Capítulo 17. Un nuevo mundo

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A la mañana siguiente cuando despertamos, nos encontrábamos cerca de un barranco en el cual pudimos admirar todo lo que se encontraba frente a nosotros, era un bosque majestuoso y grande, habían animales de todo tipo, aves volaban y cantaban, al fondo se veía el Lago Rojo y todavía más lejos se llegaban a ver dos castillos, uno de nuestro lado derecho y otro de nuestro lado izquierdo.
El segundo era donde se encontraba Daro, pero eso era un poco obvio porque arriba de aquel castillo había nubes negras, no oscuras como cuando llueve, negras, con truenos y relámpagos, era una escena sacada directo de un cuento de terror. Nuestra misión ahora era llegar al castillo de la derecha, en aquel castillo nos esperaban Ambar con su primo Robin.
En cuanto pudimos salir de aquel camino llegamos a otro mucho más extenso tanto en longitud como en tamaño; aquel camino más adelante se dividiría en dos, llevando a los dos reinos que mencioné anteriormente.
-*sigh* ¡Lo logramos, hemos salido de aquí!- replicó Jun alegre mientras se estiraba.
En verdad lo habíamos logrado, aquel trecho que tanto me había dado miedo de chico ahora no era un obstáculo para mí, sabía que con ayuda de mis amigos podría y podía lograrlo todo. Los pusimos en marcha, todavía quedaban días de viaje y sabíamos que no debíamos confiarnos pues ya estábamos cerca de la guarida del lobo.
Seguimos por el sendero hasta el atardecer, desde que habíamos llegado a ese bosque no habíamos encontrado un solo pueblo o rastro alguno de civilización, solo bosque y animales por doquier.
Mientras seguíamos el camino comencé a recordar partes del pueblo donde me crie, ya lo había olvidado por completo pero aquel viaje me había hecho recordarlo. Mi pueblo era pequeño y la gente era hostil, pero cuando no les hacía nada incluso podían ser amistosos.
Recordé también que me había hecho amigo de un perro que también había perdido su camino, siempre estábamos juntos, nunca supe que raza era o de dónde provenía, pero si recuerdo las noches que pasé junto a él, los juegos, las corridas, todo, era un perro increíble.
Recordé una vez que habíamos estado robándole al carnicero del pueblo, era una pieza de carne deliciosa, recuerdo que no habíamos comido en dos o tres días, así que aquel pedazo de carne lo disfrutamos mucho. Sin embargo, nuestro chistecito no duró mucho, ya que pocos días después de aquel incidente llegó el ejército real a detenernos, intentamos escapar pero eran demasiados guardias para pelear o resistirme; me aprisionaron por unos meses, nunca supe que pasó con aquel perro, recuerdo haber llorado todas las noches por él. Seguramente algún soldado se apiadó de él y se lo llevó a su casa con sus hijos y vivió feliz ahí.
-¡Togi...!- me gritó en voz baja Daniel.
-Ya llegamos.- agregó.
Me costó un poco de trabajo regresar a la realidad, pero en cuando pude ya era de noche, estábamos frente a un pueblo, este era más grande que en el que habíamos estado antes de Sadersonville y había mucho más gente, aun en la noche, lo cual deduje que era un pueblo tranquilo, sin piratas que molestaran, probablemente por estar tan cerca de Droneville. Aun así seguíamos estando muy lejos de la capital, si mis cuentas no fallaban nos encontrábamos a aproximadamente tres días de viaje, dos, chance uno si no nos deteníamos.
-Hay que encontrar donde quedarnos la noche.- comentó Jun.
-Creo que veo una luz en aquella casa, chance una posada.- contestó Bob al comentario.
Decidimos dirigirnos hacia aquella casa y ver si nos podían dar asilo por la noche. Así fue, de hecho era una de las posadas más grandes que había visto en mucho tiempo, los cuartos eran grandes y habían muchos, casi pudimos dormir todo en cuartos separados. Aquella fue una noche muy tranquila, me quedé admirando el techo un rato, tenía una pintura en ella, se veía muy rustica, como si la hubiera hecho una persona que nada mas no sabía que pintar y solo lo hizo. Me dio mucha confianza aquel lugar y pensándolo ahora, no me hubiera molestado volver a visitarlo con más calma y sin la presión del reino completo sobre mis hombros.
Comenzamos a viajar de nuevo no tan temprano ahora, iba a ser un viaje más largo y extenso de los que habíamos hecho anteriormente. La noche anterior habíamos decidido que viajaríamos sin parar hasta llegar a Droneville, ya habíamos demorado lo inevitable por mucho tiempo. Solo faltaba ver la salud de los caballos, pero nos comentó Daniel que ellos se encontraban en perfecto estado de salud tanto físico como mental y que dé así necesitarlo viajarían por días, incluso semanas.
Para el viaje íbamos a necesitar cambiar de conductor, por obvias razones no se podría viajar tan bien con uno solo.
Para no hacer el viaje extenso, aún más extenso, lo acortaré diciendo que el viaje fue muy aburrido, vimos paisajes, pasamos un rio enorme, rama del Rio Godrick, que llevaba al Lago Rojo. Fue un viaje realmente cansado y tedioso, no hubo gran conmoción, uno que otro plantío con gente, pantanos, bosque, vaya que había bosque, hectáreas y hectáreas de pinos y más pinos. A decir verdad, no me molesta no volver a ver otro pino en mi vida... irónico.
Así fue como, después de día y medio de viaje, sin detenernos, llegamos finalmente a Droneville.

