Capítulo 30: Era ella

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Era ella. Radiante. Con un lila precioso que combinaba a la perfección con su tez. Ella empezó a caminar en la dirección de Jim. Por la iluminación parecía que brillaba, pues los rayos solares tenían un efecto soñado en la tela del vestido, que tenía ligeros destellos metálicos. Ella iba descalza, y con los movimientos de una niña, empezó a correr sin ninguna propiedad de señorita. Cuando estuvo bastante cerca, y cómo si fuera lo más normal del mundo ella al verlo le dijo.

-Me alegra tanto verte, ya te extrañaba, hace semanas que no te veo. Te veo diferente esta vez, con mucha claridad, tan real, hasta juraría que podría olerte. -Subió los hombros en señal de indiferencia. -Tengo demasiadas cosas que contarte de todas maneras.

Jim se asombró con la familiaridad con la que ella se dirigía a él. Cuando ella estuvo a cinco metros de distancia, él se levantó, no pudo contenerse y la abrazó tan fuerte que sintió la fusión de sus corazones en uno. Una sinfonía de sensaciones milagrosas fue lo que ambos sintieron en ese momento. Ambos sintieron una pasión tangible, casi visual en ese abrazo, miles de explosiones con cada punto de contacto, el reencuentro no solo con el otro, sino con uno mismo, finalmente alimentando un alma famélica. Catherine entendió que tenía que ser la realidad.

Tratando de articular palabras, ella alcanzó a decir -Jim ¿en verdad eres tú? ¿No estoy soñando?

Ella lo abrazó más fuerte y lo que sintió fue una inundación de paz y amor la colmaron.

Jim recordando las palabras de Bianca, tratando de mantener la compostura como un caballero, la apartó y articuló. -Felicidades Catherine - No pudo completar la frase "felicidades, Catherine por tu compromiso y por tu bebé." A pesar de no haber dicho mucho, cada palabra quemaba.

Ella visualizó cómo una pared de cristal infinita los separaba. Ella solo alcanzó a decir -Gracias. -pensaba que él se refería a su graduación como médica de la universidad, pues consideraba ese su único logro por el cual alguien podría felicitarla.

Tratando de quebrar esa pared de cristal, Catherine le preguntó. - ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No estabas en Alaska? -preguntó aferrándose a la mínima posibilidad de que él estuviera en la ciudad con la intención de verla a ella.

Sin saber cómo responder a esa pregunta, Jim mintió diciendo que venía a ayudar a sus tíos por una situación que se había presentado. Si efectivamente quería que ella estuviera feliz en su nueva familia, no le podía contar por qué estaba ahí, que la seguía amando, que quería pasar el resto de su vida con ella.

Tomo aire para calmarse y no decir nada indebido, pero como si algo lo hubiese poseído dijo sin darse cuenta de que las palabras escapaban incontrolablemente su boca.

-Te prometo que desapareceré de tu vida para siempre, pero ¿podría tener esta tarde solo para mí? ¿Podríamos quedarnos juntos solo viendo el paisaje?

Catherine visiblemente enojada contestó sarcásticamente. - ¿Prometes desaparecer? -agregó despectivamente -si eso es lo único que haces bien.

Él no respondió y se quedó mirando solemnemente el paisaje.

Con la mirada triste ella siguió. - ¿Podrías prometerme lo contrario? -con una lágrima corriendo por su pómulo, ella dijo -por favor no vuelvas a desaparecer nunca.

Poniendo en orden sus ideas, él dijo. -Catherine. -mientras acariciaba gentilmente su rostro y quitaba su lágrima. -prefiero no volver a verte nunca que torturarme a diario viéndote llevar una vida con otro. Viéndote tener una familia con otro.

-Entonces no lo hagas.

- ¿Es que como podría estar en tu vida y no verte así?

Catherine, entendió que tenía que ser cortantemente directa, y respondió. -Puedes ser tú el hombre de mi vida, y así no tienes que ver a otro.

Nuestro Pedazo de ParaísoWhere stories live. Discover now