Capítulo 14: Troya

18 0 0
                                    

Perseo se encontró a sí mismo recorriendo un corredor amplio y pulcro, iluminado por lámparas de luz blanca incrustadas en el techo. Se sentía incorpóreo, como si fuese un fantasma acechando a su próxima víctima. Miró sus manos, pero estas no eran transparentes. Por supuesto que en ese sueño tenía un cuerpo hecho de carne y hueso y no de ectoplasma.

Hacía algunos años había comenzado esa incomprensible etapa de sueños de lugares desconocidos. Era un secreto, por supuesto, y pensaba que eran una etapa porque tenía la esperanza que desaparecerían en algún momento. Algo así como la pubertad. No obstante, ya con dieciocho años cumplidos, comenzaba a creer que tal vez los había subestimado.

Era justo lo que sucedía en esos momentos. Estaba soñando.

Este era un sueño diferente. Nunca les habló de ellos ni a Perseo ni a Persephone. No quería que pensaran que estaba enfermo, si es que acaso lo estaba. Además, se sentía como si no fueran ese tipo de cosas que vas por ahí contándole a nadie. Esos sueños tenían el porte de ser exactamente un secreto.

¿Por qué?

Eso ni siquiera él lo sabía.

De pronto su cuerpo comenzó a caminar por el pasillo. De fondo se escuchaba una especie de alarma. Una voz femenina enunciaba una alerta de vulneración del sistema. Una emborronada silueta humana vestida de blanco apareció frente a él. Decía algo sobre apresurarse. Su voz grave daba la impresión de que se trataba de un hombre.

Perseo parpadeó y vio como la silueta comenzaba a alejarse, arrastrándolo consigo contra su voluntad como si se tratara de un imán. El pasillo perdió forma, convirtiéndose en un manchón que daba la impresión de deformarse a una gran velocidad.

Cuando por fin se detuvo pudo advertir que se encontraba en un pasillo totalmente diferente. Mismos colores, mismas luces, otro punto cardinal. La silueta blanca había desaparecido. Cuando volteó su mirada hacia un costado advirtió que estaba frente a una puerta. No era una muy especial, a su parecer: lisa, gris y bien mimetizada con el ambiente.

Escuchó su manecilla girar. Alguien estaba a punto de abrirla. Su cuerpo se paralizó de inmediato y comenzó a entumecerse. Esa sensación podía reconocerla. Estaba por despertar. Creyó escuchar a Curie llamándolo, pero tal vez solo era una parte del sueño haciéndole divagar entre sus inventados pensamientos. El pasillo empezó a difuminarse como si le pasasen un borrador encima, hasta que finalmente se resumió a la puerta que también comenzaba a desaparecer.

Con mucho esfuerzo Perseo movió su mano hasta tocar la manilla, pero justo antes de poder girarla la puerta se abrió de un golpe. Lo que vio lo dejó más confundido que el simple hecho de soñar con un lugar así.

Asomando su cabeza, usando guantes de látex y cargando un tubo de ensayo, tal cual un científico, apareció Bohr.

Luego toda aquella inquietante imagen desapareció.

***

—Perseo.

La voz parecía lejana. Sentía su cabeza pesada y el cuello entumecido. Sus pensamientos no fluyeron con mucha facilidad cuando intentó ubicarse en todas las esferas posibles de su existencia.

Le llevó un par de segundos darse cuenta de que el sueño se había esfumado y acababa de volver al mundo real.

—Perseo, despierta.

Tardó un poco en reconocer ese timbre de voz. Se cuestionó si realmente había despertado o si solo estaba teniendo otro de esos sueños donde soñaba que despertaba.

Su cuerpo estaba tardando en responder, tal vez tenía parálisis del sueño o tal vez se estaba muriendo.

¿Se podía morir de cansancio siendo tan joven?

Prometeo (la ascensión) - Libro #1Where stories live. Discover now