Parte 28

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Capítulo 28

Algo sucedía. Nadie sabía por qué estaba pasando. No era bueno ni malo, pero involucraba a Alexia y a Larisa.

No se hablaban.

Larisa pensó que después de volver a clases, su relación con Alexia sería distinta: más íntima y cariñosa. Ya había quedado claro que ambas se gustaban y que, si se lo proponían, podrían llegar a ser algo más que buenas amigas.

Entonces, ¿por qué demonios estaban distantes? Larisa no se lo podía creer. Cada vez que intentaba hablarle, la otra apartaba la vista, sonreía con timidez y respondía con pequeños monosílabos.

—Y bien —dijo Vicky cuando el silencio se hizo más denso entre ellas—. ¿Qué hay de nuevo?

—No mucho —respondió Larisa con un suspiro de flojera. Apoyó la mejilla en la mano y cruzó las piernas debajo de la mesa.

Faith carraspeó y le dio a Alexia una patadita en el tobillo. Cuando atrajo su atención, le hizo una señal con los ojos para que hiciera algo. La otra chica simplemente negó y se concentró en beber su jugo de manzana.

Qué incómodo pensó Victoria, pero no contaba con que las cosas se pondrían peor.

Mara se acercó con su bandeja de comida, y junto a ella estaba Petra.

—Hola, ¿qué hacen?

Ella se sentó como siempre, delante de Victoria, y Alani permaneció de pie sin saber qué hacer. No tenía el valor para sentarse en la misma mesa, y tampoco las agallas para darse la vuelta y marcharse. Quedarse de pie era incluso peor.

—Nada. Aquí, tragando plástico —dijo Faith y alzó su sopa instantánea. Vio a Petra y la saludó con un movimiento de la cabeza—. ¿Te vas a quedar allí parada o qué?

—No... ya me siento.

Se dejó caer al lado de Mara y no hizo contacto visual con ninguna de las dos. Quería ser una estatua. Pretender que no estaba ahí.

Y vino otro silencio. Todas parecían enojadas, y Petra pensó que era por su culpa. Tenía que serlo ¿verdad? la odiaban y jamás perdonarían las cosas que ella les había dicho.

Larisa resopló.

—Tengo que irme al salón. Adelantaré una tarea.

Se levantó de su lugar y se alejó de la mesa con un aire prepotente. Estaba molesta y frustrada, no con Alani, sino con Alexia. ¿Es que había hecho algo malo sin darse cuenta? ¿Debería pedirle perdón o dejar que fuera la otra quien se acercara para explicarle por qué tanta frialdad?

Apenas se alejó, Victoria se inclinó sobre su amiga.

—¿A ti qué te pasa, Alexia?

—Sí —añadió Faith con el ceño fruncido—. Pensamos que querías algo con ella y la has tratado como si no existiera.

—¿Se pelearon? —Preguntó Mara.

—No es nada de eso —respondió la chica. Se quitó los lentes para limpiarlos con un pañuelo de microfibra y se los volvió a poner con cuidado—. Es que... no sé cómo decirle que me gusta.

—Oh, por favor —resopló Vicky.

—Ustedes no saben lo mucho que quiero a Larisa. Pedirle que sea mi novia no es poca cosa. ¿Y si al final no sale bien y terminamos peleadas? ¿Y si no me gusta tanto como yo creo?

—Excusas baratas —se molestó Vicky—. Nunca lo sabrás a menos que lo intentes.

—Es una persona, Victoria. Tiene sentimientos. ¿Y si los lastimo? No soy una buena novia. Por eso es que el último novio que tuve terminó conmigo: dijo que yo era una molestia y que no le daba su espacio personal.

—Tiene algo de razón —dijo Mara—. Hay gente que funciona mejor como amigos que como pareja.

—Oh, vamos —replicó Faith—. Si no vas a ayudar, mejor cállate.

—No le hables así —intervino Alani y ese comentario llamó la atención de las demás.

Alexia habló.

—¿Y tú qué haces aquí, sentada como si nada? Ni siquiera eres amiga nuestra.

—Es mí amiga —la defendió Mara con una mirada de seriedad.

—Pues qué bien —Alexia se levantó de la mesa—. Quédate con tu "amiga".

—Espera, Alex —Vicky intentó detenerla, pero fue inútil. La chica se alejó en otra dirección.

La mesa se quedó, otra vez, en un profundo silencio. Y así permaneció hasta que la campana sonó y todas tuvieron que volver a su salón de clases.

***

Larisa necesitaba un poco de diversión. Quitarse las ganas que sentía y, después de comprobar que ni la música ni la televisión podían distraerla, se dispuso a jugar con su propio cuerpo.

Sacó el dildo de buen tamaño que guardaba en una caja. Tenía una ventosa con la que podía pegarse a las superficies lisas y ella lo acomodó sobre el suelo de su cuarto. Le colocó una delgada capa de lubricante y, tras estimularse con los dedos para aumentar su grado de excitación, sujetó el dildo y se sentó cuidadosamente sobre él. El juguete se enterró en su coño, abriéndola y dejando que sus jugos ayudaran en el proceso.

Una vez lo tuvo todo adentro, se apoyó con las rodillas y empezó a moverse de arriba hacia abajo. Empleó una de sus manos para rozarse el clítoris y con la otra se acarició los pechos. Arqueó la espalda y se mordió los labios a causa del gran placer que sentía dentro de sí. El sudor le bajaba por el cuello y su sexo se humedecía con cada penetración. El dildo se le enterraba hasta la base y ella movía la cadera en círculos para incrementar el delicioso daño que le causaba dentro.

A veces tenía pensamientos más románticos, pero en esta ocasión, todo lo que había en su cabeza era lujuria vil y erótica. Y no tendría sexo con nadie hasta que Alexia y ella fueran algo más que amigas. Por eso es que se había aguantado todo este tiempo y no había tenido parejas.

Estaba por correrse cuando su papá llamó al otro lado de la puerta.

—¿Hija? ¿Estás dormida?

Larisa se tomó unos segundos para responder.

—¿Qué pasa?

—Alexia vino a verte. Está abajo.

La muchacha se sacó el dildo y lo despegó del suelo. Lo limpió con una toalla y lo escondió en su cajita. Frotó con la misma toalla su mojada hendidura y se puso los shorts otra vez. Abrió la puerta y sacó la cabeza.

—¿Alexia?

—Te está esperando... ¿qué hacías que estás toda sudada?

—Eh... cardio.

—Ya. Ve a verla. Parece un poco deprimida.

Larisa no tuvo que pensarlo dos veces. Cerró la puerta, se cambió de ropa y bajó enseguida, dispuesta a saber qué demonios ocurría con ella.

[Terminado] Enamorada de la Nerd  [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora