Capítulo 28: «Hola, Maddox» 🦋

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Mientras entrabamos por la puerta de su departamento suspiré.

Sí, estoy aquí, que nadie me juzgue.

—Bien, ¿qué planean hacer? ¿Vemos alguna película? —les pregunté aquello tratando de conseguir alguna, pero cuando los miré solo vi sus expresiones lascivas—. No hay sexo.

—¡Ay, por favor! —Leroy caminó hasta mi tomándome de la cintura —. Nosotros no rogamos por sexo, y tú estás haciendo que lo hagamos. ¿Acaso quieres que te demos algún espectáculo?

Era tentativa su oferta, sería tan excitante ver a alguien más recibir placer por ellos, pero no. Solamente había Ayers para mí.

—Inténtalo y verás de lo que soy capaz —amenacé sonriente—. No me gusta compartir mis cosas.

—No somos una cosa, muñeca —quise partirme de la risa en ese momento ante las palabras de Lucien.

—Cierra la boca, cachorrito.

—¡Le acaban de decir cachorro a uno de los millonarios más poderoso del país! —gritó Leroy mientras me soltaba de la cintura y se alejaba de mi mirándome —, estás en problemas.

—Solo fue una broma —susurré nerviosa —, a Lucien no le molesta, ¿verdad?

Dije aquello esperando una confirmación de su parte, no solía ponerme nerviosa por ellos, pero... ¡joder! ¿a quién engaño? Sí, lo hago.

Aunque éramos los tres adultos, me gustaba bromear con ellos continuamente, como si fuésemos adolescentes, aquello no tenía nada de malo y sentía que aligeraba los posibles momentos de incomodidad entre los tres; a pesar de que ya no ocurría, procuraba que el ambiente siempre estuviese ligero.

—Ven aquí, Maddox —ordenó, y bueno... yo obedecí de inmediato—, ponte de rodillas y probemos quién es el cachorro aquí.

Mis piernas siguieron su pedido de inmediato, mi cabeza se levantó y mi mirada buscó la suya. La presencia de Leroy tras de mi me alertó lo que podía ocurrir a continuación; problemas, sexo y castigo, aquellas cosas juntas eran un verdadero problema, pero... con ellos todo me gustaba.

—Les dije que no... —pero mis palabras quedaron a media cuando sentí la mano de Leroy sobre mi cabeza.

—Tú ya no decides las cosas que pasan.

Cederles el poder era algo que me hacía sentir indefensa, pero no en lo sexual, después de todo mi cuerpo se sentía suyo.

—Entonces, ¿me van a coger? —pregunté nerviosa.

—¿Lo quieres? —asentí ante las palabras de Leroy.

Lucien, quien estaba frente a mí se puso a mi altura sonriendo de lado.

—Una vez te dije que no dijeras que no quieres las cosas, porque te verías patética cuando ruegues por ellas —su mano derecha bajo a mi rostro acariciándolo —, pero ahora mis pensamientos son otros.

»Te ves jodidamente hermosa aceptándolo y me prende que te niegues, ¿sabes? —su mano viajó a mi cuello, apretándolo suavemente—. Cuando lo haces me satisface saber que te dejaré con ganas de más y tú, volverás. Volverás a donde están tus hombres.

—Chicos... —gemí ante la excitación del momento. Sus palabras me estaban poniendo nerviosa.

—¿Qué? —respondieron al unísono.

—¿Me van a coger o no?



***



Cuando desperté lo primero que hice fue volver a cerrar los ojos, mi espalda quemaba ante la marca de los latigazos de la noche siguiente; latigazos que me tomaron desprevenida, pero que después de un tiempo se volvieron placenteros.

Como pude me levanté, mi zona dolía, mi culo dolía, mis muñecas a causa de las esposas dolía, estaba completamente agotada.

Entré al baño y cuando me vi en el espejo maldije, parecía un jodido dálmata, pero mis manchas no eran negras, sino rojas. Lo ignoré y me dispuse a darme una ducha, cuando terminé me puse una camisa seguido de unos pantalones que encontré en uno de los armarios; todo aquello era por precaución, no me iba arriesgar a que me cogieran de nuevo, ¡me dolía hasta respirar!

