Capítulo 20: Confesión de amor

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Una vez que el francés despertó, pidió ver a Jim. Al abrir la puerta, Jim escuchó un estruendoso: -Mon ami Jim.

Jim caminó hacia la cama con una sonrisa y abrazó al francés.

Una lágrima corrió en la mejilla de Pierre, pero antes de que Jim lo viera se la quitó con el dedo.

-Sabes, Jim, cuando estuve en la guerra salvé a un coronel y ahora siento lo que él debió de haber sentido en ese momento. Te debo mi vida. Y no hay una deuda más alta que pagar que esta. Por eso quiero obsequiarte el reloj de mi padre.

Jim se quedó estupefacto. Cuidadosamente sacó el reloj de su bolsillo y lo contempló.

-Pierre, no lo puedo aceptar, es una reliquia familiar.

-Quiero que lo tengas. No tengo hijos, y no creo tenerlos en el futuro.

- ¿Por qué dices eso?

-Bueno ya no me queda mucho tiempo para vivir. Es decir, mírame.

Jim se quedó en silencio por unos segundos. Luego añadió. -Te digo algo, te lo voy a cuidar y cuando me hagas el padrino de tu primer hijo, yo se lo obsequiaré.

Una vez que Pierre se recuperó, los inversionistas decidieron que necesitaban cambiar de piloto porque había mucho riesgo de que algo similar volviese a suceder. Cuando se despidieron Pierre hizo prometer a Jim que intercambiarían correspondencia al menos una vez por mes. Hizo énfasis en que quería mantenerse actualizado con todo lo que pasara con Catherine.

Era esa la primera vez que pensaba en Catherine desde que su padre le había confesado que intercambiaba cartas con ella. Necesitaba leer esas cartas. Ahora más que nunca Jim estaba decidido a estar con Catherine.

Al no tener un piloto que lo pudiera regresar al campamento, Jim se quedó en Nome unos días, que se le hicieron eternos porque añoraba tener esa cajita de madera en sus manos una vez más. Necesitaba leer lo que Catherine había escrito.

Finalmente, Benoit llegó. Se trataba de un hombre con cabello rubio albino con un bigote café, ojos avellana oscuro y cejas pronunciadas. Era muy correcto en la forma de dirigirse a otras personas y siempre mostraba un aire de superioridad y distanciamiento.

Cuando estuvieron listos para partir hacia el campamento, Benoit se aseguró de explicar a Jim y a Michael los protocolos para volar en el helicóptero.

La mente de Jim gravitaba entre estar agradecido de ya no estar a cargo de la misión y las cartas de Catherine. Benoit lo notó y se enfureció.

-Esta es la razón de por qué tantas desgracias han pasado en su campamento. ¡No se toman las cosas en serio!

Jim decidió cooperar por la urgencia que tenía de abrir las cartas.

Cuando llegó al campamento fue directamente hacia la caja de madera. Observó que todas estaban abiertas menos una. En el sobre de esta Catherine pedía de favor que Michael algún día se la diera exclusivamente a Jim si tenía la oportunidad. Al abrir la carta un olor a lavanda salió como una nube morada que cubría el cuarto.

Querido Jim,

Escribo esto como si yo no fuera humana, como si fuera una especie alienígena tratando de comprender. Así es como me siento la mayoría de las veces. Lo que me alegra realmente, es que finalmente no me siento sola. Es una terriblemente dramática forma para empezar una carta con la excusa de decirte que me siento tan agradecida de haberte conocido. Quiero confesar lo que siento por ti, que creo que va más allá de los sentimientos, y se halla en que encontré finalmente a ese compañero de vida que me entiende, y entiende a mi forma extraña de ver al mundo.

Nuestro Pedazo de ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora