15 🐺 Controlando el poder

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Residencia de los Valentini-Blassone

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Residencia de los Valentini-Blassone

Dormitorio principal

Amos se había metido dentro de la cama nuevamente y se abrazó a Millennia dándole besos en el cuello para que se despertara, era muy temprano aún, pero quería estar con ella, más sabiendo que acababa de despedir a su abuelo para que regresara al departamento de sus padres, puesto que Ambarino lo había querido así cuando se encontraron en la cocina, uno bebiendo un café y el otro recién levantado de la cama y yendo a beber agua.

—Mille... Despierta —puso la mano entre sus piernas y le besó la mejilla, y más tarde el cuello.

—¿Qué pasa? —cuestionó frunciendo el ceño—. Amos, está tu abuelo todavía.

—Hace un rato se fue, estamos solos —rio contra su piel.

—¿Lo echaste? —Terminó por abrir los ojos cuando escuchó la respuesta.

—No, claro que no, fui a beber agua y me lo encontré en la cocina tomando un café. Él quiso irse, le dije que se quedara, pero insistió en regresar con mis padres.

—De acuerdo, porque habría estado bastante mal que le dijeras que se fuera cuando todo este tiempo nos estuvo cuidando.

—Ya lo sé y sabes bien que no haría eso.

El Siberiano la giró hacia su lado y la besó en los labios.

—Ni siquiera tengo buen aspecto y ya me estás besando —dijo—, ni hablar del mal aliento que tengo.

—No me importa —admitió y sujetando su mandíbula con la mano, él enterró la lengua en la boca femenina.

Su beso era ardiente y ambos de a poco iban cediendo a la pasión que sentían el uno por el otro. En esa misma postura, hizo a un lado el tanga, la penetró por detrás y ella gimió al sentirlo en su interior.

—Ni preguntaré cómo es que ya estás desnudo —comentó y él la embistió con suavidad mientras le acariciaba el muslo que tenía más cerca.

—Entré desnudo a la cama —rio y mordisqueó el lóbulo de su oreja.

—Amos... —Sus manos se encogieron formando dos puños y apretando con fuerza la sábana al sentir oleadas de calor que se mezclaban con el placer que estaba sintiendo en cada embestida que él le daba.

—Te amo, Millennia —expresó con sinceridad, salió de su interior y volvió a entrar produciendo en ambos un intenso placer.

—Cada vez siento que se acerca un poco más el orgasmo —admitió ella abrazándolo por el cuello por delante.

Amos le besó los labios, ubicó un brazo por debajo del cuerpo femenino para abrazarla por la cintura y con la otra mano le acarició uno de sus pechos por debajo del camisón.

—Pues no esperemos porque tendremos más tiempo para estar juntos.

El hombre entrelazó la mano con la de Millennia y la aferró más a su cuerpo con el brazo que tenía libre para que ella quedara más cómoda y así poder culminar como querían.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now