Capítulo 26: «Ser débil» 🦋

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Mi semana de vacaciones acabó.

No podía digerir todas las cosas que pasaron en ella, mi vida volvería a ser la misma de siempre, pero esta vez con dos personas más incluidas. Mi hermana estaba igual que yo, pero la diferencia es que ella estaba a finales en la escuela y, estaba yendo a terapia los fines de semana.

Había encontrado un lugar o más bien, un refugio en el que había más personas que habían pasado por situaciones similares e incluso peores, ella tenía a dos chicos con ella que se encargaban en turnarse para recogerla.

Yo sentía su inquietud y eso me inquietaba mucho más, cada noche al regresar a casa trataba de entablar una conversación con ella, una en la que se sintiera más un ambiente de mejores amigas a un ambiente de hermanas.

—Buenos días —dije levantando la vista —. Oh, hola, ¿qué haces por aquí?

—Vine a ver a mi novia, ¿no puedo? —respondió con una sonrisa.

—No en su lugar de trabajo.

Para mi sorpresa él no se detuvo en la barra, si no que fue hasta el lugar trasero donde yo estaba.

—¿Qué estás haciendo, Lucien? —cuestioné, pero me ignoró olímpicamente —. No puedes hacer eso, no quiero que mi jefe llegue y me exija por visitas en horas de trabajo.

—¿Cómo pasaría eso? —sonrió de lado —, tu jefe está aquí.

La miré con el ceño fruncido y con mi cara de pocos amigos, ¿acaso...? No, no. No podía estar pasando esto.

—¿Es en serio? —solté con molestia —. Pues renuncio.

Lo solté sin pensarlo, y cuando lo pensé estuve muy satisfecha. Pasé por su lado chocando nuestros brazos, me quité el delantal dejándolo sobre la barra.

—Suerte en tu negocio.

Era muy temprano en la mañana para tener discusiones, pero Lucien Ayers pasaba de ello, cuando pensé en pasar por la puerta entró el otro jodido demonio, crearon una tensión en el lugar vacio, donde mi enojo, su felicidad y deseo estaban peleando; pelea que no estaba dispuesta a perder ante ninguno de los dos.

—Buenos días, flaca.

—Te puedes ir a la jodida mierda —dije —. Ambos.

—Ella no ha aprendido la lección —aportó Lucien, y deduje por la frase que miraba a su hermano.

—Yo no soy una mascota, ni mucho menos una niña —solté volteando hasta él —. ¿Cómo es posible que lo compraran? ¡Es mi trabajo!

—Y es nuestra cafetería, no perderás nada.

—Pierdo la credibilidad cuando me merodean como perros. ¿Y qué se supone que pase ahora? ¿Ustedes vendrán cuando se les dé la gana y me pondrán sobre una mesa para cogerme? —sí, estoy enojada, muy enojada —. Yo no quiero una relación así.

—Estás exagerando, Maddox —la voz de Lucien a mis espaldas activó algo en mí, que no me agrada —. Solo es por precaución, eres nuestra y sabemos que nuestros enemigos...

—¡Yo no soy suya! —grité enojada.

—Maddox —advirtió Leroy. Sentí como sus pasos se acercaban a mi cuerpo.

—Si de eso se trata... de que soy suya y por eso deben comprar todo lo que a mí se relacione, creo que no estaremos juntos por mucho tiempo. No puedo estar con personas así, aceptaría seguridad, guardias, ¿pero que me compren? ¿Qué me paguen ustedes mismos y que me esté revolcando con ustedes? No... no me imagino como sería coger y obtener un bono por mi destreza.

—Maddox, no lo estamos haciendo de esa forma, no es para que te sientas presionada. Lo hicimos para que lo manejaras tú —miré a Leroy, sonreí con sorna ante sus palabras.

—No seas una jodida malagradecida, Maddox.

Sabía que Lucien no duraría en hacer ese tipo de comentarios.

—Creo que esto —nos señalé con un nudo en mi garganta —, no llegará lejos, así que prefiero que acabe antes de que los ame.

Algo que sabía es que los hombres eran un gusto en mi vida. No dejaría que ninguno entrara en mi para dañarme de nuevo; estaba llevando mi vida a una relación dañina que nunca acabaría bien.

—Déjenme ir —susurré al sentir como era aprisionada entre sus cuerpos, estaba entre ellos; una vez más, pero no me gusta esto... pensaba que todo iría bien y puede que cualquiera piense que estoy exagerado —, a este paso también me pondrán un jodido GPS.

La forma en la que, Leroy, corrió la mirada hizo que mis ganas de llorar fuesen intensas.

—Fue por tu bien, ya te secuestraron una vez, casi te hacen daño. ¿No se suponen que eso hacen los novios? ¿Proteger? —la exasperación en la voz de, Lucien me hizo pensar y traté de entender, pero...

—Los novios confían; confían en que su pareja le dirá si necesita algo, en que hablarán y si teme se lo dirán, los novios no van por ahí y compran el establecimiento donde trabaja su novia.

Me moví una vez más buscando salir y lo logré. Para mi dolor, lo logré. Pensé que me detendrían y me pedirían perdón mientras me decían que eso no volvería a pasar, pero nada de eso ocurrió.

Cuando llegué a casa, Gayle me cuestioné que había pasado, le conté lo sucedido, pero sin contarle la parte de que los Ayers habían sido causantes de ello. Cuando entré a la habitación me encontré a Madison con la cabeza entre las manos.

—Oh, nena. ¿Qué pasó? —me senté a su lado y cuando levantó el rostro fruncí el ceño. Ella estaba, ¿sonriendo?

—Enzo y Howell, son hermanos —dijo, pero había dolor en su fingida carcajeada—. Ellos dicen que me quieren, para los dos, ¿crees eso posible? Eso es asqueroso, es aberrante.

Tragué con un nudo en la garganta.

—¿Te gustan? —pregunté cuidadosamente mirando su expresión—. No tiene nada de malo que te sientas atraída por los dos.

—¿Acaso lo sabias? ¿Lo apoyas? —quise negar, pero no era mentirosa.

—Madison, escucha... —carraspeé —. No puedo decirte que debes o que no debes hacer, la poligamia es algo con lo que se nace, como lo es el amor. Hay personas que lo emplean en su vida, como si fuese solo placer, pero no es así, la poligamia es poner corazones sobre una montaña rusa y tratar de que todos estén al mismo nivel, no existen celos, no existe egoísmo, es solo amor, ¿lo entiendes? —la miré, mis ojos picaban, mis Ayers... mis tentaciones.

—Maddox, ¿estás bien? —me preguntó y no pude evitar desplomarme entre sus brazos mientras lloraba.

Su forma de ellos protegerme no me gustaba, pero los quería conmigo. No eran un gusto, eran mi necesidad.

—Estoy aquí, llora todo lo que necesites —susurraba en mi oído. Se suponía que era yo quien debía cuidarla y consolarla, no ella a mi...

—Lo siento tanto, siento no poder darte lo que necesitas, siento que te hayan hecho daño, siento ser tan miserable y optimista, siento tantas cosas, Madison. Perdóname.

—Todos somos un ser débil por dentro, Maddox, pero siempre serás muchas cosas para alguien.




🦋

¡Salgan, quiero estar solaaa! 😭 :(

Gracias por leer. <3

Entre dos tentaciones prohibidas: Sintiéndolos. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora