Empresa de Aitor, 28 de agosto de 2014: vía de escape

226 41 0
                                    


Aitor estuvo más ausente de lo habitual en el trabajo, no se podía quitar de la cabeza a Sara y barajaba todas las posibilidades sobre lo que pudiera estar haciendo en ese preciso momento, de modo que no dejó escapar la oportunidad y le escribió para hacerle saber que se acordaba de ella y, al mismo tiempo, recordarle que no debía echarse atrás en su propósito. Ese chico era un posible candidato que la haría crecer como mujer, y aunque se sentía raro conduciéndola de ese modo a seducir a un hombre, la parte más juiciosa de su ser sabía que no había motivos para estar así, ya que ella merecía ser feliz y disfrutar como él de todo cuanto tenía a su alcance.

De camino a su casa, una llamada a su teléfono móvil interrumpió el rumbo de sus pensamientos.

—Dime, Leire.

—Tengo que hablar contigo, solo será un minuto; he de decirte algo importante.

—Adelante –dijo mientras sacaba las llaves del bolsillo para abrir la puerta de acceso a su apartamento.

—Verás, se trata de Toni...

—¿Qué ocurre?

—Hace muchos meses que no... bueno, ya sabes, no...

—No, ¿qué?

Al otro lado se escuchó un profundo suspiro.

—Mira, Aitor, te lo diré sin rodeos: voy a divorciarme.

Su hermano se quedó pálido y se sentó de golpe en la silla frente a su escritorio.

—Bromeas...

—Lo cierto es que no. Esto es insostenible, realmente me he dado cuenta de que no tenemos nada en común, no dejamos de discutir.

Aitor se presionó el puente de la nariz con fuerza, analizando las palabras de su hermana. Toni le caía bien, se había convertido en otro hermano para él desde que salía con su hermana, y aunque tuvo sus reservas cuando le dijeron que se casaban porque consideraba ese paso absurdo, al final aceptó que, tal vez, sentían la necesidad de demostrar su amor pasando por el altar, constatando ante los ojos del mundo entero que estaban hechos el uno para el otro. Quería creer que había casos en los que un amor así podía existir, pero escuchar de boca de su hermana que no era como creía, le decepcionaba.

—Vamos a ver, Leire, cálmate, ¿No hay nada que podáis hacer para solucionarlo? Siempre os habéis llevado bien y...

—Ya no hay más, Aitor. No caminamos en la misma dirección y en ocasiones es como tratar de hablar con una pared, no me escucha, no me presta atención, no se implica...

—Por Dios, ¿no podrías haberte dado cuenta de eso antes? ¡No hace ni dos años que os habéis casado!

—Antes no supe verlo, además, quise creer que con el tiempo cambiaría, pero no ha sido así.

—¡Muy bonito, Leire! La pregunta es, ¿has considerado cambiar tú en lugar de esperar que él lo hiciera?, ¿no has pensado que, tal vez, parte de la culpa también sea tuya?

—¡Claro que lo he pensado! Seguramente yo tenga mucha culpa, pero ¿qué más quieres que haga? Los conflictos se nos amontonan y no nos queremos tanto como para buscar soluciones. De todas formas, agradecería un poco más de comprensión por tu parte, ¡eres mi hermano, maldita sea! Esto me está resultando muy difícil.

Oyó cómo su hermana empezaba a llorar mientras las palabras fluían rápidas de sus labios, argumentándole todos y cada uno de los motivos por los cuáles no podía aguantar más. Apenas se hablaban y el único vínculo que les unía era la hipoteca. Uno de los dos debía reaccionar y ella había asumido esa enorme responsabilidad: hablar con los abogados, redactar un acuerdo, poner en orden todos los papeles... Él no quiso saber nada del asunto desde que ella le comentó sus intenciones.

Aitor cogió aire y escuchó a su hermana sin intervenir, dejando que se desahogara; poco había que hacer cuando la decisión ya estaba tomada.

Esa conversación le afectó más de lo que creía, no por el hecho de que su hermana se divorciara del hombre al que siempre había considerado un amigo, sino por ver que en la sociedad actual, pocas parejas había que realmente se complementaran, que fueran tan fuertes como para aguantar las adversidades y, a la mínima, alzaran un muro a su alrededor excluyendo a la otra persona. No lograba entender qué lo hacía todo tan complicado.

Encendió su ordenador y estuvo esperando una señal de Sara, quería saber de ella y, a la vez, indagar en el funcionamiento de la mente femenina. Sentía que ella era una de las pocas mujeres en las que podía confiar.

Friend ZoneOù les histoires vivent. Découvrez maintenant