En cuanto llegamos lo primero que hicimos fue saltar del carro y directo a la tierra firme, debo decir que incluso simplemente de recordarlo me cansé, pero como sea, finalmente habíamos llegado a Droneville.
Droneville era uno de los reinos más grandes de todo Grandsky después de Grandsky en sí, pero aun así era enorme, creo que no se podía recorrer en un día caminando, la gente viajaba en carrozas y a caballo. Era una de las pocas ciudades que había visto en mi vida que realmente tenía un suelo bien, estaba tapizada la ciudad de hermosos tonos de blancos y grises y el castillo en el centro se paraba majestuoso, gigantesco, de color blanco también, con dos pilares a los lados que se proyectaban hacia el cielo.
-¿Togi Kouri?- preguntó una voz mientras seguía admirando el reino.
-Sí, ¿Quién pregunta?- respondí al sujeto.
-El príncipe Robin ha pedido verlo.- contestó un soldado finalmente.
Nos llevaron en un carruaje blanco con orillas y adornos de oro, supuse que eran del mismo príncipe para estar así de adornado.
En cuanto estuvimos frente al castillo nos vimos rodeados de soldados, y entre todos la princesa Ambar junto con un niño, no tendría más de trece años.
-¡Togi! Los extrañé a todos.- vino en seguida la princesa corriendo.
-Vengan, quiero presentarles a mi primo... él es el príncipe de Droneville y heredero al trono, Robin Serl.- continuó alegremente.
-¿No estás muy pequeño para ser heredero a un trono tan grande?- preguntó Bob desconfiado.
-No, ya tengo doce, mi papi dice que ya casi estoy en edad de casarme, solo necesito una... novia, eww.- la última parte la dijo con repugnancia, aparentemente estaba en la edad todavía de odiar a las niñas.
Después se detuvo unos momentos a pensar y replicó:
-Tú, la alta, eres muy bella, ven conmigo.- señalando a Dim.
-¿No crees que está un poco grande para ti, niño?- preguntó de nuevo Bob desconfiado.
El príncipe no le dio importancia a lo que había dicho aquel sujeto y tomo la mano de Dim y se la llevó corriendo a ver todo el castillo. Dim en ese momento nos volteó a ver con cara de auxilio, todos le deseamos suerte y que tuviera cuidado. Los seguimos por supuesto, Ambar me tomó del brazo y nos arrastró a todos por todo el castillo junto con su primito. Vimos cada rincón, cada piedra, cada bicho que se le ocurrió mostrarnos al principito. Finalmente, después de todo el extenso recorrido, llegó el mejor momento del día, la comida. Haciendo la historia corta, la comida estuvo exquisita, todo delicioso, los meseros no paraban de servir, la comida salía por montones, el único problema fue que nunca vimos a los reyes del castillo, me pareció grosero preguntar a la mesa así que decidí preguntarle a Ambar cuando estuviéramos más en privado.
Nos llevaron a cada quien a sus cuartos, por supuesto me tocó en el mismo cuarto que a Ria, siempre junto a una ventana; en cuanto nos mostraron el cuarto una de las sirvientas agregó que el baño estaba preparado, Ria no perdió un segundo y corrió a tomar un baño. Yo sin embargo le pedí a Ambar que me concediera un momento de su tiempo, ella aceptó.
-Tengo una pregunta, ¿Dónde está el rey? Quisiera discutir con él estrategias para atacar al castillo de Grandsky.- pregunté yendo directo al grano.
Ambar me miró triste y volteó la cara. Después contestó:
-El rey y la reina están muertos, Godi Daro los mató personalmente, por eso el príncipe está tan ansioso por casarse, quiere seguir con el gobierno de su padre; es un niño brillante, pero por desgracia no tiene mucha experiencia en el área de la política ni de la guerra.-
-¿Entonces que vamos a hacer?- pregunté nervioso.
-No lo sé, esperaba que tú tuvieras una idea o algo.- contestó desconcertada.
Nos quedamos un tiempo en silencio, pensando que hacer. En ese momento salió Ria del baño y se dirigió hacia donde estábamos nosotros, seguía secándose.
-Antes de hacer nada primero tenemos que ver cuantos somos y como vamos a movernos.- agregó Ria pensativa.
-Sí, tienes razón, pero primero deberían descansar, ha sido un día pesado para ustedes, me imagino.- agregó Ambar despidiéndose.
Miré a Ría con tristeza, no sabía que debíamos hacer, el único gobernante de Droneville era un pequeño que probablemente nunca había estado en una guerra; nuestras opciones eran escasas.
No pudimos resolver mucho aquella noche, todo mundo estaba exhausto y nadie podía pensar con claridad, lamentablemente yo estaba en ese dilema, en ese momento desee que estuviera Taisho conmigo, él habría sabido que hacer.
Una vez que nos recostamos miré al techo, como era mi costumbre, como siempre una mano en el estómago y la otra debajo de la cabeza. Ria estaba abrazada a mí, eso me calmaba siempre, Ria era mi razón para vivir y la razón por la cual podía vivir conmigo y con todas aquellas cosas y gente que tenía detrás, siempre que pensaba eso mi mente se despejaba, pero aquella noche tenía demasiadas cosas que pensar.

-Intenta descansar un poco, mirar al techo no te va a ayudar, ni sentarte sobre el balcón.- me dijo Ria adormilada.
Tenía razón, no podía resolver nada con sueño, debía tener un buen descanso para poder pensar con claridad mi siguiente jugada.

En un Solo Segundo por Santiago BravoWhere stories live. Discover now