Capítulo 12: Alaska

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La familia de Jim no era común. Por el trabajo del padre de Jim como ingeniero minero, la familia tenía que mudarse constantemente. La timidez de la niñez de Jim se debió primordialmente a que nunca pudo llamar a un lugar su hogar. Cuando Jim cumplió veintidós años, su padre recibió el mando de una investigación en Alaska. Desde la Fiebre de Oro en Klondike del siglo pasado, ir a Alaska representaba casi una misión obligatoria para convertirse en un ingeniero minero reconocido. En esa época Jim ya tenía un año de graduado de la universidad de la misma carrera que su padre, pero requería práctica en el campo. Por lo que después de meditarlo, decidió acompañar a su padre en la investigación al norte del planeta.

Mientras tanto Jim acompañaba a su padre a varias de las exploraciones que hacían, aprendiendo y poniendo en práctica sus conocimientos. La familia se había mudado a Sitka, que estaba cerca de la capital de Alaska. Sin embargo, Michael y Jim, se encontraban fuera de la casa ya que iba a las expediciones que duraba un mes. Generalmente las expediciones de investigación iban al norte del estado, en dónde la población más grande más cercana era Nome. Para llegar a los territorios en dónde buscaban las posibles excavaciones de materiales preciosos, tenían que volar en helicóptero ya que había escasos caminos en dónde se podía llegar con carro, puesto a que, por las fuertes tempestades, las carreteras eran fácilmente cubiertas de nieve. Ya que no eran de las primeras expediciones que investigaban en estos territorios, ya existían campamentos cabañas de madera de pino con todas las herramientas necesarias para la supervivencia. No obstante, este campamento era el único territorio habitable en decenas de kilómetros a la redonda. Las exploraciones involucraban a grupos de cinco o seis personas que incluían el piloto del helicóptero, el ingeniero al mando, un ingeniero segundo al mando, un guía experto en el área y dos técnicos que cargaban y operaban los aparatos y los elementos para la investigación.

Cuando Jim decidió unirse a las exploraciones, el líder ingeniero al mando era su padre, Michael, y Jim tomó la posición de aprendiz: segundo al mando. El guía local que los encaminaba por el peligroso terreno se trataba de un indígena inuit que conocía a la perfección la zona. Se llamaba Aaju, lo cual significaba hermano mayor en su idioma, por lo que en ocasiones él prefería que le llamaran de esta manera. Él no regresaba en helicóptero ya que vivía en un asentamiento cercano al de la exploración que se estaba llevando a cabo. Había accedido ayudar la expedición con la promesa de que les dieran una mejor calidad de vida a su tribu, en dónde tuviesen acceso a medicina y a comida de calidad. Al vivir al norte del planeta, los inuit, muchas veces dependían de la temporada y las condiciones climáticas para encontrar que cazar. Este problema parecía incrementar con los cazadores ilegales de ballenas, que seguían la migración de estos gigantes cetáceos hasta el norte del planeta, en dónde exterminaban casi por completo estas poblaciones. La dieta inuit consistía en consumir la carne los animales de la zona como focas, peces, ballenas, y caribúes y muy rara vez era complementada con bayas silvestres. Por este motivo, la caza de este coloso animal marino era esencial en su supervivencia. El cazar una ballena alimentaba a la comunidad por un largo periodo de tiempo. Utilizaban todos los elementos del cuerpo de la ballena para sus fines como por ejemplo los huesos para estructuras de sus casas, la grasa la utilizaban como aceite de ballena que servía para hacer fogatas, y toda la carne era consumida. También la caza de este animal era un ritual muy significativo para el pueblo inuit ya que todos los hombres de la comunidad debían de participar en la caza. Esto era debido principalmente a que, con sus primitivas herramientas, como arpones tallados de hueso, necesitaban de un esfuerzo comunal conjunto para apresar y llevar a la ballena a la orilla. Por lo que la reducción en la población de los cetáceos redujo significativamente su fuente de recursos y algunos inuit como Aaju buscaron formas alternativas de ganarse la vida y proveer para su comunidad.

Aaju era un hombre joven, tenía los ojos rasgados de color café que tendían a negro, una nariz y labios finos y unos pómulos protuberantes. Sus ojos vivaces siempre parecían estar concentrados en varias cosas a la vez, como si de alguna forma estuvieran encontrando y descartando peligros potenciales. Con el conocimiento ancestral de generaciones, Aaju conocía el territorio, y su función era evitar los peligros que se encontraban en la zona. Además de los depredadores, los peligros incluían tormentas de nieve, y la posibilidad de caer a través del delgado hielo hacia los helados lagos árticos.

Nuestro Pedazo de ParaísoWhere stories live. Discover now