13 🐺 Millennia: La Poderosa

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La muchacha se estiró en la cama luego de haber dormido por mucho tiempo, no tenía idea de lo que había pasado después de haber estado con Amos, pero de lo que estaba segura era que se sentía renovada porque desde hacía muchas semanas no dormía co...

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La muchacha se estiró en la cama luego de haber dormido por mucho tiempo, no tenía idea de lo que había pasado después de haber estado con Amos, pero de lo que estaba segura era que se sentía renovada porque desde hacía muchas semanas no dormía como quería.

Salió de la cama yendo hacia el sanitario para darse una ducha no sin antes pasar por el espejo y percatarse de lo que tenía en las puntas de su pelo. Colores. Trago saliva con dificultad, no era normal. Quitó por delante el cabello y se vio entera y desnuda, se dio cuenta que su cuerpo había cambiado, estaba más proporcionada, y con más volumen en la retaguardia y la delantera. Apoyó las manos sobre el vanitory y agachó la cabeza quedándose más desconcertada que antes, no encontraba un porqué del cambio pero sí sabía que había sido luego de estar con Amos.

Giró la cabeza hacia la izquierda y vio el pequeño tatuaje que estaba en su mano, acercó esta a sus ojos para verlo al detalle.

—Una Edelweiss y un lobo... Una Edelweiss y un lobo —emitió con desesperación sin entender lo que significaba—, no entiendo nada —se llevó la mano a la frente y su voz sonó quebrada, y a punto de llorar.

Con su llanto llegó la lluvia también.

Intentó calmarse y respirar hondo y expulsar el aire que había absorbido, la lluvia frenó y ella se metió a la ducha. Su mente iba una y otra vez al tatuaje, y su porqué, sabía que la Edelweiss era una flor de montaña considerada el símbolo de la protección de la naturaleza, la eternidad y la pureza, así como también un símbolo de valor y coraje, pero más que aquello no sabía nada más. Y por algún motivo la había elegido para su ramo de novia junto con la genciana azul. Salió de la ducha y se cubrió con la bata de toalla luego de hacerse un turbante en la cabeza con una toalla.

Amos desde hacía unos minutos atrás estaba fuera de la cama y esperando por ella para saber cómo se sentía.

—Despertaste —le sonrió y fue a darle un beso mientras la sujetaba de las mejillas.

—No te comprendo —admitió desconcertada y mirándolo a los ojos.

—Desde hace dos días que estabas durmiendo.

Millennia casi se carcajeó.

—¿Lo dices en serio?

—Muy en serio. Ni yo supe el porqué, terminamos de estar juntos y caíste en un profundo sueño, no te despertaste durante las dos noches que pasaron, nada. Llegué a tener miedo de que te hubiera pasado algo.

—Entiendo —asintió con la cabeza también—, he notado cambios, cambios que no me explico.

—Ni yo tampoco hasta que leí el libro.

—¿El libro de tu familia? —Frunció el ceño—, solo habla de las mujeres que ayudaron a tu familia y a ti pero nada más.

—No leíste bien entonces. Hay una parte donde habla de las mujeres Estrellas de Plata.

El Siberiano de Génova ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora