Capítulo 29: Un invitado inesperado

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Se encontraba helado mirando ese letrero. "¿Y ahora qué? ¿Voy directamente hacia su casa? ¿Y si no está ella? ¿Qué dirán sus padres?"

"Jim, tienes que intentarlo. Cinco segundos de valor, da el primer paso. Si voy caminando llegaré en treinta minutos"

Sentía que la casa de su amada se encontraba terriblemente lejos y cerca al mismo tiempo. Lejos, porque sentía eterno el camino. Cerca porque con cada paso que daba, sus nervios se incrementaban.

Ahí estaba: esa puerta con la que había soñado tantas veces en cruzar. Una puerta de madera oscura con ligeros detalles de madera tallada. En el centro un óvalo de vidrio con un pequeño mosaico de colores. Un sillón crema que se mecía colgando del techo se encontraba a la izquierda de la puerta. Alrededor del jardín pequeño en la entrada, unas cercas blancas que daban un toque hogareño al conjunto. Antes de tocar la puerta, le llamó la atención dos manchas amarillas en el piso. Después de examinarlas se dio cuenta que eran pétalos de flores. "¡Flores! ¡Cómo no se me ocurrió haber traído flores! ¿Y estas flores que hacen aquí? ¿Alguien se las trajo a Catherine?"

"Respira Jim, solo necesitas verla, luego habrá oportunidad de traerle flores. Las más hermosas, mucho más que estas amarillas."

Se dio cuenta de que no había casi diferencias en la puerta con la que había soñado tantas veces con cruzar, excepto una: música y conversaciones, de lo que parecían muchas personas. Betsy abrió la puerta y al ver la expresión de ella, con unos ojos desorbitadamente grandes, Jim entendió que muy probablemente no sería muy bienvenido en la casa. Ese pensamiento se reforzó cuando la puerta se cerró de un golpe estrepitoso. Bianca abrió nuevamente la puerta. No se habían conocido formalmente, pues Bianca se quedó a vivir con su hermana meses después de la partida de Jim. Igualmente, ella conocía a la perfección a todos los invitados del evento, por lo que se sorprendió mucho encontrarse con ese guapo extraño. En sus expediciones en Alaska, Jim había subido de peso, mayormente en musculatura. Su piel, había palidecido, lo cual hacía que su cabello se viera más oscuro. Su mirada, aún profunda y sabia, lo hacía ver mayor. Pero a pesar de su formal vestimenta, por su viaje y su caminata reciente, tenía el cabello enmarañado y su cuerpo estaba sudoroso.

Ante todo, Bianca mantuvo la formalidad. -Disculpe, parece que no hemos tenido el gusto de conocernos. -dijo con una sonrisa felina, siendo más seductora de lo que esperaba.

-Si, cómo no. Soy Jim Acker, mucho gusto.

Bianca, por primera vez en su vida, se quedó sin palabras, pues todos estos pasados meses había interceptado y leído todas las cartas que Jim mandaba a Catherine. Claramente, la última carta que Jim había enviado declarando que iba a regresar por ella, aún no había llegado. Fue extraño para Bianca, tenerlo cara a cara, pues después de leer tantas cartas de amor, efectivamente las leía, empezó a fantasear que las cartas iban dirigidas a ella, Bianca. Ver a su guapo extraño que enviaba cartas materializado, parado enfrente de ella, la congeló. Bianca sentía como una niña con mariposas en el estómago, con un nudo en la legua.

Jim, sin recibir ningún tipo de interacción de Bianca, añadió. -Como le decía, me gustaría ver a Catherine. Sé que es impropio, al no haber avisado o haber tenido invitación, pero es extremadamente urgente. Jim estaba al borde de empujarla, entrar a la casa, y buscar a su amada, pues ese era el último y aparentemente más fácil obstáculo de todos los que había enfrentado hasta ahora.

Una envidia sinigual se apoderó de Bianca, como una serpiente saliendo de su boca ella gritó –¡No puedes pasar! Sus ojos, inyectados de sangre y con una vena saltando de su frente, Bianca se puso en la puerta cual jugador de fútbol americano, defendiendo y con la intención de taclear a cualquiera que se pusiera en su camino.

Nuestro Pedazo de ParaísoWhere stories live. Discover now