Capítulo 18: El perrito que muerde

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Iba a preguntarle cómo se había sentido últimamente con el nuevo tratamiento que le estaban aplicando, pero las palabras murieron en mi garganta cuando me di cuenta de que realmente no quería hablar de ese tema, al menos no con ella. Podía hablarlo con las enfermeras y la doctora a cargo del caso de Chiyoko.

Tenía un brazo ocupado en sostener a Chiyoko y con mi otra mano me afirmaba para darme estabilidad en el metro. Vi un niño pasar por mi lado y por el rabillo del ojo detecté su mano traviesa actuando. Me solté del tubo que había estado sujetando y agarré la muñeca del niño.

—Aprovecharte de las personas que llevan las manos ocupadas para tratar de sacarles la billetera —dije, quitándole la mía de su mano de un solo movimiento. El niño tendría 11 años, 13 a lo mucho—. Cuando tenía la mitad de tu edad ya había perfeccionado ese truco, mocoso.

El niño me miró con enojo y me empujó por el estómago con sus dos manos. Eso, sumado a que el metro atravesó una curva con un poco de brusquedad, casi me hacen perder el equilibrio. Una mano me sujetó por la espalda y otra mano agarró al niño, que estaba intentando escapar.

—No creo que eso sea algo bueno —dijo calmadamente Todoroki. Me alejé de su mano y el niño lo miró aún mas enojado.

—¡¿Y tú qué te metes?! —le gritó.

—Oye, mira... ¿no son los chicos de UA?

—Los del tercer lugar...

—Y detuvieron a un ladrón.

Puse los ojos en blanco. Todoroki había sido el único en actuar al ver que le estaban intentando robar a alguien que llevaba a una niña en brazos, pero de repente todos se metían en la situación para hablar.

Vi que empezaban a sacar sus celulares y apuntarnos con ellos desvergonzadamente.

Le saqué la bufanda a Chiyoko al mismo tiempo que la acercaba más a mi cuerpo y se la puse en la cara al niño, cubriéndole todo menos los ojos, él no intentó sacársela. Todoroki seguía sosteniéndolo del brazo y yo también lo agarré.

—Puedo hacerme cargo sola, suéltalo —le dije.

—¿Qué harás? Andas con una niña.

Miré a Chiyoko, que me devolvía la mirada con una suerte de miedo y confusión.

—Ugh...

Las puertas del metro se abrieron y salimos los cuatro del vagón, aún con la gente cuchicheando y apuntándonos con sus celulares. Al instante, Todoroki comenzó a caminar hacia el guardia de la estación pero lo detuve.

—No hagas eso —le dije, tomando su camisa.

Dejé a Chiyoko en el suelo y ella se acomodó su vestido de invierno. Le saqué la bufanda al niño. Él seguía teniendo esa cara de ira y no pude evitar sentir pena.

—¿Qué quieres? —le pregunté.

—¿Qué te importa?

—¿No sabes quiénes somos? —inquirí, apuntando a Todoroki y a mí.

—¡¿Y por qué debería saber quién mierda son?!

El festival deportivo de UA era famosísimo. Hasta pasaban las repeticiones más importantes por las noticias y las redes sociales se llenaban de esas cosas. La única manera de no reconocer a los alumnos que destacaban cada año, era no tener acceso a las noticias, como no poseer una tele o un celular.

Miré la camiseta sucia del niño, sus ojos relampagueantes de rabia y suspiré. Saqué mi billetera y tomé un billete.

—¿Lo quieres? —Él se puso rojo y asintió un poco. —Discúlpate.

Nuestro caminoWhere stories live. Discover now