18 🐺 No es el enemigo

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Un mes y medio después

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Un mes y medio después...

Millennia se encontraba mejor luego de haber sufrido la pérdida del bebé y para contentarla un poco más, Amos quiso darle una sorpresa.

—¿Qué te parece si vamos a dar un paseo? —La miró a los ojos cuando ella levantó la vista ya que estaba preparando infusiones y cremas.

—¿Te parece?

—Sí, ¿por qué no? Hace un lindo día.

—Bueno, está bien —le sonrió—, daré un paseo contigo.

La chica tomó su abrigo y él la sujetó de la mano para salir de la casa.

El camino era el mismo que llevaba a la finca donde una vez había vivido Millennia junto a sus padres.

—Es el mismo camino hacia la finca, ¿vamos ahí? —preguntó muy intrigada—. Sí, ¿no?

—Sí, iremos ahí para que veas cómo está.

—¿La estás remodelando?

—Puede que sí —le respondió con una sutil sonrisa.

Millennia lo miró con curiosidad, pero no insistió más, solo esperó a que llegaran al lugar para poder ver la finca de nuevo.

Para cuando Amos aparcó el coche cerca de la zona, se bajaron y caminaron hacia la casa, a medida que iban adentrándose a través de las arboledas, el techo de la finca se iba viendo y cuando la joven la tuvo frente a sus ojos quedó sorprendida.

—Tiene una mano de pintura, arreglos en el porche, está casi nueva como era antes.

—¿Y por dentro?

—Casi igual. ¿Quieres verla?

—Sí, me encantaría.

Amos la tomó de la mano y la besó para a continuación caminar hacia el porche y luego abrir la puerta con la llave que él sacó del bolsillo.

La muchacha tenía días en que se sentía desganada y triste, y aquel día fue uno de ellos porque cuando entraron a la sala de estar los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Es precioso el interior. Me gusta mucho, da la sensación de calidez, de algo hogareño.

—Bueno, así estaba cuando te conocí, y no quise que eso se perdiera. Está más arreglada y con adornos y muebles nuevos, pero si quieres, los puedes cambiar de no gustarte algo.

—Así está bien todo, me gusta.

La joven iba caminando por la sala y se paró frente a un camino de retratos que estaban colgados en la pared.

—Qué hermoso, son fotos de mi niñez con mis padres y de nuestra boda.

Los ojos de Millennia se llenaron de lágrimas de nuevo y Amos se acercó por detrás para apoyar sus manos en los hombros femeninos y darle unos masajes mientras le besaba el cuello.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now