20 🐺 Descubriendo a la verdadera enemiga: Adrienna

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Génova, Italia

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Génova, Italia

Finca El Milenio Plateado

Los tres hombres y la mujer se encontraban desayunando mientras que la loba permanecía cerca de su compañero, los cuatro preparaban todo para marcharse hacia las montañas donde la manada de Fabrizio y él vivían. Millennia solo se preocupaba por llevar todo lo necesario porque no sabía con qué se iba a encontrar allí donde iban y era preferible llevar de más que de menos.

Amos se acercó a su esposa y le entregó una taza de té humeante.

—Gracias —le dijo mirándolo a los ojos.

—¿Estás bien? ¿Nerviosa?

—No, para nada, estoy bien y tranquila, llevaré todo eso que ves sobre la mesa —los ojos del Siberiano se agrandaron un poco más cuando miró la cantidad de cosas que ella había guardado en cajas de madera y en bolsas.

—¿Cuánto tiempo nos quedaremos?

—Lo que haga falta, no sé cómo será todo cuando lleguemos y prefiero tener todo lo necesario.

Amos solo asintió con la cabeza porque sabía que, si insistía con algo para dejarlo o decirle que no iban a quedarse por tanto tiempo, ella no iba a ceder.

—¿Hay algún camino para viajar con el coche? —cuestionó la joven mujer.

—Sí, más de la mitad del camino se puede transitar con un vehículo —respondió Orso—. Luego se debe ir a pie, estamos en la mitad de la montaña.

—Está bien, solo lo pregunto porque tengo que llevar todo lo que ven sobre la mesa.

—Cuando lleguemos a la mitad del sendero, yo llevaré las cosas.

—¿Estás seguro? Son demasiadas cajas y bolsas.

—No te preocupes, lo haré. Tengo el nombre porque hago los trabajos pesados, levanto troncos, rocas y demás, unas cajas y bolsas no serán nada para mí. —Manifestó el corpulento hombre.

—De acuerdo, no quiero ponerte en un aprieto por eso.

—No lo es, tranquila. Esto que haces es para un miembro importante de nuestra manada y lo hago con gusto.

—Está bien —le sonrió un poco.

—Orso es el compañero de mi hermana —admitió Fabrizio.

—Ya veo, con más razón quiere ayudar, me alegro —replicó Millennia poniendo los ojos en el hombre—. ¿Cómo se llama? —Se refirió a su compañera.

—Verita —dijo.

—Entonces, haré todo lo que pueda por curar a Verita.

—Estoy seguro de que lo harás, eres La Estrella de Plata, la más pura —contestó con firmeza Fabrizio.

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