𝐇𝐄𝐀𝐕𝐄𝐍 | ❝ Intentare que el arcoíris vuelva
a estar presente en tu cielo ❞
En donde un trueno se hace presente en el cielo soleado de Noah Mckinnon dándole inicio a una horrible tormenta y llega Sirius Black a inten...
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NOAH CAMINABA POR LOS pasillos de Hogwarts en dirección a la biblioteca, tenía una hora libre antes de su ultima clase, la cual era transformaciones.
Al llegar a su destino saludo a la señora Pince quién le dedico una mirada un poco seria pero le devolvió el saludo con amabilidad, se dirigió hacia una de las mesas que se encontraban junto al ventanal que daba al lago negro por lo que tomo asiento ahí, afortunadamente la mayoría de los estudiantes todavía seguían en clases por lo que la biblioteca estaba casi vacía.
Abrió su libro de encantamientos y comenzó a repasar los últimos temas vistos, los E.X.T.A.S.I.S comenzaban la próxima semana y aunque el ser jugador de Quidditch no exigía aprobar todo con extraordinario, el chico Mckinnon realmente quería buenas notas ya que durante todo ese ultimo curso habían sido un completo desastre.
—Noah—el rubio alzo la mirada de su libro encontrándose con la pequeña Watson, a la cual le dedico una leve sonrisa—Disculpa si llego en mal momento, es solo que...—Nathalia soltó un leve suspiro—Estoy teniendo problemas con un tema de pociones, me preguntaba si me podías ayudar ya que Marlene sigue en clases.
—¿Así que soy tu segunda opción?—pregunto Noah alzando una ceja.
—¡No! ¡nunca quise decir eso!—exclamo la rubia asustada.
—Estoy bromeando—el chico Mckinnon comenzó a reír mientras señalaba la silla junto a el—Claro que te ayudaré.
—Gracias—le agradeció Nathalia mientras tomaba asiento al lado de Noah para después colocar sus cosas sobre la mesa.
—Que linda pulsera—dijo Noah alagando el accesorio, Nathalia traía puesta una pulsera de perlas de distintos colores y del centro sobresalía un dije de la letra ¨N¨.
—Oh, muchas gracias—la pequeña Watson le sonrió levemente—Me la obsequio la señora del orfanato cuanto tenía diez, nos dio una todos los niños.
Aquellas palabras provocaron que la mirada de Noah se despegara de la pulsera para enfocarla en Nathalia con el ceño levemente fruncido: —¿Qué? ¿dijiste orfanato?
—Si, bueno...—la rubia bajo un poco la mirada y comenzó a jugar de manera nerviosa con su pulsera—Creo que no les había dicho, pero yo vivo en un orfanato—hizo una pequeña pausa—Mi madre murió durante el parto y mi padre era un alcohólico, solía alimentarme con batanas que traía de los antros o con alimento para bebé de muy mala calidad, hasta que un día cuando tenía cuatro años nuestros vecinos llamaron a servicios sociales y me sacaron de esa casa, me llevaron al hospital y los doctores no lograban entender como es que todavía estaba viva.
» Estuve casi un año en el hospital recibiendo tratamiento ya que los doctores tenían miedo de que tuviera alguna infección o enfermedad por todo lo que mi padre me estuvo dando de comer esos cuatro años, al cumplir los cinco me dieron de alta y me enviaron a ese orfanato, en el todavía vivo.
—Pero...¿nunca nadie hizo el intento de adoptarte?—pregunto Noah con un poco de tristeza en su voz.
Nathalia soltó una pequeña risita: —He sido adoptada por unas ocho familia a lo largo de estos siete años. Siempre que llegaban al orfanato para adoptar una niña las encargadas les enseñaban de inmediato mis papeles, ya que era muy tranquila, obediente y no causaba problemas, eso era suficiente para que me adoptaran. Además de que cuando escuchaban la historia del como llegue ahí se conmovían.
» Pero nunca duraba más de cuatro o cinco meses con cada familia, ya que como toda niña bruja pues presentaba signos de tener magia. Rompía flórelos y cristales cuando lloraba, me cortaban el cabello y al otro día ya lo tenía largo otra vez y muchas más cosas, al ser familias muggles pues obviamente todo eso les dio medio y pensaban que yo estaba poseída por el anti cristo, así que me dejaban nuevamente en el orfanato.
El chico Mckinnon se le quedo mirando a Nathalia durante unos segundos, no tenía ni idea que ella había pasado por todo eso, pero lo que más le sorprendía era la naturalidad con lo que lo decía, como si se lo repitieran a diario hasta que a ella ya no le dolía tanto el decirlo.
