telas

3 2 0
                                    

Si algo había aprendido Lust después de vivir una década y media de su vida rodeada de diseñadores fomosos, es que la alta costura toma tiempo.

Una pieza con valor altísimo en el mercado no se hace de la noche a la mañana, debe pasar por interminables pruebas de calidad y atractivo general, adaptarse a las modas actuales con el propósito de vender o crear algo espectacular para marcar nuevas tendencias. Llevaba años siendo vestida por los mejores mientras caminaba por pasarelas de Alemania, Portugal, Milán, España, Nueva York, Francia e Italia, conocía a todos esos famosos artistas que vendían sus prendas al por mayor en tiendas de lujo alrededor del mundo.

Mientras observaba cómo iba quedando la razón de sus últimos desvelos todo eso y más pasaba por su cabeza. Siempre aprendió rápido, tenía una memoria fotográfica privilegiada que le permitía imitar a la perfección cualquier cosa si ya lo había visto una cierta cantidad de veces y solo dios sabe que ha presenciado inifnidad de ajustes al tamaño de las prendas que debía modelar cuando diseñadores puntuales le pedían mantener solo su cuerpo esquelético.

Siempre prefirió su ecto, llenaba mucho mejor la ropa... y con un carajo si le decían que no se veía ardiente como el infierno.

Fuera de eso la última vez que diseñó algo para alguien fue el traje de Papy hace casi doscientos años, así que esto podía salir decente o convertirse en la mayor aberración en la historia del diseño de modas. Sacudió fuertemente la cabeza con el propósito de despejar toda duda en ella.

Construyó los moldes correctamente y el diseño era genial, además tenía experiencia previa en la costura por lo que todo debía estar bien; en el caso de que no le gustara simplemente lo usaría ella misma, después de todo la ropa ancha siempre se siente agradable. La misma amiga que se ofreció a hacer su vestido para aquella gala en la que ambos comenzaron a convivir más cómodamente le dió una mano con esto así que según el punto de vista profesional no se veía nada mal.

Pasó casi un mes desde la última vez que vió al Dios de la muerte y realmente no tenía tanto problema con ello, era un tipo bastante lleno con sus asuntos y ella tampoco estaba lo suficientemente desocupada como para pasar tiempo con nadie que no fuera su asistente o su bella gata de angora, Agata (he).

Sin embargo hay una pequeña cosa específica que siempre obligaba su mente a regresar hacia esa noche, el hermoso necklace de plata colgaba con orgullo sobre su cuello mientras hacía todo lo que debía a lo largo del día, esperando ver brillar aquella gema tan bonita que adornaba el centro del mismo para así poder reunirse nuevamente con el creador del mismo.

Reaper fue una de las únicas personas foráneas a su AU con las que se sintió genuinamente cómoda interactuando, ya sea a través de chistes cortos por chat o una agradable velada de películas... Aún tenía que averiguar cómo cocinarle algo sin que se pudra de inmediato, pero podemos dejar eso como una meta para más tarde.

Mientras más miraba la belleza del colgante mayor necesidad sentía de devolverle el regalo, pero si analizas a profundidad, encontrar un presente para alguien que es un Dios milenario resulta cuanto menos tedioso ¿Que le das a alguien que a lo largo de su vida lo ha visto literalmente todo? Cada cosa que podría comprar no se compararía con lo dado, prefería dar nada a otorgar algo sin algún valor.

Entonces, como caída del cielo, Tanya llamó a su teléfono.

La mujer es el ser humano más dulce que jamás ha visto en toda su larga vida, alma verde brillante y un rostro definitivamente agraciado. Cuando escuchó su problema intentó pensar en algo con ella y al no tener un resultado factible se ofreció a hacer un traje personalizado.

Justo ahí fue cuando lo pensó y como quería hacerlo ella misma la dulce Tanya prestó su ayuda para cuando fuese solicitada. Trabajó cada tiempo libre que tuvo para poder tenerlo perfecto en poco tiempo, lo que logró con cuatro semanas de ardua labor sin descanso. No diría que era algo espectacular, solo una gabardina negra de talle largo que se veía lo suficientemente decente para pasear por Nueva York y verse genial mientras lo hacía.

Dió las últimas puntadas externas en el cuello de la prenda dejándola lista para ser usada por el próximo dueño de la misma, Geno le sirvió como modelo provisional ya que ambos tenían una estatura realmente similar, aunque si aún así no le quedaba podría arreglarlo en otro momento.

Aquel interior forrado con tersa tela polar se sentía increíblemente suave y cálido ante sus manos desnudas mientras el exterior lucía sobrio con la tela negro mate que escogió precisamente para un acabado elegante y actual; entre sus manos un par de guantes negros hechos con una especie de cuero bastante _especial_ estaban siendo cosidos con detenimiento, cuidando cada mínimo detalle.

Contenta con sus resultados colocó todo lo utilizado en el cuarto que anteriormente designó como taller, limpiando el desastre de telas y retazos en menos de cinco minutos; al estar lista acomodó las prendas

Sin terminar

El Vertedero De SugarWhere stories live. Discover now