Capítulo 1: Jim & Catherine

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Tenía una vida sencilla. A pesar de ser un baby boomer estadounidense, aquel grupo social que estereotípicamente se enfocaba en la producción y crecimiento de la riqueza, él siempre amó la naturaleza y prefirió vivir una vida simple. Jim vestía diariamente su overol de tela de blue jean monocromática, y se colocaba unas botas de caucho que le llegaban casi hasta la rodilla. Siempre explicaba que estas botas le permitían protegerse de cualquier serpiente que pudiera aparecer entre la maleza del trópico ecuatoriano. Despertaba todos los días a las 5 de la mañana y desayunaba, junto a su esposa Catherine, fruta recién cosechada, leche fresca y uno que otro huevo dependiendo del día. Les ayudaba en los quehaceres una familia mestiza de la zona, la familia Pérez. Los conocían de tanto tiempo que a Jim y a Catherine los niños menores de la familia los llamaban abuelos. Cuando tenían tiempo libre, les enseñaban inglés a Celeste y a Basílica, y de esta manera los "abuelos" practicaban su pronunciación en un español serrano. Claramente, a pesar de dominar el español a la perfección, siempre serían los extranjeros de la zona, puesto que el color azul intenso de sus ojos, y la palidez de su piel los delataba.

Ellos habían llegado a Ecuador por el trabajo de Jim hacía 30 años, quien fue contratado por una compañía minera en el sur del país. Llegaron en los años de decadencia del sucre ecuatoriano, la moneda nacional, que cada vez presentaba más alarmantes cifras de devaluación y cada día se alejaba más del equivalente con las monedas internacionales. La inflación y devaluación de la moneda llegaron a niveles tan ridículos, que conseguir un filete de carne con el mejor corte costaba en sucres el equivalente a un dólar americano. En esa época las personas giraban cheques por millones de sucres cuando querían comprar cuadros u objetos de valor. Los sueldos comunes eran millonarios, y los aumentos del sueldo eran mucho más frecuentes de lo normal. Uno no podía realmente emocionarse con un aumento en el sueldo, porque muy probablemente la pérdida del poder adquisitivo era mayor que el aumento.

Jim, al ser ingeniero minero, viajó por muchas partes del país. En sus fines de semana, visitaban con su esposa los reservorios naturales y hacían largas caminatas en ellos. En una de sus excursiones se encontraron con el paisaje perfecto: la fusión de Sierra y la Amazonía ecuatoriana, dónde era húmedo y frondoso, pero en vez de una humedad sofocante, el clima tenía corrientes frías acogedoras, sin ser excesivamente frío. Instantáneamente supieron que querían vivir en ese pequeño pedazo de paraíso en su retiro. En medio de la crisis inflacionaria, Jim, con los pocos ahorros de su vida como ingeniero minero, y por tener un sueldo dolarizado, logró comprar un enorme terreno en el pedazo de paraíso. Cuando la pareja llegó, este terreno no estaba en las mejores condiciones: estaba cubierto de maleza dispareja, la casa que incluía la propiedad era bastante antigua, y estaba corroída por la humedad. Por lo que cuando Jim llegó con la intención de comprar el terreno, los lugareños pensaban que se estaban aprovechando del gringo ya que para ellos el terreno no valía nada. A pesar de que Jim fue aparentemente estafado según los lugareños, gracias a la inflación ecuatoriana, Jim accedió a un precio tan barato que pagó el primer pedazo del terreno con su American Express. En esa época, no era nada común ver una tarjeta de crédito extranjera, y en una zona tan alejada de la civilización, no era nada común ver una tarjeta de crédito del todo. Así que cuando se firmó el contrato de compra de las tierras, los lugareños se enfilaron para observar cómo pagaba Jim con su tarjeta de crédito, contemplando la American Express con admiración y miedo. Los rumores corrieron, por la simplicidad que presentaba ese rectángulo enmicado. Según contaban otros lugareños, uno no solo podía ser acreedor a tierras, sino que podía comprar cualquier cosa, por lo que, los pobres conocedores de la economía llegaron a la conclusión comunal, de que la tarjeta de crédito era una fuente infinita de dinero. No solo por la tarjeta de crédito, sino que su físico anglo, tan distinto a los mestizos de la zona, los convertía en motivo de curiosidad y miedo. Sumándole al hecho de la diferencia física, estaba que Jim y Catherine no conocían más que las palabras básicas en español. Inicialmente les costó trabajo adaptarse a la comunidad que vivía en las afueras de sus terrenos, pero eventualmente fueron parte de la sociedad. Con el paso del tiempo, la pareja fue expandiendo su territorio hasta ser poseedora de decenas de hectáreas.

  Con el paso del tiempo, la pareja fue expandiendo su territorio hasta ser poseedora de decenas de hectáreas

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Muchas gracias por empezar a  leer mi novela, es la primera vez que publico mi obra. Esta es una novela basada en una historia real, llena de romance, aventura, y optimismo. Espero que te guste. 

Me encantarían que me cuentes ¿Cómo se ve tu pedazo de paraíso?


Nuestro Pedazo de ParaísoWhere stories live. Discover now