23 🐺 El collar del Lobo Azul

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—Ahora tienes una línea como si ya se hubiera cicatrizado —levantó la vista para mirarla a los ojos—. Creo que... entiendo lo que podría ser del porqué te curas rápido, la genética de tus antepasados y las veces que estuvimos juntos, puede que hayan tenido un efecto beneficioso en ti.

—Pero seguiré siendo una humana normal.

—Mi madre es humana.

—Tú sabes bien a lo que me refiero —le respondió con seriedad.

—La marca —se apretó el puente de su nariz y cerró los ojos, resignado—. Si no tienes la marca, también te proporciona la misma cantidad de años que los de mi especie el collar que usaba mi madre.

—Ese collar está perdido y ninguno de ustedes lo pudo encontrar a través de los siglos.

—Más adelante veremos este tema, Edelweiss, no es momento ahora para esta clase de discusión.

—Nunca tocaremos este tema si es por ti.

—En realidad no —le clavó los ojos en los de la muchacha—. Porque no sabes el dolor que causa una mordida.

—¿Acaso tú se la hiciste a alguien? —Levantó la ceja con sarcasmo.

—No, pero sé por mi padre que mi madre la pasó mal, gritaba y le ardía. Y no voy a ponerte en esa situación por un capricho tuyo. Bastante sufriste con un embarazo que no pudo ser.

Su respuesta la dejó sorprendida y trató de evitar una confrontación con él sobre ese tema, pero su lengua larga pudo más que quedarse callada.

—Si tuviera el collar tampoco podría tener un embarazo normal.

—Exacto, porque solo lo tendrías si tienes la marca, aunque ya este tema lo discutimos antes, que ninguno de los dos sabe si teniendo la marca igual puedes pasarla mal en el embarazo por lo que eres, Millennia, eres humana, pero no una humana común y corriente —intentó hacerle entender de nuevo la situación—, y te lo dije antes también, yo no te quise y ni te quiero para procrear. Tú estás empecinada en que piensas que quiero un hijo.

—¿Y no lo quieres? —Lo miró con atención.

—No. No si tenerlo conlleva que tú sufras o que me dejes solo con el bebé.

La joven apartó la comida de la hornilla encendida y se puso en puntas de pie para abrazarlo por el cuello y darle un beso en la barbilla, él agachó la cabeza con la intención de que lo besara. Y lo hizo, lo besó y Amos profundizó de tal manera el beso que ella casi flaqueó con lo que estaba comenzando a sentir de nuevo, deseo. Un deseo tan ardiente que no iba a poder frenarlo hasta que no estuviera satisfecha. Y comprobó que su marido estaba igual que ella, sus ojos cambiaron de color y los caninos se alargaron un poco. La abrazó por la cintura y la sentó sobre la mesa para continuar con una sesión de sexo que los dejó exhaustos después de una hora.

Decidieron almorzar dentro de la cama y posterior a eso, volver a amarse, al terminar quedaron abrazados y durmieron con tranquilidad.


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Un mes después...

Millennia desde hacía varios días había comenzado a tener sueños entorno al collar perdido de la familia Valentini y estaba más que segura que pronto se dejaría ver en alguna parte, porque de otra manera no se lo podía explicar y dicho sueño se lo contó a Amos para que estuviera atento a lo que posiblemente iría a pasar a su alrededor.

—¿No crees que si lo he soñado es porque en algún momento se dejará ver? Digo, hace siglos que ustedes lo están buscando y creo que el collar quiere que sea encontrado.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now