Capítulo 28: La propuesta

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Un precioso morado azulado con tela ligera y voluminosa, que con la luz daba un brillo como las escamas de un pez. No era nada extravagante, y era bastante minimalista, pero resaltaba perfectamente el cuerpo de Catherine.

-Muchacha tonta, esta Lily. Nada más dejó el vestido y corrió. Que corra porque no la volveré a contratar jamás.

-Mamá, pero me encanta el vestido. Es perfecto.

-Si corazón, pero tenía que ser amarillo. Tenía que combinar. Tenías que recordarle a Andrew de la primera vez que se vieron.

Ligeramente bromeando, Catherine agregó. -pero con el color morado podré destacar de la decoración.

Abanico revoloteando. -Tienes razón, hay que hacer lo mejor de esta situación. Tu belleza los distraerá a todos.

En esta ocasión Amelia no insistió en que Catherine hiciera una entrada dramática por el miedo de que su hija se volviera a caer y esta vez en frente de una audiencia mayor. Ella debía estar relativamente cerca de la puerta, saludando a los invitados que se pavoneaban con sus sombreros cubiertos de plumas innecesariamente grandes. Decenas de personas la saludaban alegremente, unos con alegría genuina y otros, su gran mayoría con cierta falsedad, pues envidiaban la relación con los Cunningham y su creciente fortuna.

Observó como entraban, la familia de seis con la cabeza en alto, mirando casi con desprecio al resto. Él vestía un traje negro, con una cola larga. Zapatos brillantes, también negros, y un bastón que era exclusivamente para el ensamblé. Del brazo escoltaba a su madre, quien portaba un sombrero alargadísimo con un lazo de encaje blanco. La misma textura combinaba con el paraguas que cargaba cubriendo su tez, y sus guantes cortos. Liderando el grupo se encontraba el señor Cunningham que caminaba con fingida imperturbabilidad. En la parte de atrás se encontraban los tres hermanos menores de Andrew; dos niñas de 8 y 9 años y un hermano de 13 años. Los tres cargaban un ramo de lirios amarillos cada uno. Los vio a la distancia y se quedó sin poder reaccionar. Sabía que tenía que acercarse a saludarlos, pero apenas podía respirar. Juntando todo su valor, empezó a bajar las escaleras en el momento que la familia cruzaba la puerta. Los hermanos corrieron a darle las flores, a la que pronto se convertiría en su "nueva hermana". Con extrema cordialidad, y siguiendo el protocolo, Catherine saludó y acompañó a los Cunningham hacia sus respectivos asientos.

Observaba los nuevos elementos que habían aparecido en el jardín desde el ataque de risa nerviosa de la mañana. El evento consistía en un High Afternoon Tea en el jardín decorado con una fuente espectacular en el centro con una pequeña plataforma para el gran momento. En la parte de atrás se podría ver un marco decorado con flores y hojas, coronado por lirios amarillos. En el centro del jardín, se encontraban mesas llenas de postres franceses cuales, por su disposición, también formaban parte de la decoración. El jardín tenía doce mesas, seis a cada lado de la larga mesa de los postres. Cada mesa tenía una sombrilla grande que cubría del sol a todos los invitados. Todos los manteles, cubiertos y servilletas perfectamente decorados y todo acorde a la etiqueta. El señor Cunningham era quien había insistido en una decoración tan extravagante, y se había ofrecido pagar por la mayoría de los gastos. De esta manera, tanto Bianca como Amelia aceptaron inmediatamente.

Cuando llegaron los Cunningham, la mayoría de los asientos en las mesas estaban ocupados. Así que Catherine, acompañada de su madre se fue a sentar a la mesa que compartía con su futura familia. Una delicada voz femenina, acompañada de cuerdas y viento, ambientaba la ocasión.

-Qué increíble privilegio es estar aquí con ustedes, compartiendo esta magnífica tarde. -expresó Samantha Cunningham, mientras delicadamente sorbía de su taza con sus elegantes guantes blancos.

-Es todo nuestro privilegio que ustedes nos acompañen. -Añadió Amelia.

Catherine empezó a hacer contacto visual con Andrew, quien parecía completamente distraído. Él se encontraba sentado al otro extremo de la mesa, así que ella lo pateó ligeramente para que él la viera a ella. Una vez que tuvo su atención, le dijo con una voz discreta.

-Necesito hablar contigo. En privado.

Por la cara de preocupación de ella, él se levantó de la mesa, solo para sentir el peso de todas las miradas en él. Como un reflejo se volvió a sentar y él respondió. -No creo que podremos escabullirnos sin que todos lo noten.

Ella sacó de su bolsita una nota y se la pasó por encima de la mesa. Él la tomó y la leyó cuidadosamente. Su sonrisa de minutos atrás se tornó en una cara seria inexpresiva.

La conversación siguió entre los familiares y Catherine no decía palabra. Sentía que no se encontraba en sus cinco sentidos. Sabía que era lo que ella quería, sabía qué clase de vida quería, y los sacrificios que tendría que hacer para conseguirlo. Esta decisión la alejaría de quien amaba, pero no tendría opción tendría que hacerlo.

Las palabras de Lily vinieron a su cabeza: "lo único que podemos controlar en esta vida es nuestra mente, y si lo logramos, somos libres." Las palabras de su madre también vinieron a su mente: "No tienes que amarlo para casarte con él. Además, ya tendrás tiempo de conocerlo después."

-Catherine, ¿por favor me podrías acompañar? -Vio la mano extendida de Andrew, y Catherine aliviada, la tomó pensando que podrían hablar en privado. Ella estaba pensando exactamente en qué decirle, cuando él la escoltó al escenario. Era inevitable. Tendría que enfrentar esta situación. Escuchaba su corazón en sus oídos, y curiosamente escuchaba el corazón de Andrew latiendo más rápido. Amelia les hizo una señal a los músicos para que tocaran con un menor volumen. Las palmas de Andrew estaban completamente cubiertas de sudor, sus pupilas dilatadas y su mirada completamente centrada en Catherine. Le dio su mano para ayudarla a subir el escaloncito hacia el escenario. Al unísono, Amelia y Samantha pidieron a sus invitados que prestaran atención a la pareja que acababa de subir al escenario.

Enunció Amelia. -Queridos amigos, y familiares, gracias por acompañarnos en este tan importante evento. Pues hoy tendremos el privilegio de unirnos a los Cunningham, como una sola familia. Sin más preámbulos, Andrew querido, te doy la palabra.

Él se aclaró la garganta, y comenzó. -Catherine Stallard, desde el primer momento en que te vi, en ese precioso vestido amarillo, te has convertido en la dueña de mi corazón. Tú, y solo tú, eres la fuente de mi felicidad, de mis noches en vela, de mis mayores deseos. Catherine Stallard, ¿me darías el increíble honor de convertirte en mi esposa?

 Catherine Stallard, ¿me darías el increíble honor de convertirte en mi esposa?

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