonrisa sardónica en su rostro usualmente inexpresivo se puso de pié, alisando la falda bajo sus muslos para caminar directamente a la salida. Las miradas desconcertadas y murmullos indescretos emitidos por las mujeres cuchicheando a su alrededor no le importaron cuando tomó su abrigo y salió del lugar, permitiendo que la borrasca le cayera encima mientras hacía la lenta recorrida desde el portal hacia su Ford Coupe 1940.

El Vertedero De SugarOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz