Capítulo 18: El perrito que muerde

57 6 8
                                    

☠ Kozlov Ayami.

—¡Ayami-neechan...! ¡¿Por qué viniste?!

—¿Acaso quieres que me vaya? Mira, traje marshmallow de contrabando y un cuaderno de dibujo nuevo.

Contrario a lo que pensaba, Chiyoko no dejó de verme con preocupación en el segundo en que terminé de decir eso. Sus ojitos de niña seguían prendidos a mi rostro, al cuál no se le habían ido los moretones del día anterior, incluyendo los dos círculos morados que adornaban los alrededores de mis ojos. También, por primera vez en mucho tiempo, había dejado de ponerme un parche sobre mi ojo izquierdo.

—Ayami-neechan... —volvió a decir, con los bordes de sus labios tirando hacia abajo.

—No me pongas esa cara de tristeza, si vine fue porque quiero y porque puedo. UA tiene una excelente doctora, puede curar huesos rotos en cosa de segundos —aseguré, caminando hacia la camilla de Chiyoko y me senté en ella. Puse la bolsa de regalo sobre la colcha, pero la niña no la tomó, en cambio, siguió mirándome el rostro.

—Es la primera vez que te veo así —dijo, mirándome el lado izquierdo del rostro—. ¿Por qué te lo habías tapado tanto tiempo?

—Porque me veo más guapa con un parche, pero decidí que ya no me importa verme bien. Vamos, toma los dulces. ¿Cómo estuvo tu semana?

—Una enfermera me dejó ver el festival deportivo en su celular —me dijo, estirando sus manos hacia la bolsa que le ofrecía—. Quería que tú ganaras, Ayami-neechan.

—Ya, yo también, pero no lo hice así que solamente me resta seguir entrenando.

La amargura de haber perdido contra Natsuki no abandonaba mi boca, pero al menos ya sabía que debía seguir poniéndole más esfuerzo a mi entrenamiento. Y luego de ver su pelea contra Bakugou, me había dado cuenta de lo peligroso que era para ella activar tanto su quirk de cocodrilo.

—Me dio mucho miedo cuando te pegaron en tu última pelea —admitió Chi rápidamente, llevando una de sus pequeñas y cada vez más delgadas manos a mi frente con cuidado, rozándome apenas la piel. Vi que sus ojos se llenaron de lágrimas—. Me dio mucho miedo...

Tragué saliva con dificultad y me alejé de sus manitos.

—No tengas miedo de lo que me pase, Chi.

—Pero si Ayami-neechan ya no está-

—Si yo no estoy entonces te quedan Dai-san y los demás niños del orfanato —la corté de inmediato—. Chi, cuando me gradúe de UA seré una heroína y tendré que pelear con muchos villanos, ¿sabes? Cualquier cosa podría pasarme.

—No digas esas cosas —pidió, aún con sus ojos lagrimosos.

—Es la verdad —dije, parándome de la camilla—. Vamos, me aceptaron la solicitud para sacarte del hospital por unas horas. Tienes que ponerte tu ropa de calle y tu mascarilla. 

Chiyoko y yo pasamos por todo el protocolo que hay que completar antes de sacar de paseo a un niño internado. A pesar de que ese día no hacía frío, me aseguré de que estuviera con ropa abrigada y, por si acaso, guardé su chaqueta en mi mochila. Antes de salir, nos aseguramos que los dulces de contrabando quedaran bien escondidos en el velador de Chi.

Fuimos a la estación del metro más cercana al hospital y la tomé en brazos, puesto que en el metro siempre había gente muy apresurada que apenas se fijaban en si pasaban a llevar a alguien más. Mientras subía al metro, me di cuenta de que Chiyoko había seguido bajando de peso. Su piel estaba más traslúcida y casi me dejaba ver sus venas sin problemas.

Nuestro caminoWhere stories live. Discover now