23 🐺 El collar del Lobo Azul

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Finca de los Blassone

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Finca de los Blassone

Una vez que llegaron allí, había caído el mediodía y apenas entraron a la casa Millennia se dispuso a cocinar algo, y a preparar un té para él, y otro diferente para ella, para que la herida que le había causado Adrienna comenzara a sanarse.

—Deberías avisarle a tu familia que estamos bien.

—Lo haré —le dijo sonriéndole y abrazándola por detrás—, después del almuerzo podemos subir a echarnos una siesta o... comer en la cama.

—Tú siempre aprovechando la ocasión, ¿no, Siberiano? —Lo miró de reojo y con gracia en su voz.

—Hace días que no tenemos intimidad, estoy ardiendo, Mille.

—Pero lo que tuvimos que hacer era necesario y me siento contenta por todo lo bueno que hicimos, Amos. Aunque a ti no te gustó al principio, las cosas salieron bien y la manada de Fabrizio está bien y su amada volvió a ser una humana de nuevo. Y su hermana se recuperó, estoy feliz.

—Lo sé, mi Estrella de Plata —era la primera vez que la llamaba así y la chica se sorprendió—, perdón si te nombro así, me gusta como suena, pero también me gusta Edelweiss.

—Puedes llamarme como más te guste —le sonrió otra vez y le besó la barbilla.

—Sé que estás feliz por los resultados, pero me preocupa Adrienna, esa mujer no descansará hasta vernos destruidos, a nosotros y a cuanta manada conozca o sepa de su existencia y... —hizo una pausa reflexionando sobre la situación—, me sorprende que siendo igual a nosotros actúe así.

—Actúa así por odio, porque no eres su compañero, porque está empecinada a que lo seas de ella, por eso actúa como lo hace, por despecho y resentimiento, y en el proceso daña y es capaz de matar también.

Ante su propia respuesta, la joven se quedó sorprendida y pensativa también. Sobre todo, con lo último que había dicho y Amos la observó un poco preocupado ante la expresión de su rostro.

—¿Te ocurre algo?

—No, nada —movió la cabeza para disipar lo que había pensado y le dio una sonrisa—. ¿Qué me decías?

—Te decía que no dudo que sea capaz de cualquier cosa.

La joven le sirvió una taza de té y se la entregó en las manos.

—Bebe, te hará bien, recuperarás energía y te protegerá también.

—¿El tuyo es diferente? —preguntó viendo la infusión de otro color.

—Sí, es para curar la herida.

—¿Cómo te sientes de eso?

—Bien, creo que se me está curando sola, pero por las dudas me beberé este té.

—¿Se está curando sola? —Abrió más los ojos con asombro.

Ella, dejó sobre la mesa la taza y levantó el suéter para mostrarle dónde la había herido.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now