Me arrepentí completamente de preguntarles si me ibas a coger, nunca más lo volvería hacer. Diosito lo sabía.

Sin poder evitarlo tuve un deja vú de la primera vez que estuve con los dos.

—Buenos días —saludé al verlos sentados en las sillas de la cocina.

Los miré enojada, ¿por qué se veían tan descansados?

—Hola, nena —saludó Lucien.

—Adiós —respondí malhumorada.

Fui hasta el refrigerador y por el rabillo del ojo derecho percibí como Leroy se levantaba, su cuerpo se aproximó al mío y cuando estuvimos cerca volteó el mío pegando sus labios a mí de inmediato. Las sensaciones seguían siendo las mismas, igual de emocionantes, igual de intentas y sin duda, sus manos viajaban a la velocidad de la luz.

—No —hablé en medio del beso —, basta Leroy.

—No me pidas que pare a tan temprano de la mañana, nena —pero sus palabras suaves y dulces no me iban a envolver, mi cuerpo siempre sufría las consecuencias.

—Quiero hablar con mi hermana —alejándome de su cuerpo caminé a una silla al lado de Lucien.

Él me miró esperando algo, y sus ojos atentos a mis labios movieron los míos hasta los suyos. Un beso suave y mojado con sabor a café nos unió suavemente.

—Prefiero estos buenos días.

Seguido de eso hubieron distintas conversaciones respecto a sus negocios, aunque habían algunas cosas que pasaban por alto, por ejemplo, como habían construido la empresa, lo único que me mencionaron sobre eso fue que su madre había influido en ello, nada más. Quise preguntar en qué había colaborado su padre, pero no pude obtener nada.

Cuando dejamos de hablar, llamé a una de mis prioridades principales, mi hermana.

—Hola, nena. Ya se me ha hecho costumbre marcarte desde otro teléfono —Madison respondió al primer pitido, cosa que agradecí.

—Siento que soy mala hermana, no me sé tu número de memoria —nos carcajeamos ante el chiste personal—. ¿Estás con tus novios? —mi sonrisa se borró de inmediato.

—Ellos no son mis novios —sí, tonta, demasiado—. Son solo amigos.

—No te preocupes por eso, los chicos ya me explicaron todo y yo no te juzgo —trató de calmarme, su tono lo decía —, es hora de que dejes de querer explicarme todo como si me debieras algo, ¿de acuerdo? También me sorprende que no me cuestionaras que uno de los chicos te llamó cuñada.

—Supongo que estaba muy distraída —susurré pateando una piedra invisible.

—Sí... —hubo un silencio en la línea, por lo que alejé el teléfono de mi oído—. Estoy intentando algo con ellos.

—¿Qué?

—Estamos yendo a terapia, estoy yendo a secciones separadas y luego estoy yendo con ellos a una —admito que sentí celos, pero que ella tomara la iniciativa en ese tipo de cosas me hacía sentir orgullosa—, quiero ayuda y ellos me están ayudando, sé que sus intenciones son otras, pero mi corazón no se deja engañar de mi mente.

—No olvides que sigues siendo adolescente, por favor, sé buena mientras no esté.

—¿Con dos chicos que se apellidan Ayers? —me mordí el labio inferior siendo cómplice—, no te prometo nada.

Y con ello cortó.

Suspiré pesadamente volviendo a la cocina, pero para mi sorpresa ellos no estaban ahí, cuando me dispuse a subir las escaleras, oí voces frente en la puerta del departamento. Aunque era un simple espacio de dos pisos, las cosas solían estar alejadas una de la otra.

Devolví mi caminata y caminé hasta la puerta y esta vez, si no pude evitar sorprenderme.

—¿Nataly? —a pesar de que Melody estaba a su lado, solo recaí en ella.

Cuando sus ojos cayeron en mí, su sonrisa de ironía y rechazo no se hizo esperar.

—Hola, querida amiga.





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Entre dos tentaciones prohibidas: Sintiéndolos. [+18]Where stories live. Discover now